“El virus –independiente de las cifras devastadoras que ha dejado en apenas unos meses– ha llegado como una alerta que nos recuerda lo que lleva desde hace mucho tiempo podrido en la sociedad: el conflicto de intereses que existe entre gobiernos y medios de comunicación”.
“No puedes salir, quédate en casa, utiliza tapabocas, lávate las manos, desinfecta las superficies…”; esto es lo único que hemos escuchado durante los últimos meses en las noticias; los medios de comunicación proyectan diariamente las cifras del COVID-19: el número muertos y de contagiados. Estamos cansados de toda esta “infoxicación”. El simple hecho de salir a la calle corresponde una rutina exhaustiva de preparación y desinfección y lo que conocíamos como lo “normal”, ya no lo es. Nos han vendido la idea de que, por primera vez, estamos combatiendo a un enemigo común: el virus, pero ¿es esto del todo cierto? ¿realmente el virus es el antagonista de este accionar colectivo? No, creo que los verdaderos antagonistas son los medios de comunicación y los gobiernos y a continuación explicaré por qué.
El virus –independiente de las cifras devastadoras que ha dejado en apenas unos meses– ha llegado como una alerta que nos recuerda lo que lleva desde hace mucho tiempo podrido en la sociedad: el conflicto de intereses que existe entre gobiernos y medios de comunicación. Hemos dejado que estos últimos nos impartan miedo, miedo de salir, de hablarnos, de abrazarnos; y los primeros han restringido al máximo nuestras libertades, con la imposibilidad de salir a partir de la premisa de que es “por el bien de todos”. Aunque no entraré en este debate sobre la ponderación de principios, lo que sí es importante tocar es cómo y hasta qué medida pueden estos actores influenciar nuestra forma de actuar, hablar y pensar (siendo esta última la más grave de todas, a mi parecer).
Es vital que, en tiempos como este, no se nos olvide que tanto los gobiernos como los medios responden a intereses; detrás de cada uno existe un entramado de organizaciones jerárquicas donde se elige qué conviene decir y qué no. Cada movimiento de ellos es premeditado porque, al fin y al cabo, su funcionamiento depende de qué tanto beneficien a los que financian sus operaciones. Es por esto que la idea sobre el enemigo común (el virus) al cual todos estamos combatiendo es dudosa y creo que lo han tomado como una estrategia perfecta de marketing y para desviar nuestra atención de lo que realmente debería estar inquietándonos como sociedad –eso sí, no con el objetivo de demeritar la gravedad del virus–.
Lo relevante acá, entonces, es que el papel que ambos (gobiernos y medios) tienen no se está cumpliendo. Por un lado, la mayoría de los gobiernos no le está asegurando a gran parte de su población las garantías que les son prometidas a cambio de abandonar algunas de sus libertades; por otro lado, los medios no están mostrando ambas caras de la moneda ni los inmumerables matices de las diferentes perspectivas. Los unos y los otros han coaligado para conformar una opinión oficialista, que esté en concordancia con sus intereses privados y han tomado el tema del virus como una forma de desviar la atención de un problema profundo y más peligroso: la manipulación que ejercen sobre nuestras mentes, con el fin de llevar a cabo sus agendas y programas.
Por tanto, los que deben estar combatiendo el virus son los que realmente saben del tema: el personal de la salud. Son ellos quienes saben cómo ayudarle a nuestro cuerpo para eliminar cualquier rastro de infección. Ahora bien, todos los demás ciudadanos debemos seguir luchando en contra de la falta de transparencia por parte de los gobiernos y de los medios. No podemos dejar que la situación actual interrumpa la causa de nuestra unión. Debemos siempre estar atentos de todo lo que leemos, vemos y escuchamos porque, lastimosamente, vivimos en un mundo donde el arte de comunicar e informar se ha visto manchado por el “arte” de manipular y controlar.
Con todo esto, creo que lo importante es replantearnos nuestro papel como ciudadanos activos en una democracia; repensar nuestras acciones en tiempos como este. No podemos tragarnos la idea de que “estamos todos contra un enemigo común”. Lo que debemos hacer es tomar conciencia sobre cuál es nuestro verdadero enemigo y encaminar la lucha contra ese que nos impide formar nuestras propias opiniones y comportamientos porque ¿qué es una democracia sin ciudadanos libres e iguales? Pero más importante, ¡ciudadanos conscientes de su libertad e igualdad! Es decir, debemos estar deliberadamente unidos por una causa. No podemos permitir que nuestro adversario nos sea impuesto por actores externos, en este caso los medios y los gobiernos, quienes han decidido por nosotros que el virus es el enemigo. ¡Somos nosotros quienes elegimos por qué causa pelear y contra quién dirigirla! Porque de no tomar esta responsabilidad, nuestras luchas dejarán de ser nuestras y estaremos sirviendo a disputas ajenas.
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