¿En qué terminarán las elecciones en los EE. UU?

La reciente carrera por la presidencia de los Estados Unidos ha estado marcada por momentos bastante convulsos, giros inesperados, cambios de candidaturas, intentos de asesinatos, posiciones extremistas y sobre todo por un alto grado de incertidumbre sobre si la democracia estadounidense está lo suficientemente saludable para garantizar unos comicios en tranquilidad, en los que la decisión de los votantes sea respetada y aceptada, cualquiera sea el ganador o ganadora.

Quizás la última aparición elocuente y vigorosa del presidente candidato Joe Biden fue en el discurso del estado de la Unión ante el Congreso de los EE. UU. en marzo de 2024. Allí se concentró en exaltar los valores democráticos del pueblo estadounidense, la defensa de las minorías, exaltó la importancia de seguir liderando un orden global que proteja al mundo de Rusia y China. Declaró su apoyo decidido a Ucrania, recalcó el valor estratégico de la OTAN para la preservación de la seguridad en el mundo. Y presentó un balance económico favorable de la era postCOVID en los EE. UU. enfocándose en la unidad y protección de la clase trabajadora norteamericana. Y concluyó el discurso diciendo:

Y seremos más fuertes dentro de un año de lo que somos hoy… Ahora es nuestro momento de enfrentar y superar los desafíos de nuestro tiempo… Y lo haremos, como un solo pueblo (La Casa Blanca, 2024).

Todo parecía indicar entonces que Donald Trump tendrían un contendor fuerte que le disputaría la presidencia de una manera reñida hasta el último día de campaña.

Sin embargo, los meses siguientes serían toda una montaña rusa de acontecimientos. Trump fortaleció su ofensiva discursiva y comunicacional – que además lo hace muy bien – en contra de Biden y culpó a su administración de fracasar en una política de protección y seguridad para los estadounidenses. Por otro lado, comenzaron a hacerse más evidentes los deterioros de salud de Biden en los eventos públicos, cada vez se le veía más afectado y con una capacidad mental bastante cuestionada.

Pero el momento en que se hizo inocultable que Biden no estaba en condiciones físicas para afrontar la campaña de reelección y mucho menos otros cuatro años de mandato, fue durante el debate presidencial del 26 de junio. El desempeño del presidente fue un fracaso, dando muestras de debilidad ante un Trump que lució avasallante y logró capitalizar a su favor este espacio de debate. Diera la impresión que fue más bien un debate en el que expusieron a Biden para probar su incapacidad y tener argumentos para sacarlo del juego.

En las semanas siguientes en el partido Demócrata se debatían internamente si debían continuar apoyando a Biden, varios patrocinadores y congresistas se hicieron a un lado y le pidieron a Biden en público y en privado que retirara su aspiración a la presidencia. Aunque Biden insistía que iría hasta el final de la campaña y no declinaría.

Después vendría el cinematográfico intento de asesinato de Trump. E irónicamente, ha quedado la sensación que esa bala que esquivó Trump, terminó impactando a un Biden muy disminuido.

De manera sorpresiva el presidente Biden informó que estaba enfermo y se había contagiado de COVID, días después; el 21 de julio, Biden renuncia a su aspiración en una carta publicada en la red social X, no da ninguna declaración oficial por los medios de la Casa Blanca, ni realiza un vídeo o rueda de prensa en la que oficialice su renuncia a la reelección. Solo fue a través de una publicación en su perfil en una red social -que probablemente ni él mismo maneje- cosa bastante inusual para una decisión de esta envergadura.

Y ahora todo ha dado un drástico giro y mágicamente la vicepresidenta Kamala Harris resulta como la más opcionada para reemplazar a Biden. Los sectores corporativos y mediáticos de los demócratas han declarado su respaldo Harris. Al punto que su equipo ha logrado recaudar 81 millones de dólares en donaciones para su campaña en solo 24 horas después de la declinación de Biden. Y en las encuestas o mediciones políticas comienzan a mostrar a Harris por encima con un 44% y Trump con un 42%.

Lo curioso de este encumbramiento de Kamala Harris – o la “Ke Mala”- como le dicen algunos, es que justamente no es una candidata, ni una vicepresidenta que goce de gran popularidad o aceptación. Ha sido bastante cuestionada por su pobre desempeño en la vicepresidencia y se le tacha por su cercanía y respaldo al gobierno sionista de Israel. Además, la persiguen sus posiciones contradictorias cuando fue Fiscal del estado de California, sectores activistas por la defensa de los derechos de los afroamericanos, la señalan de no haber prestado suficiente atención a los casos de abuso policial en contra de la comunidad negra.

Todo indica entonces que los Demócratas se jugarán su última carta con Harris. Lo particular es que se puede repetir el fenómeno de 2016, cuando las encuestas y los demócratas insistían hasta el cansancio que Hillary Clinton le llevaba una gran ventaja a Trump y le ganaría sin duda alguna. Y terminó ganando Trump porque consiguió un mayor número de delegados en el Colegio Electoral de los Estados Unidos.

Ahora queda la pregunta. Un Trump que viene fortalecido después de haber sobrevivido un intento de asesinato, y que cada día suma más sectores con posiciones extremistas, nacionalistas y que insisten en propuestas de endurecimiento de las leyes antinmigración. ¿Ese Trump de postura autoritaria estaría dispuesto a aceptar una eventual derrota de manera pacífica? ¿Sus seguidores respetarían los resultados electorales?

Todo es muy incierto y bastante inestable a futuro, cualquiera sea el desenlace, infortunadamente pareciera que puede abrirse la puerta a una posible espiral de violencia al interior de los EE. UU. o incluso a una guerra civil. Esperemos que no termine de esta manera.


Todas las columnas del autor en este enlace: Juan David Roldán Álvarez

Juan David Roldán Álvarez

Politólogo (egresado UdeA), estudiante maestría en Asuntos Internacionales - Universidad Externado de Colombia. He sido asesor en el Congreso de la República de Colombia, asesor en temas de paz, DDHH y estrategias políticas electorales. Escribo sobre asuntos internacionales, agenda global, seguridad y defensa. También sobre la actualidad política en Colombia.

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