“Habrá que esperar que postura y actitud toman ambos gobiernos en las nuevas relaciones internacionales entre ambos países. La imprudencia podría jugarle una mala pasada al mandatario colombiano frente a su relación con Trump, pero también hay que aclarar, que Colombia es, para Estados unidos, un aliado estratégico en el sur.”
Bajo un cielo teñido de sorpresas, Donald Trump ha ganado nuevamente la presidencia de los Estados Unidos en una elección que ha capturado la atención global. Con esta victoria, el retorno de Trump simboliza una consolidación de ideas nacionalistas y pragmáticas en la política exterior de EE.UU., con claras implicaciones para Colombia bajo el liderazgo de Gustavo Petro, quien busca transitar un camino progresista y reformista.
Vale la pena entrar un poco acá en la discusión ética, moral y filosófica que nos deja este nuevo escenario de elecciones en Estado Unidos, donde el discurso de Trump fue uno de odio y afirmaciones que a simple vista parecerían absurdas, pero que deja en evidencia la debilidad del sistema democrático al dejar que el permisivismo permita que una horda de fanáticos irracionales, lo que son los pueblos, elijan quien los gobierne.
Claro, para eso existe la libertad, para que el pueblo escoja a su libre antojo quién lo gobierne. Pero vale la pena, repito, analizar esa conducta irracional que se toma los pueblos y que lo lideres políticos saben usar muy bien.
Y para entender la conducta irracional de las masas que siguen discursos de odio o promesas irrealizables, podemos recurrir al concepto de la «psicología de masas» de Gustave Le Bon y al término de «alienación» de Karl Marx.
Le Bon, en su obra La psicología de las multitudes, explica cómo los individuos, al formar parte de una masa, pierden su sentido crítico y su identidad individual, permitiendo que el inconsciente colectivo tome el control. En este estado, las personas se vuelven más susceptibles a la influencia de líderes carismáticos que apelan a sus emociones básicas, como el miedo o el resentimiento, en lugar de a la razón. La masa, así manipulada, actúa de manera impulsiva, irracional, y tiende a seguir figuras que simbolizan sus deseos reprimidos o frustraciones sociales, sin cuestionar la lógica o la viabilidad de las promesas.
Por otro lado, desde la perspectiva de Marx, este fenómeno puede relacionarse con la «alienación.» En sociedades marcadas por desigualdades, las personas se sienten desvinculadas de su propio poder y potencial, volviéndose propensas a depositar su esperanza en líderes que les ofrecen una salida emocional. Al estar alienados, buscan en el líder un reflejo de sus aspiraciones, aún si este líder presenta promesas ilusorias o discursos hostiles. Marx sugiere que esta alienación, alimentada por condiciones sociales injustas, hace que las masas busquen redención en discursos que no necesariamente buscan un cambio estructural, sino la satisfacción de necesidades emocionales inmediatas.
Desde una visión más contemporánea, se puede usar el concepto de «sesgo de confirmación» de la psicología cognitiva. Las masas tienden a aceptar ideas que reafirman sus emociones o prejuicios previos, sin importar si son racionales o veraces. Así, un líder que simplifica los problemas complejos y brinda explicaciones que alimentan resentimientos latentes puede atraer a un colectivo deseoso de respuestas fáciles, sin cuestionar la base de sus argumentos.
En conjunto, estos conceptos filosóficos y psicológicos nos muestran cómo la irracionalidad en las masas no surge de la nada, sino que es el resultado de una manipulación emocional bien orquestada en un contexto de alienación y descontento social, donde el individuo se funde en el colectivo, dispuesto a seguir promesas y discursos que, en solitario, probablemente cuestionaría.
Quizás con esta no corta introducción, se pueda entender un poco el panorama de las últimas elecciones en Estados Unidos. Sin embargo, lo hecho, hecho está. Lo que acá sigue es intentar comprender qué viene para América, para Colombia, con el nuevo triunfo de Donald Trump en el norte del continente.
El regreso de Trump al poder plantea un reordenamiento de prioridades en el continente americano. Mientras que el gobierno de Petro avanza hacia políticas de reforma social y ambiental, la perspectiva de una política exterior centrada en «América Primero» sugiere que EE.UU. podría reducir su apoyo a países de América Latina que se alejan de su propia visión ideológica. Así, emerge un diálogo filosófico que explora la dialéctica del poder y la soberanía, evocando conceptos de Hegel que colocan a Petro y Trump como actores opuestos en un drama de influencias y dependencias entre una potencia mundial y una nación en desarrollo.
El Poder: Entre el pragmatismo y la soberanía
Trump ha sido un defensor del poder entendido en su forma más realista: los intereses de Estados Unidos deben primar. Su enfoque transaccional podría distanciar a Colombia de su modelo de reformas si estos no se alinean con los intereses directos de EE.UU. La filosofía de Petro, en cambio, apuesta por la soberanía y la independencia estratégica, buscando reducir las dependencias históricas y promover una visión progresista en lo social y ambiental.
Habrá que esperar que postura y actitud toman ambos gobiernos en las nuevas relaciones internacionales entre ambos países. La imprudencia podría jugarle una mala pasada al mandatario colombiano frente a su relación con Trump, pero también hay que aclarar, que Colombia es, para Estados unidos, un aliado estratégico en el sur. Así lo ha sido históricamente. Pero por supuesto, el norte siempre ha llevado la delantera y las riendas en esta relación.
Una dialéctica Hegeliana: El amo y el esclavo
En este escenario, Trump encarna el arquetipo de «amo», una figura de poder dominante que espera influir en los destinos de sus aliados y adversarios por igual. Petro, en su intento de independencia, representa al «esclavo» hegeliano que busca redefinir su propia identidad y ganar autonomía. Sin embargo, en esta relación de mutua dependencia, ambos actores necesitan del otro: Petro requiere del respaldo económico y comercial de EE.UU. para consolidar su proyecto, mientras Trump podría usar a Colombia como un referente para reafirmar su postura hemisférica en América Latina.
Esto demuestra un posible dinamismo en lo que viene de aquí en adelante en la relación entre ambos países. El pensamiento estratégico será el arma negociadora entre ambos países, el buscar seguir intercambiando intereses, aunque ambos mandatarios tengan posturas e ideologías tan opuestas.
Implicaciones económicas y ambientales
La visión de Trump sobre la economía y el medio ambiente contrasta drásticamente con la del presidente Gustavo Petro. Siendo un defensor del extractivismo, es probable que Trump reduzca el apoyo a políticas de sostenibilidad, complicando la agenda ambiental de Petro y limitando la financiación de proyectos de energías limpias. Esta diferencia de visiones no es sólo política, sino una cuestión de filosofía práctica: mientras Petro concibe un equilibrio con la naturaleza, Trump parece verla como un recurso a explotar.
El gobierno colombiano tendrá que buscar nuevas estrategias de convencimiento en su discurso y su comunicación con Estados Unidos. Cómo hacer y qué decir para convencer al nuevo gobierno del norte, de que las políticas impulsadas son convenientes para ambas partes y para el planeta, hablando en términos medioambientales.
La política antidrogas: Control vs. reforma social
Por otro lado, en la lucha antidrogas, un posible endurecimiento de las políticas de cooperación podría imponer más presión sobre Colombia. Petro, que ha abogado por un enfoque menos represivo y más social, se encuentra así frente a un desafío: negociar su visión de paz territorial y reforma rural ante un EE.UU. que prefiere un control más directo y autoritario. Aquí, se expresa una tensión filosófica entre la visión hobbesiana de Trump, basada en el control y el orden, y la de Petro, que persigue una transformación a través de la inclusión social y el progreso comunitario.
Un choque de visiones
El triunfo de Trump no sólo representa un cambio político; es una batalla de conceptos filosóficos que marcarán el rumbo de la relación entre EE.UU. y Colombia. Mientras ambos líderes avanzan, cada uno con su propio mandato, el escenario queda planteado para un enfrentamiento de visiones que podría definir el futuro del continente.
Lo más razonal, por ahora, sería marcar el nuevo inicio de las relaciones entre ambos países con un tono amistoso y convincente, para no retroceder en lo ya construido en términos políticos y económicos entre ambos países. Y ojalá, el bienestar de ambos pueblos prime en las mentes y planes de ambos mandatarios.
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