«En una publicación sólo algunos leerán el texto, pero todos verán las imágenes»
Eduardo Blanco Mendizábal
El pasado sábado 20 de Julio, fecha conmemorativa para la historia de Colombia, se dio inicio también a un nuevo período legislativo en el que el congreso de la República tendrá múltiples retos. Sin embargo, no es sobre los retos o sobre el pobre discurso del presidente Duque ni mucho menos sobre la irrespetuosa y grotesca estrategia del saliente presidente del senado (Ernesto Macías) para sabotear el discurso de la oposición que hablaré en esta columna. No, ya habrá tiempo para que otras líneas se ocupen y analicen tales asuntos.
Mi interés hoy se centra en la acción realizada por un grupo de congresistas que, contra toda expectativa, decidieron hacer visibles los rostros de algunos de los colombianos asesinados durante los últimos meses por causas relacionadas con su liderazgo social.
Pero, ¿qué valor o significado social pueden tener estas fotografías en un contexto como el nuestro?
En 1994, Kevin Carter, un fotógrafo sudafricano se hizo acreedor al premio Pulitzer de fotografía por una imagen tomada en un inhóspito lugar del continente africano en la que un buitre acechaba a una niña famélica y a punto de la muerte. La imagen causó revuelo al punto de que los críticos cuestionaron a Carter por indolente, mientras que otros alabaron la estampa como una denuncia contra el hambre en el mundo.
Meses después, el fotógrafo se suicidó y aunque sus razones parecen todavía ambiguas, generaron discusiones por mucho tiempo hasta que una investigación exhaustiva logró aclarar el momento y el desenlace de la fotografía, pues a diferencia de lo dicho, no era una niña famélica ad portas de la muerte, sino un niño que defecaba debido a las diarreas, que el buitre sólo merodeaba la zona y que el infante no murió devorado por el carroñero, pues como se supo años después, el protagonista de la imagen vivía en un centro de apoyo alimenticio, patrocinado por la ONU, y sólo murió hasta el año 2008 debido a unas fiebres que deterioraron significativamente su salud.
Así las cosas, valdría la pena preguntar a los osados congresistas colombianos qué tanto sabían sobre la vida de las personas cuya imagen portaban el 20 de Julio en sus manos, o si simplemente ese era un acto más de la mezquina política en la que se usa a las víctimas con fines electorales.
No obstante y más allá de lo que estos comentarios puedan generar, el autor de esta columna desea creer de buena fe en este acto y pensar que, como sostiene la frase de cajón, «una imagen dice más que mil palabras…»
Adenda: una foto de Neil Armstrong en la que se lee en un improvisado cartel «Chocó Hilton» nos recuerda que el famoso astronauta norteamericano estuvo en el Chocó en 1963 y que durante tres semanas hizo un curso de supervivencia extrema. Un dato que resulta interesante… Al parecer ese tipo de cosas, me refiero a la supervivencia extrema, no han cambiado mucho en Colombia…