Siempre es bienvenido el debate académico con documentos de análisis, pero tengamos cuidado en pasar tan rápidamente de meras hipótesis a políticas de gobierno.
Como en la canción “a veces sí, a veces no” parece ser la relación entre el gobierno nacional y el sector empresarial. Por un lado, se hace un llamado al “Acuerdo Nacional” y se realizan esperanzadores encuentros con los grandes “cacaos”, o se invita a los gremios a discutir la posibilidad de una nueva reforma tributaria que reduzca la tasa de impuestos corporativa; y por el otro lado, se dice que se necesita subir los impuestos para financiar la reforma a la salud o se comparte una nueva “reflexión filosófica” sobre cómo las utilidades del sector empresarial fueron generadoras de la inflación en el país, anticipando mensajes muy delicados como la posibilidad de impuestos adicionales a las ganancias o medidas de intervención en los mercados. Se pregunta uno, y ¿al fin qué? ¿Se quiere o no se quiere construir confianza para motivar la inversión?
Inquieta igual, que nuevamente se traducen “reflexiones filosóficas” como la de cambiar la regla fiscal o modificar las funciones del banco central, en expresiones oficiales de actores de política pública, mezclando el atril del debate académico (que puede ser válido), con el atril del hacedor de política económica. En este caso, un estudio de académico de la dirección de política macro de minhacienda, donde se puede rebatir la argumentación, metodología, conclusiones o aproximación sobre Seller´s inflation en Colombia, se convierte en el sustento para un comunicado oficial del ministerio, donde ni siquiera se debate el documento, ni se abre al análisis público.
Esto es peligroso, porque como sucedió en el caso de la propuesta de ajuste a la regla fiscal, envía un pésimo mensaje a los inversionistas, a las calificadoras de riesgo o en general al sector empresarial. Y mucho más en un momento donde necesitamos prudencia en los mensajes para construir confianza y con ello recuperar la senda de crecimiento de la inversión privada (que lleva tres trimestres en caída libre). Tanto que, luego de esa curiosa teoría de endilgarle la inflación al sector empresarial, el Consejo Gremial en pleno tuvo que descalificar el estudio, y por ende el comunicado oficial de Hacienda, por imprecisión, sesgo, ligereza y precipitud, con un llamado de atención a que estos mensajes desconocen el sector empresarial y desincentivan la inversión. ¡Grave!
La verdad es que los hechos demuestran cosas distintas. El comportamiento del IPP y del IPC demuestran que, al contrario, luego de la pandemia, el sector empresarial tuvo que asumir mucho de la inflación de costos y no se la trasladó plenamente a los consumidores. Dicho de otra manera, el sector empresarial se tragó con pérdidas buena parte de la inflación que vivió en insumos, tasas de cambio y otros costos. Si hubo algunas mejoras en excedentes durante y luego del COVID, fueron el resultado de mayor demanda, crecimiento, estímulos o subsidios recibidos durante el COVID, y unos costos financieros bajos durante la pandemia.
En conclusión, siempre es bienvenido el debate académico con documentos de análisis, pero tengamos cuidado en pasar tan rápidamente de meras hipótesis a políticas de gobierno, y si queremos un “acuerdo nacional” no crucifiquemos al sector empresarial, que fue clave en la exitosa reactivación económica del país.
*Rector Universidad EIA
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