El solipsismo político de Petro

El solipsismo puede entenderse como una forma radical de subjetivismo, en la que todo lo que existe está ligado a la consciencia del “yo”. Es decir, aquello que el “yo” no asimila como propio pierde su noción de existencia.

En pocas palabras, lo único verdadero es la propia consciencia, la visión irrefutable del individuo, y por tanto, es lo único que tiene validez. Es una forma extremista de egocentrismo en la que el universo se centra exclusivamente en la persona que adopta esta postura.

Este término describe perfectamente las actuaciones del Gobierno Nacional, que giran en torno al carácter voluble del presidente Gustavo Petro y el mundo imaginario en el que parece vivir, donde él, y solo él, está por encima de lo divino y lo humano. Es decir, por encima de las instituciones que rigen este país y del resto de los individuos que conformamos el Estado.

Bajo esta perspectiva solipsista, el Gobierno ha impulsado una serie de reformas a base de amenazas en el Congreso de la República, generando relatos que no solo carecen de fundamento, cifras y rigor, sino que también se arroga un derecho casi sobrehumano, basado en su elección como presidente de Colombia.

Petro no admite críticas. Su forma de llamar a consensos es mediante el ataque personal y la descalificación de los demás. Incluso, se presenta a sí mismo como el salvador ante los escándalos de corrupción de su propio gobierno, culpando a la diestra  mientras exime a la siniestra. Peor aún, pretende que todo el país gire en torno a su visión catastrofista, en la que él se erige como el único mesías.

Con esta visión solipsista ha intentado gobernar, validando únicamente lo que él quiere, piensa y desea, sin aceptar la perspectiva de una nación que lo desaprueba en más de un 60%. Ante la menor crítica, Petro recurre al argumento de un golpe de Estado inexistente, una fantasía que solo habita en su mente.

Si Petro fuera un ciudadano común, esto no sería tan preocupante, pero estamos hablando del primer mandatario de una nación cuya misión es unir al país. Sin embargo, con sus acciones, palabras e intervenciones, solo ha logrado radicalizarse (y ridiculizarse), generando aún más división en la sociedad.

Gobernar en la actualidad no se basa en el ejercicio del poder bajo el precepto de «el Estado soy yo» (Luis XIV), sino en la capacidad de generar consensos, aceptando la visión diversa de los demás. Este principio no se cumple bajo el mandato de Gustavo Petro. La postura arcaica y resentida que mantiene su gobierno está llevando a Colombia hacia la violencia, la inestabilidad económica y el desequilibrio institucional.

Entre el egocentrismo, solipsismo, egomanía y egolatría del presidente Petro, están llevando al país a una debacle de la que no nos recuperaremos en solo cuatro años. ¡Qué Dios se apiade de Colombia!

César Augusto Betancourt Restrepo

Soy profesional en Comunicación y Relaciones Corporativas, Máster en Comunicación Política y Empresarial. Defensor del sentido común, activista político y ciclista amateur enamorado de Medellín.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.