El ganador del Premio Novel de Economía Milton Friedman, y su esposa Rose, escribieron un libro titulado La tiranía del statu quo (1984), donde mencionan tres realidades palpables en la historia de la humanidad. La primera es que cuando los gobiernos implementan regulaciones, subsidios o algún tipo de burocracia, estas tienden a perpetuarse por acción de los grupos de interés beneficiados. La segunda es que, como si fuera una ley física, los gobiernos tienden a crecer exponencialmente a medida que pasa el tiempo; estos son patrocinados por “el triángulo de hierro”, compuesto por legisladores, burócratas y grupos de interés –los autores hacen referencia a que es de hierro por lo difícil que resulta quebrantarlo–. Y, finalmente, los Friedman formulan la ley de los 18 meses, como el tiempo que tiene un líder político para instaurar reformas y cambios profundos en el país.
Muchos años atrás, Bastiat escribiría El Estado, imprimiendo la certera frase: “El Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo se esfuerza por vivir a expensas de los demás”. En ella critica, entre otras cosas, la creencia popular de que es el Estado quien debe resolver todos los problemas de la sociedad, sin tener en cuenta que, para hacerlo, primero debe obtener recursos… ¿y de dónde los saca? Pues de los mismos ciudadanos que exigen que les dé, transformando esta expectativa en un auténtico “saqueo legal”.
Colombia no ha sido exenta a las realidades expuestas por los Friedman y por Bastiat. La burocracia estatal a través de años y años nos ha hecho cada vez más pobres, menos libres, y ha venido convenciendo a los nacionales de que la mejor manera de asegurar su futuro es convirtiéndose en alguno de los tres lados del TRIÁNGULO DE HIERRO, bien sea en legisladores, en burócratas o creando una organización (grupo de interés) que se beneficie de los anteriores; a dichos grupos los ha llamado el presidente argentino Javier Milei “el partido de gobierno”, pues este es el alimentador y alentador para que se perpetúen las elites políticas y se produzca el engrandecimiento desmedido del Estado. Vale la pena llamar la atención en este punto para aclarar que, teniendo en cuenta lo mencionado, el partido de gobierno actual no solamente se compone por los 12 partidos y 12 movimientos que hicieron la coalición del Pacto Histórico para las elecciones en 2022… son muchos más.
Los primeros miembros del partido de gobierno son los mismos ciudadanos. Muchos que se quejan de la gestión de Gustavo Petro, pero que piden y piden un sinnúmero de soluciones al Estado. Los mismos que quieren regulaciones, impuestos, subsidios, puede ser que no voten, o que no apoyen abiertamente al Pacto Histórico, pero que con sus creencias y acciones permiten que la tiranía del statu quo se enquiste en nuestro país. De este grupo no se escapan los estudiantes, académicos e intelectuales que se alegraron con las matrículas gratis y con la condonación de deudas –ahora más endeudados–, y que seguramente apoyarán al político que les prometa que esta vez sí va a cumplir; igualmente los jóvenes de la “primera línea” –jóvenes “no tan jóvenes”– que se prestaron a arrasar con todo a su paso a cambio de dinero, de puestos gubernamentales y/o de nombramientos (ser gestores de paz o viceministro de la juventud). Lo más triste de este segmento del partido de gobierno es que, a la mayoría, el mismo Estado les está quitando más de lo que les da.
A reglón seguido están los conocidos influencers y periodistas pagados por el gobierno. Ya son bien populares los contratos a través de RTVC y otras dependencias gubernamentales que se han asignado a los influencers miembros del partido de gobierno y disfrazados de independientes (se habla de 662 millones de pesos en 2024); también, los más de 63.500 millones de pesos en contratos de publicidad a favor del gobierno para RTVC, TV Andina y Canal Trece o Telecafé. A la par, en 2025, el DNP ha contratado 2.900 millones de pesos para publicidad, donde se incluye un 36% para medios tradicionales (RCN, Caracol, Caracol Radio, W Radio y Olímpica). Aunque no tiene nada de malo que se haga uso del libre mercado para contratar bienes y servicios, se debe cuestionar la coherencia de las empresas, pero por sobre todo por qué mientras el gobierno colombiano aboga por mayor presupuesto, sigue gastando millones en cosas que a final no favorecen directamente a los contribuyentes.
Otros, muy parecidos a los primeros son los gremios, asociaciones, federaciones, confederaciones, grupos de… ¡todo!, que se la pasan reclamando miles de derechos y de paso se hacen dueños de pretensiones y sueños de los pobladores del primer grupo, mientras que los lideres de cada gremio o asociación buscan seguir una carrera solo para garantizar su futuro y su riqueza saltando de ahí a ser parte de algún partido político. En este sentido, los gremios son los más influyentes, los más poderosos y, en algunos casos, los más corruptos. Claro ejemplo es FECODE, cuyos lideres se enriquecen a costa de permitir que las reformas de gobierno afecten a sus mismos miembros; otros gremios, como el de los transportadores o taxistas, asisten la elección de lideres políticos para que atenten contra los principios del libre comercio y buscan trabas para quienes se sustentan, por ejemplo, con las aplicaciones.
Al final, está el grueso del TRIÁNGULO DE HIERRO: políticos, burócratas y empresarios. Cada escándalo o entramado de corrupción, da cuenta de que este firme y poderoso grupo es capaz de controlar, dirigir y afectar la vida de todos los ciudadanos. Han generado reformas tributarias mordaces, impuestos impagables y excesivos gastos gubernamentales; desde las campañas saben dónde poner sus “inversiones” para, más adelante, ganar réditos. Existen clanes como el de Euclides Torres, beneficiado por contratos estatales y que ahora tiene uno de sus alfiles como viceministro del Interior; o clínicas cuyos dueños son afines al gobierno que reciben contratos a “dedo” (ver el caso de EMCOSALUD), fuera de empresas como VENUM INVESTMENTS 2020 SL creadas por burócratas y sus familias para robarse los recursos del Estado. Más grave aún, son los nexos de burócratas con personas al margen de la ley, el narcotráfico o grupos violentos que financian las campañas a la espera de leyes que les favorezcan –casos bastante conocidos en nuestro país–.
Tenemos partidos políticos enteros que se declararan independientes cuando el periodo presidencial va a terminar, o cuando pasan los 18 meses de la regla establecida por los Friedman, pero que aprueban tantas reformas como les sirva para ganar puestos burocráticos o contratos estales. El Partido Alianza Verde, el Liberal, el Conservador, el Partido de la U, algunos de corte social-cristiano y otros movimientos como el santismo, se pelean como hienas cada centavo que pone el líder político de turno en la mesa para aprobación de reformas: los mismos partidos cuyos slogans invitan a la gente a “vivir mejor”, o afirman que tienen “oportunidades para todos”, que “tu voz también cuenta” o que son “el partido de las soluciones”, todos ellos, solo empobrecen a los colombianos, mientas sus cabezas se enriquecen y se perpetúan en cargos de poder.
Este TRIÁNGULO DE HIERRO se fortalece año tras año por la falta de acción de quienes creemos en las ideas de la libertad y por la falta de conocimiento de miles de personas. Adicional, porque está fundado con el dinero de nuestros impuestos y porque ninguno de sus componentes va a permitir que se le acabe la “gallina de los huevos de oro”. El porvenir y el futuro de Colombia no dependen solo de derrotar al Pacto Histórico. No. Depende de cómo educamos a las generaciones venideras y actuales (hay quienes nunca han escuchado o leído a Friedman, Bastiat, von Mises, von Hayek, Rand, entre otros), de cómo elegimos sabiamente a los futuros lideres, de cómo promovemos las ideas de prosperidad de los liberales clásicos y de cómo contribuimos a romper dicho triangulo. No se trata únicamente de derrotar un nombre, sino a toda una casta que lleva años sumiendo a Colombia en el subdesarrollo y la ignorancia.
La versión original de esta columna apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
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