En clave de perdón…

He aprendido de las sombras, los fantasmas del poder que atormentaron mi presencia, y en una decisión me aborda la responsabilidad por mi existencia.

Aquella noche menos larga, sentí el calor de su presencia casi acercada en las palabras y la piel, toda pasión fue bella en cada instante, no evité el miedo cuando al partir nuestros caminos ya eran distintos. Callé, la sensación de que mi vida cambiaría para siempre.

Supe del dolor menos distinto, impotencia de querer con las heridas, ¿cómo no manchar en un abrazo?

Conocí un lenguaje menos turbio que el silencio, los aullidos casi mudos del poema que resuenan como eco en los abismos de la memoria, hechos de traumas al olvido. Tuve la confianza de llorar otros dardos en el alma que mataban lentamente. Sin acariciar la gratitud por la dulzura que cicatrizaba las heridas que ya no nota el cuerpo.

Buscándome en formas para lo indefinible, en la inocencia que atraviesa la esperanza entre lo humano, temiendo no volver para el encuentro tras el paso de los días. Fui corriendo hacia un tropiezo con la roca de asumirme tan completa, a veces se es pequeño para la vida hasta la muerte. Me vi envejeciendo entre sus manos.

Escondí en la luna sentimientos, que más tarde arderían como herejía por un rechazo sentenciado entre terrestres, creer que vendría la paloma para ungirme mientras mis piernas se quemaban, aquella fe es la que me narra ahora después de la agonía.

A comprender la distancia con metáforas que sujetaron mi autoestima de las dudas, destruyendo mentalmente lo que yo ya no sería, me hice fénix al amar estas cenizas de un mundo que se apaga. Nadie es lo que acontece, más aprende a ser con eso. Me arrepiento de las veces en que acepté no merecer al despreciarme.

Me visita con las lágrimas lo habitual de este recuerdo, al esfumarse de mi historia, que por primera vez me sobrepasa. Un – perdón – que me atraviesa las oraciones manifiestas, en nuestros nombres, libertad. La privación en su mirada define la miseria, la pobreza como ausencia del cariño que nunca es digno de comprar.

Testimonio es la armonía de este pacto descarnado, el absurdo de las verdades discutibles, que exhortan la consciencia por exceso. Juegos de probabilidades que rompieron con las reglas, yo insisto en creer que se pueden crear, de acuerdo; con voluntad. Fallar para entender cómo no puede funcionar.

Vi entre sus ojos lo bonito, etéreo como el cielo, sin dimensionar el sufrimiento que ha de causar la fantasía. Queriendo(me) en el valor de sentir la no correspondencia entre sus labios y los míos, noción de pérdida era la sed de tal deseo. Restaurando mi corazón que alguna vez fue hierro hasta sus brazos, se hizo luz mi humanidad al conocerle.

Convivo con la frustración de las decisiones por inercia, aguardando con prudencia el tiempo por venir, mientras sano conmovida errores al medrar, añorando íntimamente una oportunidad para decirlo…


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María Camila Chala Mena

Poeta. Abogada con énfasis en Administración Pública y Educadora para la Convivencia Ciudadana, Especialista en Gerencia de Proyectos y Estudiante de Maestría en Ciudades Inteligentes y Sostenibles. Fundadora de Ágora: Laboratorio Político. "Lo personal es político".

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