La expansión de la pandemia en los últimos días ha cambiado en gran forma las dinámicas sociales de todos los países del mundo, la forma en como nos relacionamos entre nosotros ha sufrido trasformaciones inesperadas, Colombia no podia ser la excepción.
Cuando se avecinaron en nuestro país los primeros casos de contagio, las acciones para evitar su propagación no tardaron mucho en llegar. Los gobiernos locales y regionales tomaron decisiones autónomas al ver la demora de Iván Duque.
En nuestro departamento se decretó la cuarentena por la vida y este fue el inicio de unos cambios, que aunque se dieron de forma pausada, fueron modificando tradicionales costumbres y paisajes, que han sido muy familiares para los antioqueños.
Fue usual entonces ver como los parques de varios municipios quedaban desolados, la ausencia de señores con sombrero y poncho tomando café en los bancos y en los establecimientos cercanos se percató también, hasta que de forma inminente muchas personas se vieron enfrentadas a la desolación total en las calles y caminos de sus pueblos.
Las casas antiguas, las bellas iglesias, ahora solo son construcciones vacías, sin vida, sin alguien que las transite. El habitual sonido de las campanas de las iglesias solo es escuchado por pájaros que habitan los tejados.
En Antioquia se tomaron medidas de precaución como el confinamiento, dichas medidas han tenido buena acogida en los habitantes de algunos municipios, pero en otros han tenido como principal obstáculo la desigualdad.
Regiones como el Bajo Cauca y el Urabá Antioqueño venían presentado problemáticas de inseguridad preocupantes que no habían sido solucionadas, solo en diciembre del año pasado fue hallado un cuerpo decapitado en el rio Nechí cerca al corregimiento de Puerto Claver en El Bagre.
La presencia de grupos armados en Urabá y el bajo Cauca continúa siendo una constante. Sumado a esto las poblaciones muchas veces no cuentan con trabajos dignos es allí cuando optan por buscar en el trabajo informal, la minería artesanal, y el cultivo de la tierra, fuentes de ingresos que a veces no logran suplir sus necesidades.
Situándonos por un momento en este panorama, es importante preguntarnos si realmente lo más importante para un habitante de estas regiones es evitar contagiarse del covid-19, la respuesta seguramente será un no rotundo.
En los territorios olvidados se han acostumbrado a vivir en medio del miedo, y hoy aún tienen demasiadas preocupaciones. Las realidades allí son crudas, los centros de salud ineficientes, la atención precaria, todo esto da cuenta de las deudas históricas que se existen y persisten, no solo con estas regiones del departamento, sino también con los campesinos antioqueños.
El año pasado según datos el Departamento de Planeación de Antioquia, un poco más del 74% del total de áreas rurales no disfrutaba de acueductos que potabilizaran el agua, cifras alarmantes teniendo en cuenta que hoy la esperanza recae en las manos de nuestro sector campesino.
Claramente las medidas de cuarentena tienen como principal objetivo la reducción de la propagación del virus, pero tristemente no se puede desconocer que limita las posibilidades de supervivencia de muchos, que se ven enfrentados a arriesgar su vida para poder alimentarse.
Los actos de solidaridad se valoran mucho más en tiempos como estos, pero se hace necesario que el Estado ponga sus ojos en aquellos que por años han sufrido condiciones desfavorables.
Yo espero que vieja y bonita costumbre de apoyarnos entre nosotros siga vigente. Antioquia somos todos, y en épocas como estas debemos ser solidarios con aquellos que menos tienen.