El presidente Duque, otro falso positivo

Cualquier cosa se puede esperar de una contienda electoral, pues, así como en la guerra donde se ven involucradas balas y bombas, el enfrentamiento político conlleva todo tipo de escenarios, estrategias y jugadas propias de los conflictos armados.

Curioso es pensar entonces que con lo deplorable y difuso que ha sido nuestro conflicto, la política se haya apegado tanto al guion de esta absurda guerra que ha marchitado el país por años, peor aún es vivir en carne propia la dura y peligrosa mezcla de política, armas y narcotráfico, una mezcla que ha sido participe del día a día de los colombianos desde décadas.

La típica división de derecha e izquierda, las trampas, los desfalcos, los espías y las muertes se han apoderado de todos los ámbitos del poder en Colombia, mientras en la guerra armada, abanderados de ideales comunistas se destrozan con las fuerzas del estado y los grupos de ultraderecha, en las sillas del congreso, gobernaciones, consejos y alcaldías no se respira un ambiente muy diferente, pues allí, en un reflejo exacto de las selvas colombianas los participantes se disparan frases de odio, se planean estrategias para acabar con su contrario y quien quita de vez en cuando se atenta contra la vida de u otro.

Ese ha sido el trasegar de la vida civil, armada y política de nuestro hermoso país, a pesar de los intentos de cambiar y lograr una paz duradera, los intereses de algunos han truncado la posibilidad de que este país caribeño pueda sonreír con tranquilidad, así hemos caminado por décadas, entre guerras políticas y armadas, donde los de a pie siempre han sido los más perjudicados.

Con el paso del gobierno santos y a pesar de las múltiples inconsistencias de sus mandatos, se abría el camino para que tuviésemos una pequeña luz de esperanza, no una paz completa ni una ausencia de guerra, tampoco la solución a la pobreza, ni al hambre de muchos, mucho menos al desempleo, pero al menos esa oportunidad de ver como habían más camas vacías en los hospitales militares, como los niños podían asistir a sus escuelas veredales con mayor tranquilidad, como las víctimas de ese atroz grupo armado recibían la verdad.

Así entre muchas dudas y problemas se firmó una de las actas más importantes en el mundo, un grupo bélico ilegal de los más perversos del mundo llegaba a su fin, al menos sus raíces y sus bases más fuertes, con este acuerdo, que en principio muchos criticamos, sonreímos un poco y respirábamos un aire nuevo, pero era evidente que algunos no querían que las cosas fueran así, esos para los cuales la guerra es su mejor negocio y la sangre es la que alimenta sus cuentas bancarias.

Al final del gobierno Santos y con la guerra política a flote de nuevo, se evidencio de nuevo como las acciones de guerra, humillantes y despreciables empezaban a tomar fuerza de nuevo y en un movimiento de estrategia política nos dejaron perplejos ante la astucia e hipocresía de los eternos politiqueros del país.

Con las acciones violentas extrañamente resurgidas en plena época de elecciones, los eternos politiqueros tomaron como bandera la solución a la guerra con más guerra, esa que retuerce la mente de aquellos que creen que los conflictos se solucionan con balas y muertos, poniendo constantemente en tela de juicio los esfuerzos por la paz y postulando a aquel súbdito inexperto que se le presentaría al pueblo colombiano como el salvador, el mesías del conflicto pero que al final no sería más que el mandadero de quien sea y le haya atado los hilos de la chaqueta.

Así con una campaña política voraz e infalible, se le presentó al pueblo un candidato joven, con ideales, con sentido de la justicia, pacifico, de “soluciones y no agresiones” “de economías verdes y naranjas” vestido del típico campesino y religioso, del confrontador y del talentoso, así entre promesas de no fracking, de apoyo al campo, de protección a los líderes, de aumentos de salarios y disminución de impuestos, de fin de la guerra, de paz, de educación se ganó el voto de todos esos que le temen a los nuevos ideales, a los que temen al cambio y que se dejaron manipular con discursos extranjeros de expropiación y miseria.

Ahora que la guerra política se ha aplacado un poco y el país comienza a desmoronarse, nos damos cuenta que el presidente Duque, no fue más que otro falso positivo en este país de engaños y corruptos, pues ese uniforme de mesías, de experticia, de inteligencia, de apoyo a los pobres, de conservación del medio ambiente se le ha desmoronado a tal punto que lo ha dejado completamente desnudo y en su desnudez hemos visto su ineptitud, su falta de carácter e independencia, su poca inteligencia, su falta de palabra, su mentira, esa misma mentira que ha manipulado a todos los colombianos y que hoy con tristeza patria se lamentan por la disminución económica, por el aumento del desempleo, por el fracking, por la muerte a líderes, por la reaparición de la guerra y los paramilitares, por la ruptura de los acuerdos de paz.

No queda mucho más que hacer que aceptar con lágrimas en los ojos, quizás como aquellas madres campesinas que tuvieron que enterrar a sus hijos como falsos guerrilleros, que nuestro presidente es un falso positivo más y que ese candidato ideal por el que votaron más de 10 millones de colombianos, está muerto.

Filanderson Castro Bedoya

Psicólogo de la Universidad de Antioquia con énfasis en educación, formación empresarial y salud mental, educador National Geographic, escritor aficionado con interés en la historia, la política y la filosofía, amante de la música y la fotografía.