Hoy me levanté de la misma forma que lo hago siempre, mirando al techo de la misma forma que ayer, antier y así hasta llegar al día que me dijeron que el niño Jesús era un engaño más elaborado que protagonistas de nuestra tele (día feo aquel). Puse una pata en el piso y el frío se puso en mí, subió hasta no más arriba del talón, me tiré a la ducha, me tiré el cereal a la boca, me metí crema mentolada con un leve toque de eucalipto entre las muelas, y a la calle.
El bus estaba en guerra, no solo por su esfuerzo en recolectar pasajeros y de esta forma hacerle honor a una lata de salchichas zenú, sino por la disputa de olores que adentro se sentía, marihuana de baja calidad, sudor, jabón de descuento y el olor característico de esta hermosa ciudad: desesperanza. En aquel atentado a las fosas nasales, tan solo comparable con la pijama de un sultán, alguien le puso puntos suspensivos al bus… una señora con maquillaje de boxeador apaleado subió las escalas y pagó su pasaje, la razón de los puntos suspensivos fue la misma que le dificultó el paso por la máquina registradora, bueno eran dos razones, pero eran indudablemente simétricas y con un campo gravitatorio propio que ejercía sus fuerzas en todos los ojos de los hombres. Era un culo gigante, si me tomase este escrito en serio incluso diría que se sentía el aire rebosante de testosterona.
De súbito caí en cuenta de un hecho contundente: ¡no me importaba! Una crisis existencial me envolvió, ¿Cómo era posible que yo siendo un ente masculino según el acta de nacimiento no me interesara en el trasero, protagonista de la travesía, cuestioné mi sexualidad y mi religión también; no entendía porque se llamaba “santísima trinidad”, si el verdadero Dios de esos pasajeros estaba conformado por una dualidad. Para disipar ese sentimiento tan terrible conecté mis audífonos a mis orejas, pensaba en hacer sonar una radio estación y que con las canciones se fuesen diluyendo mis cuestionamientos. Maldita sorpresa, la música pop desechable y plástica que tanto me gusta escuchar estaba llena de nalgas: en el título, en el video, en los acordes, en la melodía, en todas partes; dicen que incluso hacen uso de los mencionados como instrumentos de percusión. ¡Qué creativos!
Llegué a mi parada me bajé y continué con mi día sin pensar mucho, pensar es mal negocio, mejor me fumé un cigarrillo y respiré con calma hasta la hora de volver a casa. Eventualmente llegó y bueno, aquí estoy yo, hundiendo teclas frente a esta pantalla que me mostrará más y más de los protagonistas de este escrito; y aquí estoy yo, un ser residual que encuentra desagradable tanta carne rellena de silicona; y aquí estoy yo sentado en mis nalgas, pensando en mi encuentro cercano con los seres de este planeta que se mueve al son de aquellos que saben mover su santísima dualidad.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://alponiente.com/wp-content/uploads/2014/12/LUIS-MANUEL.jpg[/author_image] [author_info]Luis Manuel Gutiérrez Me gustan las uvas, el olor a grama y el agua fría. Tengo 17 años, me siento de 27 y lamentablemente para la compra de alcohol parezco de 15. Hablando de política entre izquierda y derecha prefiero el cuarto álbum de nirvana. Una vez me llamaron neo-hippie consumido y me dolió o sea que debe ser cierto. Creo en dios pero todavía no nos tenemos confianza. Mi mayor miedo es la ley del eterno retorno y recurrencia.[/author_info] [/author]
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