«Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión». Artículo 19, Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El derecho a la opinión y a la información, son fundamentales dentro de toda sociedad democratizada, puesto que se considera que una sociedad sin medios de comunicación libres, no es una sociedad democrática; ya que no cumple con el principio de la pluralidad de pensamientos y criterios, que son en sí los que nutren esa democracia participativa, que construye el mismo pueblo soberano.
En la actualidad, gracias a la virtualidad, se puede decir que existe una diversidad de información, que es precisamente, aquella que a diario es analizada por millones de personas, que crean y fortalecen su opinión; bien sea basada en sus convicciones, valores y creencias, las cuales son desconocidas en su gran medida por otro millar de personas. Y es gracias a la velocidad e inmediatez que permite la virtualidad, que la información puede llegar a diferentes lugares; generando entonces, la necesidad de crear un nuevo número de reglas, que hacen que la información sea tratada con la importancia y decoro necesario para cada tema. Sin querer decir que por ello, el derecho a opinar se tenga afectar o censurar; al contrario, es gracias a estas nuevas plataformas comunicativas, que la opinión ha adquirido la importancia suficiente para ser defendida desde el respeto al discernimiento.
La mayoría de columnas de opinión, versan sobre temas políticos; en ellas la mayoría de veces se alaba o se critica fuertemente una postura o decisión gubernamental. La aceptación o la discrepancia sobre esa postura o decisiones gubernamentales, son un derecho reconocido, por ello, es válido salir a la luz pública y compartir ese pensamiento con otros, sin querer decir que la información contenida en esa columna es la verdad absoluta; pues para nadie es un misterio que no todos pensamos igual, y las opiniones son eso, OPINIONES, no verdades absolutas.
Escribir una columna de opinión no es algo tan fácil como muchas personas lo suelen ver; el ejercicio de construir una opinión y tener buenas bases para defenderla; llevan muchos momentos de escritura, reflexión y preparación, para que de esa manera esa información compartida sea de gusto de los lectores; quienes están en todo su derecho a aceptar o rechazar. Sin embargo, la exigencia y responsabilidad de ese tipo de columnas, no es solo para quien escribe, sino también para el medio de comunicación que la comparte; pues la reputación del medio que comparte la nota, también se puede ver afectada por la calidad informativa que suele compartir; entendiendo también que la información siempre deja abierta la posibilidad de influir sobre terceros, quienes son los que al final deciden su acepta o repudian las opiniones compartidas.
Por ello, a la hora de informar y de opinar, no todo es válido; ya que toda libertad acarrea siempre una responsabilidad; y dentro del ejercicio periodístico, el límite es algo escueto, pero sencillo: nuestros derechos terminan donde empiezan los de los demás. Todos podemos opinar y decir lo que pensamos, pero tenemos que ser conscientes que nuestras opiniones generan escoyos en otros, y no por ello, el único responsable es el medio que lo publica, sino que también lo es quien emite ese juicio de opinión.
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