Si hay alguna región geográfica de vital importancia para el desarrollo integral del país es Urabá. Comprendido desde el valle del Sinú hasta la cuenca del Atrato atravesando densos territorios del Chocó, Córdoba y Antioquia. Esos más de 11.664 kilómetros cuadrados habitados por cerca de 760.000 habitantes, de poblaciones con una amplia diversidad socioeconómica y de territorios y comunidades heterogéneos de los que hacen parte hombres y mujeres rurales, urbanos, étnicos, mestizos, campesinos, obreros, lugareños y desplazados; y en general, una región que por su diversidad no puede ser definida ni analizada con criterios unívocos ni centralistas.
Esa concepción centralista gestada desde la institucionalidad bogotana ha desprovisto históricamente a la nación de la comprensión de un territorio que puede aportarle condiciones reales de desarrollo integral al país. El contexto sociocultural, económico e histórico de Urabá pone en evidencia las profundas diferencias entre el Urabá antioqueño, el cordobés y el chocoano. Mientras el primero, presenta niveles de productividad y competitividad igualados con el promedio del país, en los otros dos, especialmente en el chocoano predomina un atraso en materia de servicios públicos y en la garantía de derechos a la población en general.
Las reivindicaciones adeudadas por décadas a la región del Urabá son innumerables. La disputa a sangre y fuego que desde la década de los 70 diversos grupos armados al margen de la ley hicieron para controlar este territorio estratégico, sumergió a las comunidades en una espiral de violencia que condenó las posibilidades de materializar sus derechos. Y, aunque el conflicto armado se ha transfigurado en estas zonas, lo cierto es que aún persiste la incapacidad del Estado Social de aparecer con legitimidad y garantizar las condiciones para dignificar la vida de las comunidades.
Nací en el municipio de Carepa, uno de los principales polos de desarrollo de la región del Urabá antioqueño por su cada vez más creciente industria. Y como hijo de esta tierra, conozco sus bondades y sus potencialidades. Es uno de mis mayores compromisos trabajar desde todas las perspectivas para que el país y el mundo conozcan que en y desde Urabá podemos construir el presente y el futuro para las nuevas generaciones.
No hay un lugar distinto al Urabá donde el Pacifico y el Atlántico estén más cerca, condición que lo hace un lugar único y geoestratégico para el comercio mundial. Aún sigue siendo incomprensible las razones por las que nuestras elites gobernantes han ignorado esta ventaja, y no han desarrollado la infraestructura vial y portuaria con respeto a la biodiversidad. A propósito, de este último elemento, los municipios Urabaenses tienen toda la idoneidad para ser epicentro turístico del país y de la región.
Los nuevos líderes no podemos ser miopes ante una realidad que hasta Simón Bolívar iniciando el siglo XIX plasmó en su famosa Carta de Jamaica, refiriéndose a esta majestuosa región:
“esta magnífica posición entre los dos grandes mares podrá ser con el tiempo el emporio del universo, acaso solo allá podrá fijarse algún día la capital de la tierra”.
Simón Bolívar.
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