
Una vez más, el retorno de miles de viajeros desde el Suroeste antioqueño hacia el Valle de Aburrá dejó en evidencia un problema que se ha vuelto recurrente y desesperante: el peaje de Amagá. Este punto, ubicado en plena troncal del Café, se ha convertido en el mayor obstáculo para la movilidad de una región que, irónicamente, debería estar mejor conectada con Medellín y el resto del departamento.
La mañana del domingo 20 de abril fue caótica. Más de 17.000 vehículos intentaban regresar al área metropolitana, según cifras de las autoridades, y se encontraron con lo de siempre: largas filas, desesperación y la frustración de sentir que, pese al pago de un peaje costoso, no hay fluidez ni eficiencia.
El colapso fue tal, que incluso el sistema de reversibles —una estrategia diseñada para agilizar el tránsito— no solo resultó poco útil, sino que generó malestar entre quienes trataban de ingresar al Suroeste. El problema de fondo, sin embargo, sigue siendo el mismo: la ubicación del peaje en una calzada sencilla, con escasa capacidad de respuesta ante picos de movilidad altos como los de Semana Santa.
Las cuatro casetas habilitadas para los vehículos que se dirigen hacia Medellín resultan claramente insuficientes. A esto se suman los accidentes en vías alternas, que ralentizan aún más el tráfico y evidencian la falta de una infraestructura vial moderna y adaptada al crecimiento turístico y económico del Suroeste.
La inconformidad fue general. Desde los ciudadanos de a pie hasta figuras públicas como el senador Juan Felipe Lemos Uribe, quien vivió en carne propia el colapso: “Llevo más de 40 minutos intentando llegar desde Camilo C. al peaje. No son suficientes las medidas tomadas. Es necesario que Covipacífico y la ANI tomen la decisión de reubicar el peaje. Hasta ahora, la única que ha ganado es la concesionaria, con un recaudo millonario, mientras los usuarios siguen atrapados”, señaló el senador.
Según cifras oficiales, más de 1.450.000 vehículos se han movilizado durante esta temporada por las vías de Antioquia. La Seccional de Tránsito y Transporte desplegó más de 320 uniformados para garantizar la seguridad, pero la infraestructura vial —y particularmente el paso por Amagá— sigue sin estar a la altura.
¡Ya basta! No más pañitos de agua tibia.
La ciudadanía merece respeto, y eso comienza por vías eficientes. El Suroeste es una región pujante, turística, agrícola y culturalmente rica que no puede seguir dependiendo de una estructura vial obsoleta. El peaje de Amagá, como está actualmente, no solo entorpece la movilidad, sino que representa una muestra de indiferencia institucional frente a las verdaderas necesidades de la gente.
Exigimos a la ANI y a Covipacífico que tomen decisiones de fondo. No más diagnósticos. No más excusas. ¡Queremos soluciones! Reubicar el peaje es una decisión técnica, económica y socialmente necesaria.
Y a la ciudadanía: sigamos elevando la voz. Sigamos visibilizando este problema hasta que se convierta en prioridad nacional. Antioquia necesita moverse, y para eso, necesitamos que quienes recaudan también respondan con obras, eficiencia y respeto por los usuarios.
Porque los trancones no se solucionan con paciencia, sino con voluntad política.
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