Su pluma prodigiosa escribiría la historia no oficial cuando el silencio era orden de obligatorio cumplimiento, no fue imperativo para el hombre que se revelo contra las dictaduras y que no pospuso su voz, su crítica, sus caricaturas, sus letras y sus principios a la hora de la democracia. Era rebelde en tiempos de suplicio, es decir, un escritor del corazón.
Recuerdo que en nuestras tardes de estudiantes universitarios después del tedio de clases en la facultad de derecho y ciencias políticas de la Universidad Libre, entre lecturas, conspiraciones y debates junto a mis amigos sus letras siempre estaban presentes, lo repasamos constantemente en los pasillos y bibliotecas. Galeano y las venas abiertas de América Latina fueron el primer encuentro con la historia no contada que derriba símbolos y comienza a tejer la dignidad en Nuestra América. En su libro «el fútbol bajo el sol y sombra» lo que algunos llaman la biblia del deporte más lindo del mundo nos enseña a teorizar nuestro amor por la redonda, la historia, los mundiales, el engache de Maradona, su gol a Inglaterra, la dignidad frente a las Malvinas y que la diversión del mundo se llama gambeta y es autóctona de nuestras tierras. Su escritura efervescente, lúcida, emotiva y simple nos inspiraba para citarlo en los salones, en nuestras campañas estudiantiles, en los mitines, en nuestra búsqueda constante de enceder un espirítu crítico en nuestros compañeros, su influencia literaria fue tan poderosa que algunos le atribuyen el hecho de que muchos jóvenes hayan tomado el camino de las armas en los años del condor, no es para menos, era un escritor del corazón.
Sus textos simples, pero profundos buscando detener la inflación del lenguaje fueron refugio, reserva moral, regocijo, y lo que no logramos versar en la realidad lo encontramos en su prosa: el amor, la esperanza y la utopía. Galeano fue un poeta, pero también fue un antipoeta, nos devolvía también a la realidad, nos recordaba la fragilidad, el desengaño, nuestra finitud emocional y que «El amor es infinito mientras dura». Nuestra América debe recordar a su cazador de historias, cinco años sin él son cinco años del ocaso en la región entre pandemia, Duque, Piñera y Bolsonaro no hay esperanza. Hay que reiventar otro camino para los nadies de América Latina, hay que volver al escritor del corazón.