Empatía, aquello de lo que todas hablan y que aún no conocemos

Pedir empatía en un país tan desigual como Colombia parece jugar al ajedrez, analizando la movida para por fin gritar “jaque -mate”. Si bien es cierto que los factores geográficos también influyen en potenciar la desigualdad, hay culpas con mayor peso, políticas gubernamentales que poco hacen para corregir la brecha, aquella que separa más las condiciones de vida de la población rural.  Políticas sociales que carecen de resultados. Y, ¿Qué decir de la población en situación de pobreza? Estos sufren en mayor medida los resultados de la crisis económica, siendo discriminada por tratarse de población rural, pesando sobre ella el estigma y la tiranía.

De igual forma, la burocracia estatal también hace el hoyo para el campo, olvidando mostrar resultados nacionales, dejando para luego las actuaciones en las áreas rurales, una situación que demuestra menor capacidad de incidir en tierras lejanas como La Guajira (para no irnos muy lejos) donde los niños mueren por desnutrición y la gente no ve las maravillas del agua potable. Nada más equivocado que aquella visión superficial que argumenta que, como el país se urbanizó, lo agrario, lo rural, ya no es importante. ¡Qué desagradecidos somos pensando que los intereses del campesino no son los nuestros!

Según el Banco mundial, en el año 2017 Colombia era el segundo país con mayor desigualdad, así mismo lo sostuvo la organización para la superación de la pobreza Techo, la cual indicó que desde 2002, “en el país han disminuido los índices de pobreza, pero ha aumentado la brecha de desigualdad, pues 10% de la población más rica gana cuatro veces lo que gana el 40% más pobre”. Además, añadió que: en Colombia, 13,5 millones viven en condición de pobreza, es decir, que no tienen acceso a servicios públicos básicos y no viven en condiciones dignas.

Para el año 2018, Gabriela Ramos, directora general de la OCDE comentó que: “Colombia es el país más desigual de América Latina por su alta concentración de ingresos. Y no se trata de la medición que habitualmente se hace utilizando el Coeficiente de Gini. Es decir, se observaron las brechas en la distribución del ingreso, lo que permitió centrar la atención en las diferencias regionales del país y la baja calidad en el acceso a trabajos de buena calidad.

Conforme a lo anterior, el sociólogo europeo Göran Therborn pronunció que: “La desigualdad mata, mata a quienes están más abajo en la distribución, dándoles menor esperanza de vida, por ejemplo. También inhibe la generación de capital humano (¿cuántos posibles médicos habrá en las regiones más pobres de Colombia?) e impide que el crecimiento les llegue a todos porque solo algunos lo acaparan. Pero, tal vez lo más interesante es que la desigualdad puede tener efectos negativos para los más privilegiados, entre ellos violencia, miedo a usar el espacio público, altísimos costos en seguridad y educación y hasta una peor salud”

Es entonces, que resurge el termino empatía, según lo define el Diccionario de la Real Academia Española, “la empatía es la capacidad que tenemos de ponernos en el lugar de alguien y comprender lo que siente o piensa. … Evidentemente, cuanto mayor es el lazo que nos une con el individuo con quien empatizamos, mayor será nuestra comprensión de sus emociones”.

Y es esto lo que hace que nos replantiemos, y evaluemos las acciones que tenemos como ciudadanos.  En nuestro país aunque somos “los más felices” somos menos compresibles, creemos que todo está bien para todos, nos da pánico pensar como tendremos que afrontar las realidades, y sí, queremos que ser solidarios con padre nuestros ajenos, tocar nuestro bolsillos para dar un pan está sujeto selfis que ayuden a enaltecernos, buscamos culpables por allí y por allá, como si sólo hiciéramos parte de un país para llenar espacios y viajar en metro, para adornar paredes con títulos. Somos tan buenos ocupándonos, pero seguimos siendo perversos, aún no nos adaptamos a nuestro rol en la sociedad, pensamos en ayudar cuando nuestros interéses se ven en quebrantados, pero pocas veces y sin generalizar lo hacemos pensando en que el otro merece estar mucho mejor.

Andrea Ochoa Restrepo

Comunicadora Social- Periodista con énfasis en Educación de la Universidad Católica Luis Amigó.
Maestreando en Economía Aplicada Eafit
Apasionada por las letras, el periodismo investigativo y los viajes como una forma de conocer el mundo.