El «Paisaporte»de Sophia

En el marco de la Escuela de verano: Hiperrealidades de la Universidad Pontificia Bolivariana en Medellín, el alcalde de la ciudad Federico Gutiérrez Zuluaga, en un acto bastante cuestionado, condecoró “con una flor” públicamente a Sophia y le entregó el “Paisaporte de la ciudad”. Sin embargo, ¿Qué diferencia hay entre entregarle el Escudo de Antioquia a Maluma y regalarle a Sophia el “Paisaporte” junto a una flor? La diferencia está en que el Alcalde no condecoró a Sophia debido a que es un robot que no tiene lenguaje y por lo mismo, lejos de sentirse halagada por tan grande honor, simplemente dio las gracias. Respondió automáticamente a un hecho social complejo que exige algo más que un gesto de agradecimiento. Veamos por qué:

Primero, Sophia es un robot muy parecido a los humanos, con rostro, ojos, párpados, arrugas y movimientos similares, pero sin lenguaje. Si bien responde preguntas, hace chistes y expresa emociones faciales, esto da cuenta de que ha aprendido la lengua (que como bien lo ha dicho solo sabe inglés). Por su parte, el lenguaje es distinto ya que no es simplemente repetir automáticamente algo y mucho menos participar de una comunidad que sigue reglas. El lenguaje no se limita a un asunto de adiestramiento, sino que es la capacidad de seguir o no reglas como lo afirmó Wittgenstein. Por eso, Sophia no es más que una inteligencia derivada, es decir, es un artefacto que participa en la comunidad por una programación humana.

Segundo, ya que esta creación de Hanson Robotics no tiene lenguaje, por lo mismo, no tiene significado alguno la entrega del “Paisaporte de la ciudad” que le impuso el alcalde de Medellín. Esta entrega de nacionalidad paisa de forma simbólica, porque no es un documento válido legalmente, correspondería a realizar un acto de habla declarativo, que según lo expresa el John Searle en su texto Speech acts, es cuando se junta el famoso dicho “decir es hacer” ya que hay un sistema normativo (una institución) que avala el suceso “Declaramos la guerra” o “Decimos sí frente al altar para contraer matrimonio”, etc. El problema, como bien lo indica el filósofo, es que para que este sea un acto exitoso y pueda ser una institución propiamente, a saber, que Sophia ahora tenga nacionalidad paisa, el contenido proposional (que el alcalde Federico le haya entregado el “Paisaporte”) debe corresponder al mundo, es decir: que Sophia pueda votar, sacar un crédito o casarse, pues una institución “es cualquier sistema de reglas aceptadas colectivamente (procedimientos, prácticas) que nos permite crear hechos institucionales” como advierte Searle. Por eso no podemos decir que ella es propiamente feliz, ni que ha recibido con beneplácito la nacionalidad saudí o la nacionalidad paisa, pues para ello tenemos que movernos en espacio de “dar y pedir razones”.

 

Por: Freddy Santamaría Velasco y Dora Alejandra Ramírez, profesores de Filosofia del Lenguaje, UPB.

Freddy Santamaría

Doctor en Filosofía de la Universidad Pontificia de Salamanca (Salamanca, España). D.E.A Universidad Pontificia de Salamanca. Filósofo y Licenciado en Filosofía de la UniversidadPontificia Bolivariana de Medellín (UPB). Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas, UPB. He ampliado mis estudios en Freiburg y Roma. He sido ponente en diferentes eventos académicos nacionales e internacionales. Mis áreas de trabajo son la filosofía contemporánea, especialmente la tradición analítica. He sido profesor Invitado del Departamento de Filosofía, Universidad Católica de la Santísima Concepción (Chile), de la Maestría en Filosofía, Universidad Verzacruzana, Xalapa (México), de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires/Universidad de Konstanz, Alemania y del Doctoradoen Filosofía de UPB, Medellín