Podría afirmarse que los sofistas y los demagogos equivalen a los falsos profetas de los cuales Jesús advertía no eran de fiar. Por supuesto, tanto los unos como los otros desprecian la verdad, son eclécticos y actúan como comerciantes. Sócrates libro una dura batalla que lamentablemente no alcanzo a ganar contra estos personajes. Prefirió beber veneno (cicuta) antes que ceder ante las mentiras de sus acusadores.
Hoy tanto sofistas como demagogos continúan entre nosotros con marcada incidencia en el campo de la política y escenarios de participación. Allí se observa a supuestos “lideres” algunos sin preparación, muchos desinformados, que disfrazan sus mentiras con el manto sagrado de la verdad. Eclécticos, cualquier teoría les sirve para acomodar su discurso, ayer fueron de derecha y hoy levantan el puño de su mano izquierda sin mínimo asomo de vergüenza. Actúan como comerciantes, buscan con afán satisfacer sus propios apetitos. Hábiles en adornar sus palabras para decir lo que las mayorías anhelan escuchar. Venden sus ideas como cualquier producto sin garantía que pueda ser útil, eficaz. Solo les interesa la contraprestación que está muy lejos de servir al noble interés general.
Esta es la personalidad del sofista incapaz de alcanzar la virtud del filosofo. Así la personalidad del demagogo que es una degradación del auténtico político demócrata, de madurez política, formado, informado y motivado por satisfacer intereses colectivos. las crisis económicas, sociales y política son el caldo de cultivo de donde emergen con vestimenta de Mesías. Frente a sofistas y demagogos, hay que ser prevenidos como lo enseñara Jesús y mantener la templanza y carácter para desnudarlos y enfrentarlos como lo hiciera Sócrates.
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