Comencé a delinear las primeras notas para esta columna para el Portal Al Poniente en mi One Plus al terminar una visita a la Institución Educativa Pedro Octavio Amado, del barrio Belén sector Buenavista, en la ciudad de Medellín, donde hice una charla para estudiantes de grados 6 al 11 sobre la vida del gran ingeniero de la Escuela de Minas, Alejandro López, un personaje que los tiene cautivados a partir de la lectura del libro “Alejandro López. A la medida de lo imposible”, de la autora Irene Vasco, que hace un breve y bello recuento de su vida.
En el conversatorio con las profesoras de la institución ellas me comentaron su interés en que estos jóvenes tuvieran referentes dentro de su proceso de formación, lo cual pude corroborar por las preguntas de los estudiantes tanto durante la conferencia como al terminar la misma.
Buscando ejemplos para compartir con las profesoras me encontré con la carta bellísima que el gran futbolista italiano Francesco Totti al equipo de sus amores, La Roma, a manera de despedida, y la cual también quiero compartir con los alumnos de mis cursos sobre Marketing Deportivo.
Francesco Totti es uno de los pocos “One club man” que quedan en los equipos de fútbol de élite y puede ser presentado como un referente en diversas escuelas y cursos universitarios sobre liderazgo a partir de valores. Un “One club man” es un jugador que hizo toda su carrera en el mismo club, rechazando ofertas millonarias de equipos de élite. A este selecto grupo pertenecen, Steven Gerrard, del Liverpool; Xavi Hernández, del Barcelona; y Lev Yashin, del Dínamo de Moscú; entre otros.
Estando en la cima de su carrera Totti se dio el lujo de rechazar una atractiva oferta del Real Madrid ratificando su amor eterno a La Roma y anteponiendo los dictados de su corazón a las expectativas económicas.
Totti debutó en La Roma a los 16 años, anotó más de 300 goles y se convirtió en el mayor referente y gran capitán del equipo hasta la edad de cuarenta años, que cumplió días después de haber escrito la carta. Es el goleador histórico de La Roma y el jugador que más partidos ha jugado con la camiseta roja y amarilla. Totti también ha sido un referente de la selección italiana con la cual logró el título de la Copa Mundo en el año 2006.
Recientemente anunció que el presente año, 2016, será su última temporada como jugador del equipo y entonces fue contratado como miembro del equipo directivo de La Roma hasta el año 2023.
La siguiente fue su carta de despedida:
“Hace 27 años alguien llamó a la puerta de nuestro apartamento de Roma. Mi madre, Fiorella, fue a abrir. Las personas que estaban detrás habrían podido cambiar mi carrera como futbolista.
Cuando abrió la puerta, un grupo de señores se presentaron como dirigentes deportivos. Pero no eran de la Roma: vestían de rojo y negro. Eran del AC Milan y querían que fuera a formar parte de su equipo. A toda costa. Mi madre puso el grito en el cielo. ¿Qué habían dicho esos señores?
Cuando eres un chico de Roma, sólo hay dos opciones: o eres amarillo-rojo o blanco-celeste. Roma o Lazio. En nuestra familia existía sólo una elección posible.
Desafortunadamente no tuve la suerte de conocer a mi abuelo, porque murió cuando era un niño. Pero me dejó un regalo fantástico. Por suerte para mí, mi abuelo Gianluca era un fanático de la Roma y le transmitió ese amor a mi padre que, a su vez, lo trasladó a mi hermano y a mí. Nuestro amor por la Roma fue algo que llevamos siempre. Roma era más que un club de fútbol. Era parte de nuestra familia, nuestra sangre, nuestras almas.
No tuvimos la oportunidad de ver muchos partidos por televisión porque, aunque se disputaran en Roma, no los retransmitían habitualmente en los años ‘80. Cuando cumplí 7 años, mi padre compró entradas y finalmente pude ir a ver a la Loba en el estadio Olímpico.
Aún puedo cerrar los ojos y recordar aquella sensación. Los colores, los cantos, el humo de los petardos que explotaban. Me sentía un niño tan completo sólo por estar en el estadio alrededor de otros hinchas de la Roma que se encendió algo dentro de mí. No sé cómo describirlo.
Bellísimo. Esta es la única palabra que se me ocurre. No creo que nadie en mi barrio de San Giovanni me haya nunca visto sin un balón en los pies. Jugábamos a fútbol en todas partes, en los adoquines, cerca de las iglesias, en los callejones. En todas partes.
Desde la infancia el fútbol era para mí mucho más que una simple pasión: era ambicioso y quería que se convirtiera en mi profesión. En las paredes de mi habitación tenía pósters y recortes de diarios de Giannini, el capitán de la Roma. Era mi ídolo. Un símbolo porque era un chico romano igual que yo.
Luego, cuando tuve 13 años, alguien llamó a nuestra puerta. Esos señores del Milan me propusieron convertirme en rossonero: una oportunidad para hacer carrera en un gran club italiano. Obviamente no era una decisión que podía tomar solo. Mi madre ha sido siempre la jefa y lo es todavía ahora. Ella, como todas las madres italianas, es muy protectora con sus niños y de hecho no quería que me fuera de casa por miedo a que me sucediera algo. “No, no”, le dijo a los dirigentes. Es todo lo que tenía para decir: “Lo siento, no, no”.
El fin de semana mi padre nos acompañaba a mí y a mi hermano a nuestros partidos mientras mi madre tenía el control de todo de lunes a viernes. Fue difícil renunciar a la propuesta del Milan porque habría significado mucho dinero para nuestra familia, pero lo que hizo mi madre ese día me dio una gran lección: tu casa es lo más importante en la vida.
Solo unas semanas más tarde, fui elegido durante un partido y la Roma me hizo una oferta. Iba a vestirme de giallorosso. Mamma lo sabía. Ella me ayudó durante mi carrera de muchas maneras. Sí, era protectora -y aún lo es-, pero hizo muchos sacrificios para asegurarse que estuviera en el campo de fútbol cada día. Sé que esos años fueron duros para ella.
Fue mi madre la que me llevaba a entrenar. Fuera del campo, me esperaba. Me esperaba dos, tres, algunas veces cuatro horas mientras entrenaba. Esperaba en la lluvia, en el frío, no le importaba. Esperaba para que pudiera cumplir mi sueño.
Hasta 90 minutos antes del partido no tenía ni idea de que debutaría en el Olímpico. Me senté en el bus que nos llevaba de Trigoria al estadio y sentí crecer en mí la adrenalina. La serenidad que tuve en la noche previa se había ido. Los tifosi de la Roma son distintos de todos los demás. Hay mucha expectación cuando te enfundas la camiseta giallorossa. Tienes que demostrar lo que vales y no hay lugar para los errores.
Cuando entré en el campo por primera vez me sentí abrumado por el orgullo de jugar para mi ciudad, para mi abuelo, para mi familia. En 25 años, esa presión -ese privilegio- nunca ha cambiado.
Por supuesto he tenido errores. Incluso hubo un momento hace 12 años cuando considere la posibilidad de dejar la Roma e irme a jugar al Real Madrid. Cuando un equipo exitoso, tal vez el mejor del mundo, te pide entrar y formar parte, comienzas a pensar cómo sería tu vida en otro lugar. Hablé con el presidente y eso marcó la diferencia. Al final fue la conversación que tuve con mi familia, la que me recordó en qué consiste la vida. El hogar lo es todo.
En estos 39 años Roma ha sido mi casa. En estos 25 años de carrera, la Roma ha sido mi casa. Espero haber representado el club de la mejor manera y haber levantado los colores de la Roma lo más alto posible ganado el Scudetto y disputando la Champions League. Espero que estéis orgullosos de mí.
Se me puede definir como un animal de costumbres. Dejé la casa de mis padres sólo cuando me casé con mi mujer, Ilary. Entonces cuando miro hacia atrás y pienso en lo que extrañaré la rutina y las cosas de todos los días. Las muchas horas de entrenamiento, las charlas en los vestuarios. Lo que más extrañaré será compartir un café con mis compañeros, todos los días. Quizás si vuelvo como entrenador algún día, podré disfrutar todavía de esos momentos.
Muchos me preguntan, ¿por qué has pasado toda tu vida en Roma? Roma representa mi familia, mis amigos, la gente que amo. Roma es el mar, las montañas, los monumentos. Roma, por supuesto, son los romanos. Roma es el amarillo y el rojo. Roma, para mí, es el mundo. Este club y esta ciudad, han sido mi vida.
Siempre”.
Me tomé el trabajo de elegir las enseñanzas más destacadas de Francesco Totti para presentarlas a los jóvenes de la Institución Educativa Pedro Octavio Amado, muchos de ellos amantes del fútbol, a partir del convencimiento de que la cultura italiana tiene muchas similitudes con la nuestra, dados nuestros ancestros latinos comunes: la importancia de la familia, el amor por la madre, la pasión por el fútbol, etc.
Estas son las enseñanzas de Totti que seleccioné después de leer varias veces su carta:
- Primera enseñanza:
La importancia de apreciar las raíces y la identidad.
“Roma era más que un club de fútbol. Era parte de nuestra familia, nuestra sangre, nuestras almas.”
Si la juventud reconoce y valora sus bases y sus orígenes, estará dispuesta a luchar por ellas, a preservarlas, y a transmitir ese mensaje a sus pares y a sus hijos.
- Segunda enseñanza:
El valor de la familia.
“Se me puede definir como un animal de costumbres. Dejé la casa de mis padres sólo cuando me casé.”
Quien valora y cree en su familia estará presto a defenderla y a conservar los principios que la soportan. Esto se reflejará en los distintos momentos de su vida y redundará una sociedad más noble, justa y amable.
- Tercera enseñanza:
El reconocimiento a la madre y el amor eterno hacia ella.
“Fue mi madre la que me llevaba a entrenar. Fuera del campo, me esperaba. Me esperaba dos, tres, algunas veces cuatro horas mientras entrenaba. Esperaba en la lluvia, en el frío, no le importaba. Esperaba para que pudiera cumplir mi sueño”.
Las culturas paisas e italiana comparten el amor por la madre. Este es un valor con un toque freudiano que debe ser reforzado con el reconocimiento al padre y por ende a la familia. Cuando las figuras del padre y de la madre son reconocidas en una sociedad, ésta será más sana.
- Cuarta enseñanza:
La importancia de tener una pasión.
“Desde la infancia el fútbol era para mí mucho más que una simple pasión: era ambicioso y quería que se convirtiera en mi profesión”.
Poseer una pasión es un elemento que ayuda a tener ambiciones, a buscar metas y a construir sueños. Quien es capaz de tener una pasión en un deporte también es capaz de tenerla en su comunidad y en su trabajo.
- Quinta enseñanza:
El orgullo de vestir la camiseta del club amado por su familia.
“Cuando entré en el campo por primera vez me sentí abrumado por el orgullo de jugar para mi ciudad, para mi abuelo, para mi familia”.
Sentir orgullo alimenta la autoestima y así mismo fomenta el valor de la lealtad y el compromiso por luchar por lo que se ama. Quien aprende a ser leal tomará esta línea de conducta para las diferentes actuaciones de su vida.
- Sexta enseñanza:
La decisión de renunciar a ofertas millonarias por el amor a La Roma.
“Al final fue la conversación que tuve con mi familia, la que me recordó en qué consiste la vida. El hogar lo es todo”.
Cuando el dinero deja de ser la principal opción se puede decir que un ciudadano está llegando a un estado ideal para vivir en una comunidad menos interesada en los bienes materiales y por ende menos metalizada.
- Séptima enseñanza:
El amor eterno por Roma y todo lo que representa.
“Roma representa mi familia, mis amigos, la gente que amo. Roma es el mar, las montañas, los monumentos. Roma, por supuesto, son los romanos”.
El amor implica lealtad, entrega, sacrificio y madurez en un grupo social. Quien ama está en capacidad de perdonar y de reconciliarse con sus enemigos.
Espero que las enseñanzas de Totti sirvan como herramientas pedagógicas para los niños y jóvenes de la Institución Educativa Pedro Octavio Amado, y así mismo para las diferentes escuelas de la ciudad que quieran reforzar las imágenes de referentes positivos entre sus alumnos.
Esta fue una columna libre e independiente de Diego Germán Arango Muñoz, Ingeniero, Psicólogo y Administrador Turístico, profesor de la Universidad Nacional y consultor en Mercadeo Gerencial.