“Esta ha sido mi segunda oportunidad en Nueva Zelanda, y no deja de ser algo extraño la soledad de las calles, la presencia constante del frío, incluso en primavera, y la belleza que parece brotar de cualquier esquina”
En medio de un mundo cada vez más interconectado, la experiencia de ser migrante siempre se me hace compleja. Mi situación actual como residente en Nueva Zelanda, forza mi capacidad de asombro cada vez que me encuentro con nuevos aspectos de la cultura neozelandesa, de sus habitantes, de la forma como está organizada la sociedad, o como se entrelazan las contradicciones de un país donde que propende por la amabilidad, la inclusión y la tranquilidad; en un mundo cambiante y competitivo.
Bien, mi apreciación como toda opinión es limitada, y moldeada por la experiencia; no obstante, a manera de contexto puedo decir que Nueva Zelanda es un país ubicado en el continente de Oceanía, muy cercano a Australia, a las islas del pacífico, y al Polo Sur. Se viven las 4 estaciones, al no pertenecer al trópico, y si algo es constante en el clima es el cambio. La temperatura cambia cada tres meses -de primavera a invierno-, o cada dos semanas, y también… suele moverse durante el día, algo que es conocido como four seasons day. En el mapa, el país está compuesto por dos islas, la Isla Norte y la Isla Sur, en medio del Océano Pacífico.
Esta ha sido mi segunda oportunidad Nueva Zelanda, y no deja de ser algo extraño la soledad de las calles, la presencia constante del frío, incluso en primavera, y la belleza que parece brotar de cualquier esquina. Los kiwis, que en su mayoría son caucásicos, suelen ser cordiales, y de actitud desprevenida, pero claramente reservada. Muchas de las conversaciones que he tenido con ellos, suelen carecer de la intimidad y la espontaneidad de los latinos. Es casi como hablar con alguien, al otro lado de un vidrio sellado. Aún así, su actitud está lejos de ser discriminatoria, y su disposición hacia la humildad, suele distanciarse de otros países europeos donde el racismo aún persiste.
Los kiwis, como también se les denomina a los neozelandeses, son descendientes de colonizadores e inmigrantes británicos y población nativa. Nueva Zelanda cuenta con población indígena reconocida como Maori, descendientes de los primeros pobladores de Aotearoa. Por otra parte, existe una importante comunidad de migrantes del continente asiático, en donde se cuentan chinos, indios, coreanos, japoneses; además de africanos, latinos y migrantes del medio oriente.
La población Maorí es uno de los rasgos más interesantes del país, a mi parecer. Esta cultura es promovida a partir de diferentes iniciativas gubernamentales como la enseñanza del idioma Maorí en la educación básica y universitaria, la existencia de medios de comunicación dedicados a la difusión y promoción de la cultura indígena y representación política en el parlamento, entre otros. A pesar de ser considerado un grupo minoritario en relación a otros, cuentan con un 16.5 % (775.836 habitantes) del total de la población. Los Maoríes, los paisajes naturales y el rugby, parecen ser de los rasgos que más llama la atención de New Zealand.
Vivir en Nueva Zelanda es una experiencia cambiante. No hay una única forma de hacerlo. En el caso de los colombianos, muchos llegan al país por medio de visas de estudiantes. Es un proceso más intrincado en comparación a otros grupos, ya que el acceso al trabajo es parcial mientras se está estudiando. En este punto, muchos quienes desean quedarse en el país, se ven forzados a trabajar en tareas donde el idioma no sea una barrera; los trabajos de mantenimiento o aseo son al parecer uno de los oficios más asequibles para los migrantes.
En la medida en que las personas mejoran su nivel de inglés y se adaptan a la cultura neozelandesa en su conjunto, pueden tener más posibilidades de emplearse en trabajos donde exista sponsors, o trabajos calificados donde puedan obtener visas de trabajo. En estas condiciones, el inmigrante puede trabajar a tiempo completo, y permanecer en el país durante un año. Diferente es el caso de otros latinos como los chilenos o los argentinos que pueden acceder a Working Holiday Visa, que les permite estadía y acceso a trabajo, mientras conocen o recorren el país, con una duración de 12 meses, sin verse en la necesidad de estudiar.
El proceso de migrar tiene muchos más contrastes de lo que se esperaría. Es claro que requiere de paciencia, insistencia y apoyo, este último es vital ya que muchas veces son los grupos de inmigrantes o de latinos los que ayudan a mejorar las condiciones para que las personas recién llegadas puedan continuar en el país, o eventualmente se queden. Quienes optan por quedarse, tienen que sortear una gran variedad de retos, que van desde la movilidad, el idioma, el clima, la cultura neozelandesa, la sensación de aislamiento, la adquisición de nuevas habilidades en el trabajo, por mencionar algunos.
Así pues, en mi opinión Nueva Zelanda, es un país donde la migración no supone un camino fácil, especialmente, para los latinos quienes no son el grupo más numeroso en el país. La migración más sólida viene de los asiáticos, que en el último registro oficial llegan al 15.1%, después estarían los habitantes de las islas del pacífico (8.1 %), y luego vendrían los africanos, árabes y latinos en conjunto (1.5 %). De esta forma, el número reducido de población latina hace parte de uno más de los retos que los hispanos hablantes deben afrontar.
Posiblemente, países considerados del primer mundo, o de economías desarrolladas, en donde está Nueva Zelanda o Australia, suelen generar mucho interés especialmente entre latinos. La posibilidad de mayores ingresos, mejor calidad de vida, de adquirir un vehículo propio con mayor facilidad, y los bajos índices de violencia, suele ser totalmente atrayente para muchas personas. No obstante, todos estos beneficios de un país del primer mundo, vienen acompañados de muchos sacrificios que no suelen ser visibles a los demás hasta que se viven en carne propia.
Actualmente, las nuevas condiciones migratorias de Colombia, le han facilitado a muchas personas salir del país, conocer otros lugares, y tener una perspectiva mucho más compleja de otras culturas y de otras formas de estar en el mundo; no obstante, ser turista es muy diferente a ser inmigrante. Con los primeros, la intención es viajar y disfrutar su experiencia tanto como sea posible; para los segundos, la persona o personas tienen la convicción de construir un nuevo hogar en el país, y deben invertir unas grandes cuotas de esfuerzo, para obtener los beneficios de vivir en un país del primer mundo.
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