La aversión a la corrección, examinar el paradigma que condensa la experiencia, el temor por la divergencia, la expulsión, la confrontación definitiva a la tendencia. Hacer del diario un enigma en clave. La autenticidad y la autonomía se desvanecen en el impulso de pertenencia. Persuasión que seduce y disuelve la opinión para abstenerla del reproche, la era del estímulo para el consumo. La contundencia y la nulidad del silencio.
¿Quién nos piensa?
Reivindicar los incendios de luz que se explayan a invadir la oscuridad de la ignominia, toda verdad resulta perturbadora hasta la irrelevancia; entonces, el desprendimiento contemplativo del absurdo y la placidez cómoda de la cobardía, amilanar la voluntad individual ante lo establecido, el no verse, negación, no ser. La inmensidad de lo insignificante. Conocerse como volver a parirse, como parirse una y otra vez, chillar las lecciones hasta respirarlas, y respirar tan esencial como desprovisto se torna con los años.
Desgarrarse y construirse, aullar hasta encontrarse. Lo infame es el tabú, el eufemismo, la injusticia epistémica que idolatra la inocencia, la falacia cómplice que configura la moral. Pulsión que añora, dualidades que reprimen para facilitar el control, amalgama de posibilidades supeditadas al orden delimitado en el poder, alienación. Más el poder es desbordante, avasalla y devora, pulveriza y corroe. No obstante, el poder coexiste con la resistencia, es la resistencia la que negocia los limites, en ella nacen los derechos y en ella se comprenden las libertades, se advierte la dignidad como tránsito al poder. Tanto el poder como la resistencia son accionantes, activo y pasivo respectivamente, y funcionan como un péndulo, pues el poder y la resistencia atraviesan la condición humana.
Resistir en las palabras, una invitación a la escritura.
Lo poético encarna, es vívido y húmedo, de olor peculiar que liga en las entrañas. Un manifiesto de lo íntimo, la unicidad que eyacula el verso, los verbos que elaboran la subjetividad hasta plasmar un sujeto en la historia, la humanidad misma. La piel como lienzo, la opción de trastocar lo común en arte, el animal que trasciende. La imaginación es un arma que funciona como instrumento musical, como un pincel, que se hace libro, también todos los dispositivos que transforman el mundo, lo que se resguarda en la sacristía del templo, aquello que paga los intereses bancarios, la caja fuerte, el baúl al que llegan los votos de las cajas electorales.
El amor toma sentido.
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