“El sectarismo, con visos de fanatismo, se presenta en la forma de políticos como Macías que creen que al país hay que salvarlo de una hecatombe que sólo existe en la mente de millones de incautos a los que les remueven las emociones más profundas.”
No fue un hecho aislado. El discurso de Ernesto Macías Tovar en la posesión del hoy presidente de la República no fue un acto espontáneo e inesperado, sino que forma parte de una manera de hacer política que abrazó el Centro Democrático y que ha caracterizado a la derecha a la Trump alrededor del mundo. Esa misma derecha que a punta de noticias falsas desencadenó la salida del Reino Unido de la Unión europea, esa derecha que hoy cogobierna Italia, esa derecha que atemorizó a Francia con Marine Le Pen, esa misma derecha que tuvo un ascenso vertiginoso con la Alternativa para Alemania y otros más que usan un discurso beligerante, basado en una interpretación catastrofista de la historia para emerger con fuerza y reconstituir el orden. Sí, Macías y gran parte del Centro Democrático hacen parte de ese grupo de radicales que en otras latitudes enarbolan banderas supremacistas. Es ese grupo de políticos alrededor del mundo que ven fracasos basados en diagnósticos equivocados –no sin intención- y que no aspiran ganar elecciones sino aplastar a sus contradictores.
Para Ernesto Macías y su partido, Colombia hoy se encuentra en un momento oscuro de la historia y están dispuestos a usar los indicadores necesarios –así sean mal empleados- para demostrarlo. Caso paradigmático: la deuda pública. Por supuesto es mejor estar sin deuda que con deuda, pero con una caída de los precios del petróleo, que constituían una fuente enorme de divisas para el Gobierno, con una desaceleración global y una buena perspectiva de riesgo de la deuda colombiana, era poco probable que el país no se endeudase, ¿o cómo se iba a financiar el gasto público particularmente necesario en el país? Además, la devaluación infló la deuda en pesos toda vez que hay que dar más moneda colombiana por cada dólar. Eso, por supuesto, no lo va a explicar Macías ni su partido.
Sin embargo, para Macías y su partido no hay análisis: la deuda es un fracaso. Y sí, dicen una cifra cierta, pero hacen un diagnóstico falso. Deliberadamente falso. De la misma talla del diagnóstico perverso sobre el costo – beneficio de los británicos por pertenecer a la Unión Europea o el diagnóstico perverso de Trump sobre los migrantes. Eso sin contar los datos falsos que esta vertiente política suele emplear sin rubor. A Macías le identifiqué datos falsos en su diagnóstico sobre salud, sobre Familias en Acción, sobre secuestros, sobre homicidios y sobre crecimiento económico. Y hay que descartar que él no supiese que eran datos falsos. Además de una cuestionable concepción de bienestar basada en el análisis del PIB per cápita, concepto devaluado hoy en el mundo.
Hoy los países se debaten entre los principios liberales del mercado, de las libertades individuales, de los derechos individuales y de la democracia como una confluencia de visiones distintas por un mismo fin, y los principios basados en dogmas ideológicos e incluso religiosos, que no analizan, no militan en la verdad y que buscan a toda costa imponer e imponerse. El sectarismo, con visos de fanatismo, se presenta en la forma de políticos como Macías que creen que al país hay que salvarlo de una hecatombe que sólo existe en la mente de millones de incautos a los que les remueven las emociones más profundas. Porque la verdad a menudo llega en forma de datos que no emocionan ni se entienden. Por eso muchos políticos como Macías prefieren estar en el socavón de sus más profundos delirios.