“Si te cuesta ser selectivo, practica la compartimentalización. Entrega solo fragmentos de tu experiencia a ciertas personas. No es un acto de deshonestidad, sino de autoprotección. Al dividir la información, te proteges de la manipulación y mantienes el control de tu narrativa”.
Hace poco se celebró el día mundial de la salud mental. Cada 10 de octubre es sigificativo. Siempre quise escribir unas líneas al respecto, hasta que conseguí el momento perfecto: hoy. Nuestra vida, con sus triunfos y sinsabores, se edifica sobre ese pilar —a menudo invisible pero fundamental —: la salud mental. Podría decir, en general, que la vida humana se fundamenta en dos grandes pilares: la salud mental y la salud espiritual. La salud mental es el puente y pivote entre lo tangible (biológico/físico) y lo intangible (espiritual). Es el cimiento desde el cual cosechamos éxitos y la fortaleza que nos sostiene en la adversidad. Sin embargo, en un mundo que nos bombardea con un torrente continuo de noticias desastrosas y estímulos caóticos, cuidar y cultivar ese pilar se ha convertido en un reto titánico, casi utópico.
Vivimos una era de minimización forzada del dolor, de caricaturización de los sentimientos, de sobreexposición a daños colaterales y a la maldita perfección fingida. La realidad exterior, con su ruido, mimetismo y furia, amenaza constantemente con derrumbar nuestro refugio interior. Es aquí donde reside la verdadera hazaña de nuestros tiempos: aprender a trazar una frontera clara entre lo que sucede afuera y lo que habitamos adentro. No se trata de levantar un muro de indiferencia, sino de construir un dique de sano discernimiento que contenga la desnaturalización humana.
Esta separación consciente es una necesidad ineludible para quien anhela la paz. Implica un diálogo constante con uno mismo para entender que las crisis de la sociedad y del mundo no tienen por qué convertirse en las crisis de nuestra alma. Es un ejercicio de soberanía personal, un acto de amor propio que nos permite filtrar el caos y proteger nuestra serenidad. Alcanzar un poco más de felicidad en este mundo no es una meta lejana, sino el resultado diario de proteger y nutrir ese espacio sagrado que es nuestra mente.
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Unos meses atráes vi una publicidad en redes sociales sobre un concurso de relatos sobre temas de salud mental denominado BELO – Brillando en la Oscuridad (https://brillandoenlaoscuridad.org/). No hice más que inscribirme y enviar un escrito nacido de un ejercicio de catarsis, de liberación personal y sanación interior. Nunca pensé quedar en el podio entre casi 3000 manuscritos y 36 países participando. Hice el ejercicio como parte de un proceso de sanación interior que inicié hace ya varios años… Y pues, vieron en la estructura del relato elementos para ser considerado tercero a nivel internacional. Precisamente, lo que busca el evento es hacer perder el estigma social frente a estos temas. Comprender la filosofía del evento es comprender que de nada sirve el silencio y el miedo al estigma. Tal vez haya otras personas luchando, y una historia de vida pueda ayudarles a superar su proceso…
Recorrer el camino hacia la estabilidad mental implica aprender a gestionar un recurso más valioso que el oro: nuestra propia historia. Durante años, confié mi información a las personas equivocadas, aprendiendo a través del ensayo y el error que la vulnerabilidad debe ser selectiva. No todos usarán el relato de tu dolor para bien; algunos, por malicia o ignorancia, pueden convertirlo en un arma.
Si te cuesta ser selectivo, practica la compartimentalización. Entrega solo fragmentos de tu experiencia a ciertas personas. No es un acto de deshonestidad, sino de autoprotección. Al dividir la información, te proteges de la manipulación y mantienes el control de tu narrativa. Pero, ¿por qué compartirla? Porque hablar nos aliviana. Verbalizar la experiencia, por más dolorosa que sea, le quita poder y hace la carga un poco más ligera. Es un secreto a voces: el dolor compartido pesa la mitad.
Mi experiencia y la de tantos otros puede ser una luz, un faro en la noche oscura de tu alma. Pero tu camino es irrevocablemente tuyo. Tus circunstancias y tus batallas son únicas. Por ello, aunque buscar ayuda es crucial e irremplazable, encontrar tu propio sentido de lucha es fundamental. Nadie puede caminar por ti. Usa los mapas de otros, pero dibuja tus propias rutas. En esa búsqueda personal y valiente reside la clave para coexistir con ciertos, y muy merecidos, estándares de felicidad.
Te deseo lo mejor en esa travesía…
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