“Es curioso que ni en las peores crisis financieras del mundo libre se hayan dado éxodos de la magnitud de aquellos causados por la implementación efectiva de las ideologías que despotrican de la economía de mercado: rezo por aquellas víctimas”.
Hoy quería elogiar las formas, las dignidades: la corbata, el saludo correcto, el tratamiento protocolario, etc. Pretendía analizar por un momento esa hermosa frase de Emmanuel Lévinas en De la existencia al existente, el cual dice -más o menos- que el ser humano ya se ha tomado un cuidado elemental por su aseo personal, se ha lavado, se ha “lavado la noche de sus rasgos y las huellas de su permanencia instintiva”, está limpio; vive en un ambiente social que es decente y, precisamente, las relaciones sociales más delicadas se llevan siempre a cabo guardando las formas correctas, etc.
Pero por un momento recordé que, desde el albor de la historia – cuando supuestamente el homínido que nos antecede se erigió en dos extremidades – el ser humano se ha enfrentado a necesidades fundamentales: alimentación, refugio, seguridad, etc.; y gracias a la economía de mercado, en los últimos doscientos años el mundo ha experimentado las bondades del crecimiento y el desarrollo que, en efecto, ha traído beneficios básicos como disminuir las muertes por desnutrición y/o hambre; y ha logrado satisfacer un sinnúmero de necesidades fundamentales y accesorias. Es curioso que ni en las peores crisis financieras del mundo libre se hayan dado éxodos de la magnitud de aquellos causados por la implementación efectiva de las ideologías que despotrican de la economía de mercado: rezo por aquellas víctimas. Sin embargo, las desgracias de estas nefastas ideologías no solo provienen de las diásporas de bíblicas magnitudes, sino de las muertes que, por acción u omisión, han causado para eliminar a sus enemigos (pues nunca han sido capaces de imponerse por la razón, ya que su ideología es inútil).
Y aunque los zurdos son alérgicos a las cifras, quiero poner el punto en perspectiva. En los diversos frentes de la Segunda Guerra Mundial se estima que murieron 15.000.000 de personas en combate y fueron dados de baja por heridas en batalla unos 25.000.000. En la inverosímil guerra iniciada con el homicidio del Archiduque Franz-Ferdinand de Austria-Hungría murieron aproximadamente 15.000.000 de personas (entre civiles y combatientes). Pero el comunismo ha sido más sangriento que la guerra; y para la muestra, en 1918, Zinóviev escribió que la revolución debía deshacerse de sus enemigos y, para ese fin, debían crear el “propio terror socialista”, entrenando al 90% de la población rusa y deshaciéndose -literalmente – del 10% restante. En sus cuentas implicaba deshacerse de unos 10.000.000 de rusos. Sin embargo, para 1944 se subestima que -sin contar la guerra- murieron unas 20.000.000 de personas entre los Gulag, fusiladas, en la expulsión de los cosacos del Don, en la hambruna del 21, en la expulsión de los kulaks, en la hambruna ucraniana del 32, en la purga del 37, en la deportación de tártaros en Crimea, de chechenos e ingusetios.
Entre 1958 y 1961, el plan Gran Salto en China causó una hambruna que mató a 30.000.000 de personas, y entre la revuelta tibetana del 59 y la llamada revolución cultural, las cifras de muertos se acercan también a los 30.000.000 de seres humanos. En Camboya entre el 75 y el 79 el maoísmo acabó con la vida de 2.000.000 de personas; los republicanos en España acabaron con la vida de 100.000 personas durante la represión que han querido ocultar y que han querido atribuir al bando sublevado. En Colombia, las FARC secuestraron y obligaron a combatir (porque el reclutamiento forzoso es un secuestro) a 18.677 niños, niñas y adolescentes, y cometieron más de cuarenta masacres en contra de la población civil. En Cuba, 9.000.000 de personas viven en la miseria a punto de caer muertos de hambre; durante el régimen Chavista han muerto en Venezuela más de 300.000 personas y 7,7 millones han abandonado el país huyendo de las miserias del régimen.
Al socialismo le incomoda la decisión individual -y, por ende, propende por eliminar al ser autónomo- porque el ser libre es incontrolable; odian a quien tiene la posibilidad de progresar por sí mismo, ya que nunca verá en un burócrata el salvador de su vida porque ya se la salvó a con su trabajo. Les molesta que el otro no ame al Partido, no adore al Líder, no ame al Estado; les incomoda que quiera emprender una vida económica autónoma, que le guste la acumulación de riqueza; les enerva ver que el otro progresa sin intermediación de un político y, por ende, en todo momento y en todo lugar han causado destrucción, muerte, represión y migración. Su ideología es contra natura, pues el mercado libre es, en sí mismo, una representación de la vida humana: es el ejercicio de la autonomía, la autodeterminación, el autogobierno, la responsabilidad y la reflexión, traducidas en una libre asociación y en un intercambio espontáneo de cosas o servicios con la capacidad de satisfacer las necesidades humanas, las cuales son ilimitadas y los bienes-servicios limitados.
El socialismo es la simple y llana representación de un mundo en que el insensato se superpone y el sensato es vulnerado. Y es insensato porque no comprende las dinámicas naturales del mundo mismo y pretende, de forma estulta, gobernar sobre cada una de las esferas humanas, eliminando el proyecto de vida del otro y anteponiendo exclusivamente el suyo. Se suprime, pues, la voluntad, la cual es -dice Kant en la metafísica de las costumbres- una especie de causalidad en los seres vivos en cuanto que son racionales, y la libertad es la propiedad de esa causalidad, por lo que se eficiente independientemente de las causas ajenas que la determinen. Si somos sensatos, entenderemos que la dignidad humana es una actitud voluntaria frente al otro en la cual reconozco y respecto irrestrictamente su proyecto de vida como un fin en sí mismo y no como un medio. Si somos sensatos, entenderemos que la dignidad no va nunca de la mano con el socialismo ni ninguna clase de economías planificadas.
Estuve convencido que durante la gran guerra – desde el asesinato del Archiduque Franz-Ferdinand en Sarajevo hasta la rendición del Imperio Japonés luego de las dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki – la humanidad vivió un proceso de deshumanización absoluta, pues los Estados tomaban al ser humano como harina para elaborar la masa que permitía satisfacer aquello que la guerra exigía: más hombres al campo de batalla y más maquinaria bélica para el combate. Sin embargo, ahora estoy convencido de que no ha existido en el mundo nada más mortal e inhumano que la implementación de las economías planificadas. ¡Quítenles el poder a los soviets!
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