Justificar las virtudes del disenso, una especie de elogio al conflicto, es una postura puramente Hegeliana.
Cuando se plantea el reconocimiento de la necesidad del disenso, del conflicto, lo que se está planteando es que no hay proceso social ni de conocimiento, ni de ningún tipo que no implique medirse con aquello que lo contradice, porque si uno sencillamente se dedica a hacerse eco de sus propios principios, de sus propias palabras, de sus propios razonamientos termina en un monólogo y en una imposibilidad de llegar a un diálogo que enriquezca; el diálogo supone la existencia de otro. La idea del otro es una idea muy complicada de aceptar para quienes no tienen capacidad de reconocer que existen posiciones diferentes a la propia, el otro nunca puede pensarse como una extensión de uno mismo. El problema de los antidemocráticos es que eliminan la otredad, eliminan a otro en cuanto otro y solo aceptan aquellos que son parecidos a sí mismos.
Entonces la virtud que tiene el conflicto, la virtud que tiene la diferencia con alguien, es que nos permite entender que nosotros somos una posición frente a otra posición, y ese otro tiene las mismas condiciones de verdad que nosotros pretendemos tener para nuestra perspectiva.
En esa medida toda relación social que acepte a otro es una relación de lucha, ahora bien, esa relación de lucha no significa una relación de exterminio o una relación de exclusión, si se entiende que, para poder progresar en el conocimiento, progresar en la política no puede quedarse simplemente en el monólogo de sus propios principios y dialogando con sus propios valores, pueden ser muchas personas pero si todas piensan igual entonces no hay ningún tipo de movimiento del pensar porque el pensamiento sencillamente se está rodeando a sí mismo. La única forma capaz de sacar al pensamiento de ese círculo vicioso es la presencia de alguien que no pertenezca a la mismidad, al nosotros, sino que pertenezca a lo otredad, pertenezca a una forma de pensamiento diferente a la mía.
Cuando esa forma de pensamiento aparece amenaza la entereza, la integridad de mi juicio, si no se tiene la fortaleza de enfrentar esa amenaza es porque entonces el pensamiento de sí es muy débil, la virtud de la aparición del otro y la aceptación de que existe también es una especie de auto examen de la fortaleza que tienen las posiciones propias, porque si yo no me siento amenazado con la existencia de un otro es porque estoy bastante convencido de mis posiciones y porque además me interesa saber cómo piensan aquellos que se oponen a mis ideales, no tanto para dominarnos sino para encontrar en su pensar alimentación para el mío, para aumentar la potencia de mis pensamientos en aquellos que he considerado que son los antagonistas de mi forma de comprender las cosas.
En esa medida es que se puede llegar a avanzar, cuando se tienen esa conciencia de que existe un otro y ese otro no es reducible, ese otro es necesario, cuando entiendo que el otro es necesario para mi propio proceso, ya hablamos del disenso, el disenso o el antagonismo, es decir, la relación con un otro que no busca eliminarlo, como si busca contradecirlo.
Del otro depende mi integridad, el otro me permite entender cuál es mi diferencia respecto de las demás formas de pensamiento y en el intercambio surge el diálogo rico en posiciones serias, maduras. Cuando no se tiene temor a escuchar al otro, cuando no se actúa desde la fragilidad, entonces se puede valorar la posición de aquel con quien difiere como una posición desde la cual es posible construir una mejor posición propia.
El elogio del disenso no es así una promesa de una democracia total, que subsuma las diferencias, porque todo aquel o aquella postura política que pretenda que las diferencias sean conciliadas de forma absoluta lo que quiere es construir una totalidad compuesta por mismidades, por gente de pensamientos siempre iguales.
El problema de la democracia de Instagram y Twitter es que plantea que no hay que tener conflicto, que hay que buscar siempre los puntos comunes, y la dificultad de ese tipo de pensamientos es que va buscar la unificación de la totalidad de la sociedad, del pensamiento en un mismo conjunto, y si se busca eso, lo que se está buscando es la unificación de todas las posiciones en una sola, en la propia, y a eso en épocas pasadas, en filosofía política, se le llama autoritarismo, fascismo, nacismo. Una unidad que es igual de extensa a toda la sociedad.
Las virtudes de la política antagonista, la política del disenso es que reconoce la necesidad de la existencia del otro, para decirlo rápido, una democracia sana, una universidad libre, necesita del disenso, lo requiere.
Ahora bien, no se puede confundir el disenso con la contradicción que nos lleva a exterminar al otro. La tragedia COLOMBIA es exactamente esa, que cualquiera que se muestra como un pensamiento diferente a aquel que está hegemonizando, aquel que está institucionalizado es rápidamente excluido, de manera que nosotros tenemos muy pocas voces disidentes, muy pocas veces que se planteen en disenso contra los poderes instituidos, no aceptan el disenso, son tan frágiles que piensan que aquel que se les opone va tener la capacidad de destruirlos.
Aquel que tiene una actitud poco democrática es aquel que se siente amenazado cada que aparece una voz que no es la que quiere escuchar porque no replica su propia voz, es el más débil de la ecuación, sólo el que es débil teme la presencia de un otro en cuanto considera que ese otro es más fuerte que él y puede eliminarlo.
Mientras tengamos la capacidad de sabernos a nosotros mismos, fuertes en nuestros argumentos, fuertes en nuestros principios no vamos a tener ningún problema en aceptar otras posiciones porque de esas vamos a tomar aquellos puntos que nos hacen faltan y vamos a salir más fuertes sin haber intentado subsumir o eliminar la diferencia.
La diferencia tiene que seguir existiendo, tiene que seguir pensando cómo piensan y aportando para poder ver la falla, porque cuando se percibe cuáles son los límites de mi propia forma de pensamiento que me señalan los otros -los que no están dentro de mi circular de pensamiento- se adquiere la capacidad de evaluarme y reconfigurar mi propia práctica para hacerla más fuerte.
En conclusión, para ser más fuerte, necesito al otro que me señala desde otra posición que no es la de mi aliado, sino justamente mi contrario, que le señala las grietas de mis pensamientos.