Es encantador cuando en cualquier parte se ven esos canosos con carriel, cara arrugada y sonrosada, sombrero casi roto de tanto sudor y usos, y un aguardiente en la mano celebrando o llorando por batalles perdidas, amores del pasado o simplemente por cariño al transparentongo. Ellas y ellos, los y las de antes, parecen de hierro, con almas que han ido hasta el infierno, subido al cielo y que siguen aquí, vivos y mostrando que la vida consiste en CREER, CAER, LEVANTARSE Y SEGUIR.
Ellas que madrugan a misa, a rezar por el marido, los hijos, los hijos de los hijos y así sucesivamente, y ellos que las acompañan y después se van a tomar alguito, fumar uno que otro cigarro y hacer una fila interminable para reclamar la pensión, son esos colombianos que construyeron y siguen creyendo en un país que provoca risas y lágrimas al mismo tiempo; ellos y ellas que no se fueron a Estados Unidos cuando la moda del sueño americano, y que cuentan las historias de la Colombia majestuosa, llena de verdes y la gente pujante que cerraba negocios con un apretón de manos, que creía y luchaba por un presente para todos, y un futuro próspero para los que venían atrás.
Ellos y ellas que ven en el recalentado de fríjoles, frijoles o frísoles el mejor banquete para empezar un día, que amasan arepas desde la madrugada, y que hasta que no despachen el último hijo lleno no dejan de servir, porque saben el tesoro que es tener una familia, un plato de comida y un techo para dormir. Ellos y ellas, los personajes que forjaron el presente que nos cobija, son los ídolos que deberíamos contemplar y seguir un poquito el ejemplo de templanza y tolerancia que mantienen, en vez de estar matándonos, violándonos y robándonos porque sí; porque cuando las noticias muestran que abusaron de aquel/la, mataron al otro y este se robó unos milloncitos nos parece TAN NORMAL, que dentro de poquito nosotros mismos podríamos hacer cualquier “vueltica”.
Ellos y ellas son el ejemplo de que la vida es una inmensidad al lado de los minutos que se van volando, que cuando llegan los años y pesa la gravedad lo que cuenta no son los años vividos, sino cómo los vivimos y con quién los compartimos.
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