“si tuviera buenas relaciones con Colombia, Putin sería más afín al Partido Conservador, al Centro Democrático o al movimiento de Rodolfo Hernández.”
Para las elecciones legislativas vimos las mismas viejas consignas adaptadas a nuevos contextos. Los políticos conservadores y reaccionarios siguen descalificando a los candidatos alternativos de guerrilleros e inducen al miedo con palabras que ni ellos mismo entienden, como expropiación o comunismo. Los discursos falsos y a veces malintencionados, son una estrategia poco innovadora pero efectiva que vienen aplicando los partidos de pensamiento conservador en los últimos años.
Han sido efectivas las estrategias de desinformación en el pasado porque una gran parte de la sociedad no está formada en historia o geopolítica. Muchas personas en Colombia piensan que la Federación de Rusia es sinónimo de la Unión Soviética y que Vladimir Vladimirovich Putin es una versión moderna del ideólogo bolchevique que lideró la revolución de octubre de 1917: Vladimir Illich Ulianov Lenin.
“Con P de Petro y Putin, hoy más que nunca le pido a los colombianos que paremos a Petro y su eje del mal”. Esta consigna está escrita en la valla publicitaria de Edward Rodríguez, candidato a la Cámara de Representantes del Partido Centro Democrático. Otra pieza publicitaria de la misma colectividad decía “Ni por el Pu … tin nos vamos a joder como Venezuela” con la imagen del Presidente Putin al lado del Presidente Maduro. La desinformación ha llegado a tal punto que hasta los aspirantes a la Presidencia: Federico Gutiérrez (Equipo por Colombia), Óscar Iván Zuluaga (Centro Democrático) y David Barguil (Partido Conservador), sin ofrecer pruebas, han sostenido que Rusia intervendría en Colombia en caso de que el Senador Gustavo Petro gane la presidencia.
Dejando al lado la cuestión sobre si la consigna del candidato fue mal intencionada o no, sería interesante explorar ¿qué hay de cierto en las afirmaciones sobre Putin y el “eje del mal” que supuestamente lidera Petro? También vale la pena analizar el papel que juega el mandatario ruso en la política colombiana. No se sabe si la derecha colombiana es ignorante o maliciosa pero es importante entender que la práctica de desinformación tergiversa la verdad y sirve a los propósitos de manipulación de la opinión pública.
Al revisar los pronunciamientos y acciones de Putin, es fácil entender que no es un mandatario comunista, ni soviético, ni socialista, ni siquiera liberal; Vladimir Putin es un político de derecha, cristiano ortodoxo, reaccionario al cambio y apologista de un antiguo imperio que quisiera revivir a su antojo. Pues, si se fuera a identificar un movimiento político en Colombia con posturas similares a las de Putin, de ninguna manera se podría pensar en el movimiento del Senador Gustavo Petro, un hombre que a pesar de sus desaciertos personales y políticos, plantea una visión progresista, socialdemócrata, participativa y descentralizada para la economía política del país. Cómo verán más adelante, sus posiciones sobre el papel del petróleo y los recursos energéticos no-renovables también son radicalmente opuestas.
De hecho, si tuviera buenas relaciones con Colombia, Putin sería más afín al Partido Conservador, al Centro Democrático o al movimiento de Rodolfo Hernández. No es ninguna coincidencia que Putin cuente con el respaldo de la mayoría de movimientos políticos de derecha en las Américas y en Europa. La amistosa relación entre Putin y Trump ha tenido alto cubrimiento de los medios. Hace un par de semanas el ex-Presidente norteamericano alabó las agresiones de Putin en Ucrania y al ser cuestionado por esa crisis, Trump responde que Putin es un hombre muy inteligente, considera genial su estrategia de mandar tanques y tropas para declarar la paz en Kiev, y agrega que “se debería aplicar esa misma estrategia en la frontera del sur [con México]”, (Villa, 2022).
No obstante, la nueva alineación entre movimientos conservadores a nivel global parece no incluir a la derecha colombiana porque interpretan la relación entre Putin y Maduro como una cercanía ideológica entre comunistas y no cómo una relación conveniente de dependencia económica y contención geopolítica, la misma relación de conveniencia que actualmente está buscando el Presidente Biden con Venezuela ante las necesidades de su propia seguridad económica, militar y energética.
El presente texto trata de mostrar las incongruencias de las personas que se autoproclaman de derecha, pero que a su vez odian a un personaje como Putin por comunista, personaje con el cual tiene mucho en común. El texto integra distintos abordajes históricos, religiosos, económicos y políticos para darle al lector un panorama de las políticas conservadoras del mandatario ruso.
La invasión de Ucrania es solo una muestra más de la belicosidad conservadora emanada del Kremlin, pues desde hace años el presidente ruso viene desplegando tropas alegando la defensa de sus ciudadanos en las regiones que lindan con Europa del este. No se debe olvidar la incursión militar en las regiones georgianas de Osetia del sur y Abkhazia en el año 2008, cuando Putin de Primer Ministro y Dmitry Ménvedev de Presidente, argumentaban que separatistas prorrusos de esas regiones le pidieron anexar sus territorios a la Federación, que es el mismo discurso con el cual Putin justifica la invasión actual a Ucrania.
El Presidente Putin aporta un texto valioso donde justifica sus acciones bélicas en nombre de la unidad cultural y territorial que une a los pueblos de Rusia y Ucrania, donde afirma que:
“Rusos, ucranianos y bielorrusos son todos descendientes de la antigua Rus, que era el estado más grande de Europa. Las tribus eslavas y otras en todo el vasto territorio, desde Ladoga, Novgorod y Pskov hasta Kiev y Chernigov, estaban unidas por un idioma (al que ahora nos referimos como ruso antiguo).
[Los] lazos económicos, el gobierno de los príncipes de la dinastía Rurikovich y el bautismo de Rus a la fe [cristiana] ortodoxa […,] elección espiritual hecha por San Vladimiro, todavía determinan en gran medida nuestra afinidad hoy.” (Putin, 2021)
Se nota el orgullo del mandatario al recordarle al mundo entero la imperiosa historia de la antigua Rusia. Además, es evidente que San Vladimiro es uno de sus héroes políticos y espirituales. Antes de ser santificado por la iglesia cristiana ortodoxa, Vladimiro Sviatoslávich Rurikovich fue el duque que convirtió al pueblo ruso a la fe cristiana. El Gran Duque es el primer heredero de la dinastía Rurikovich, la familia responsable de fundar lo que eventualmente se volvería el Imperio Ruso. Como dinastía gobernante, los Rurikovich mantuvieron control sobre Rusia durante más de 700 años, desde Rurik de Novgorod (muere en 879) hasta Fiódor I de Rusia (muere en 1598). La visión de Putin para la Federación Rusa es revivir las épocas de conquista y gloria imperial consolidando de nuevo los territorios que le pertenecieron durante el medioevo.
Llaman mucho la atención las apreciaciones del Presidente Putin sobre el papel que jugaron los fundadores de la Unión Soviética en el desarrollo histórico de Rusia. El mandatario argumenta que los Bolcheviques trataron al pueblo ruso como “conejillos de indias para sus experimentos sociales”. Los Bolcheviques son los seguidores de Vladimir Illich Lenin, los mismos que le quitaron el poder a la monarquía para instaurar un gobierno federado de repúblicas socialistas soviéticas. Putin tilda a los Bolcheviques de soñadores internacionalistas que quisieron borrar las fronteras históricas de los pueblos rusos.
El desdén que demuestra el mandatario ruso por los soviéticos revolucionarios y, por el otro lado, el reconocimiento y la validación que le otorga a las fuerzas reaccionarias de esas épocas, revela su inclinación autárquica y conservadora. Entre crítica y crítica, el Presidente Putin explica cómo los comunistas despedazaron el imperio, y comenta que “los nacionalistas buscaban crear sus propios estados independientes, mientras que los líderes del Movimiento Blanco abogaban por una Rusia indivisible”. El Movimiento Blanco, o Rusos blancos, eran fuerzas nacionalistas, contra-revolucionarias que asumieron la vanguardia de la monarquía zarista, hasta que fueron derrotados por Stalin. Al hacer un paralelo con el pensamiento conservador iberoamericano, Putin sería un carlista, un político que se opone a cualquier fuerza democrática, liberal o laica y cree en el poder divino de la iglesia y la monarquía.
Sin duda, el espacio religioso es una pista importante para entender los movimientos políticos conservadores, circunstancia que a menudo se pasa por alto en el análisis geopolítico. En Rusia, por ejemplo, se debe tener en cuenta que la Santa Madre Iglesia Ortodoxa de Rusia se fundó en Kiev el día en que San Vladimiro convocó a toda la ciudad a orillas del río Dniéper para una conversión masiva al cristianismo a finales del siglo IX. Con esto en mente, se entiende lo alarmante que fue para Putin en el 2019, el reconocimiento de la Iglesia ucraniana como autónoma de la Iglesia ortodoxa de Moscú por parte de la autoridad máxima de la Iglesia Ortodoxa, el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomeo I.
Para entender el peso de la Iglesia en la geopolítica rusa contemporánea es importante recordar que la represión religiosa duró 66 años bajo el régimen soviético. La Unión Soviética fue mucho más allá de declarar la separación entre iglesia y estado, impuso un régimen ateo y antirreligioso que asesinó o exilió a miles de clérigos. Cuatro generaciones de niños y niñas rusas crecieron sin instrucción religiosa, cualquier tipo de expresión espiritual o religiosa fue prohibida y perseguida desde que se estableció la URSS en 1922 hasta que el Presidente Gorbachov implementó la política de glasnost (apertura) en 1988. En el caso del Presidente Putin, las creencias religiosas se cruzan con los afectos personales dado que la relación entre el presidente Vladimir Putin y el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Moscú, Vladímir Gundiáyev, es de larga data. Resulta que el padre del patriarca, sacerdote también, bautiza al niño Putin en el año 1952, según el mandatario, esto fue a espaldas de su padre que era un militar soviético ateo (Vladimirov, 2016).
Aparte de entender los contextos culturales de la historia y la religión, un análisis del conservadurismo ruso también se debe centrar en los factores económicos. Por lo tanto, es clave entender que en sus últimos veinte años de gobierno, Putin se ha destacado en atraer inversión extranjera directa, impulsar una variedad de industrias y explotar los recursos naturales de Rusia, particularmente la abundancia de petróleo, carbón y gas natural del país. Según datos del Fondo Monetario Internacional del 2020, Rusia maneja la onceava economía más grande del mundo, superada por la economía de Corea del sur y superando a la economía brasileña (FMI, 2022).
Cuando Putin asumió el poder, la economía rusa estaba saliendo de reformas estructurales infructuosas y de su crisis financiera de 1998. Empezó su mandato con una visión pragmática de la economía: por un lado recortó impuestos para beneficiar a los empresarios y por el otro, nacionalizó algunos sectores claves, empezando con la compañía petrolera Yukos en 2003. Vale la pena aclarar que esta empresa le pertenecía a su contrincante político Mikhail Jodorkovski, el hombre más rico de Rusia. En todo caso, la alta demanda europea y china por hidrocarburos permite que Rusia recupere gran parte de la relevancia internacional que había perdido luego de la caída de la Unión Soviética; pero por otro lado, amarra su proyección internacional al cartel del petróleo. La Federación de Rusia es el país que actualmente exporta más petróleo en el mundo después de los EE.UU. y es el tercer productor mundial después de los Estados Unidos y el Reino de Arabia Saudita.
Cabe anotar que quizás, la alta dependencia económica de Rusia en las exportaciones de carbón, petróleo y gas natural sea el riesgo más grande de su estrategia geopolítica. A corto plazo, una de las sanciones internacionales más efectivas para contener a Rusia es bajar sus exportaciones energéticas. Así lo hizo el Presidente de los Estados Unidos el pasado 8 de marzo y le pidió a los demás países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) asumir medidas de presión similares. Por otro lado, puede ser que a largo plazo tampoco resulte ser la mejor estrategia anclar su crecimiento económico y seguridad energética a las industrias no renovables, especialmente cuando el Ministro Diputado ruso, Alexander Novak, afirma que a Rusia apenas le quedan 50 años de reservas en gas natural y 30 años en petróleo crudo (TASS, 2022).
En todo caso, los otros países miembros de la OTAN efectivamente han impuesto sanciones a los sectores financieros y petroleros rusos. El comercio de armamento militar, bienes de lujo, y vuelos aéreos también han sido objeto de estas restricciones. En términos financieros, varios gobiernos han congelado los bienes del Banco Central de Rusia y algunos de sus bancos privados han sido expulsados del sistema de comunicación SWIFT. SWIFT es como el Gmail del sistema financiero internacional. Para la economía de un país, esta sanción tiene consecuencias devastadoras, pues los bancos ya no pueden comunicarse con las instituciones financieras de otros países y, por lo tanto, los pedidos de las empresas no se pueden realizar ni tampoco se pueden tramitar sus pagos.
Tras este sucinto abordaje multidisciplinario de las posturas conservadoras e imperialistas del mandatario ruso, no sabemos de donde sacan los paralelos entre el Senador Petro y el Presidente Putin. Parece ser que los detractores de Petro no saben qué significa comunismo ni iglesia ortodoxa, se perdieron de las políticas del Glasnost y la Perestroika a finales de los 1980, y de la transición económica acaecida durante la década de 1990; pero, lo peor del caso es el completo desconocimiento del régimen oligárquico y capitalista que ha gobernado durante los últimos veinte años con Vladidmir Putin al mando.
Lo cierto es que los detractores del Senador infructuosamente insisten en sacarle jugo al ingenio de Daniel Samper Ospina repitiendo y repitiendo que la P de Putin es la misma que la P de Petro. Infructuosamente, porque el candidato Edward Rodriguez del Centro Democrático se quemó en las elecciones legislativas del pasado 13 de marzo. Infructuoso también porque ni Trump ni Putin han demostrado mucho interés por relacionarse con los gobiernos conservadores. Es más, el presidente Santos tuvo mejores relaciones con el Kremlin que el expresidente Uribe o el actual Presidente Duque. Él sí conocía de historia y no necesitaba desinformar.
De cualquier manera, para no asumir lo peor, las estrategias de los anti-petristas se interpretan como prácticas de personas mal informadas, por no decir ignorantes. Sería presuntuoso pensar que estos candidatos difuminan falsedades para manipular los resultados de las contiendas electorales con conocimiento de causa. ¡Impensable! O…¿será que sí actúan con malicia?
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