El puente roto: educación y empleo en Colombia

“Si actuamos con compromiso y esperanza, lograremos que la educación sea un medio para el bienestar social”


Consideremos el aula de clase como el lugar perfecto para comenzar a construir nuestros sueños. Cada estudiante que asiste a este espacio educativo lleva consigo una expectativa: encontrar en la educación un medio para mantener una vida digna y satisfactoria. Sin embargo, al observar la realidad del mercado laboral colombiano, esta expectativa se desvanece. El vínculo entre educación y empleo está lejos de extender un puente firme, y parece más bien un camino frágil y desolador.

Comencemos dando un ejemplo, en Colombia es un hecho que, la mayoría de los jóvenes que culminan sus estudios de educación superior presentan dificultades para obtener su primer empleo. Y como si fuera poco, casi el 45% de los egresados universitarios no logran incorporarse en un empleo acorde con su campo de formación durante los dos primeros años de graduación (Observatorio Laboral para la Educación). La desvinculación entre la formación académica y la demanda laboral suman consecuencias como el desempleo, la informalidad; y, por tanto, acrecientan el sentido de frustración.

Al no ser desconocido, este fenómeno tiene nombre propio: “desajuste educativo laboral”. Y se presenta cuando el nivel o tipo de formación de los trabajadores no coincide con las necesidades del mercado. Esta realidad es altamente preocupante debido a dos factores: la desarticulación entre la planificación educativa y el entorno económico, y la desconexión de algunos programas académicos, que no tienen en cuenta los cambios sociales y tecnológicos, entre otros.

Por otra parte, un estudio realizado por Jhon James Mora (2008) titulado “Sobre-educación en el mercado laboral colombiano”, publicado en la Revista de Economía Institucional, reveló que la sobrecalificación afecta al 14% de los trabajadores colombianos. Esta condición, lejos de ser una ventaja, implica bajos ingresos, desmotivación y una carrera profesional estancada. El mismo estudio sugiere que factores como el tipo de empresa, la experiencia y el área de desempeño influyen significativamente en el riesgo de desajuste.

Es justo decir que esto no se trata únicamente de una cuestión económica, sino también de una responsabilidad ética y social. El sistema educativo debe respaldar los espacios laborales de sus egresados, dignificando su perfil profesional. Por tanto, la pregunta es clara ¿Cómo motivar a las nuevas generaciones a estudiar, considerando el panorama actual?

Desde mi experiencia he conocido un sinfín de profesionales subcalificados, es decir, que trabajan en oficios que no requieren su nivel de formación. Aun así, hay señales alentadoras. Algunas instituciones adaptan sus currículos con el entorno laboral y otras establecen prácticas empresariales con opciones de formalización laboral.

Tenemos en consecuencia que, es necesario repensar el concepto de trabajo, impulsar proyectos de emprendimiento y fortalecer la educación técnico laboral. Pero, lo fundamental es coordinar las políticas públicas con los sectores educativo y productivo.

Como ya se había destacado, la educación debe señalar el camino para dar pasos sobre un puente firme. Creo firmemente en el poder de la educación para transformar realidades, y lo más notable, ratifico que formar no es solo enseñar contenidos: es preparar para la vida, y eso incluye un proyecto laboral digno y posible.

La invitación es clara: colectivamente, nos corresponde ser críticos frente al futuro que queremos construir. Si no tenemos clara la correlación entre educación y mundo laboral, el puente terminará siendo una trampa. Pero si actuamos con compromiso y esperanza, lograremos que la educación sea un medio para el bienestar social.

Juan Carlos López Flórez

Licenciado en Filosofía, historiador y docente. Escribo para invitar a la reflexión, inspirado en la historia y la literatura, impulsando el cambio educativo que necesitamos.

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