El oro no es la mayor riqueza: lecciones de desarrollo en la minería colombiana

“Quizás la lección más sorprendente y valiente que emerge de este proceso es una admisión de “honestidad brutal”: la minería, en un sentido estricto, no es sostenible.”


Más Allá del Oro

Cuando se piensa en la minería en Colombia, la imagen que suele venir a la mente está teñida de conflicto, degradación ambiental y economías ilícitas. Es una narrativa poderosa, anclada en décadas de una compleja realidad nacional. Sin embargo, en los municipios de Segovia y Remedios, en el corazón del nordeste antioqueño, se está gestando silenciosamente una transformación que desafía estas simplificaciones.

Lejos de una historia en blanco y negro, lo que ocurre en este distrito minero es un proceso matizado, lleno de complejidades y lecciones contraintuitivas. No se trata solo de extraer oro de manera más eficiente o legal, sino de un intento profundo por reconstruir el tejido social, generar confianza donde no la hay y diversificar la economía para no depender de un solo recurso.

Este artículo explora cinco de las lecciones más sorprendentes que emergen de este laboratorio de desarrollo. A través de ellas, se revela una nueva perspectiva sobre cómo abordar los desafíos estructurales de las zonas mineras del país, invitando al lector a descubrir que, a veces, la solución no está en el subsuelo, sino en la superficie.

  1. “No todos”: los mineros informales no son criminales. La delgada línea entre subsistencia y delito.

Una de las narrativas más perjudiciales en el debate público es la que equipara la minería informal con la criminalidad. Sin embargo, la realidad en territorios como Segovia y Remedios demuestra que esta generalización es imprecisa y contraproducente. Es crucial distinguir entre la minería artesanal y de pequeña escala (MAPE), que históricamente ha sido una estrategia de subsistencia para miles de familias rurales, y las operaciones a gran escala controladas por grupos armados que la utilizan como fuente de financiación.

Equiparar ambas realidades estigmatiza a comunidades enteras y ha servido de justificación para intervenciones estatales como la destrucción de maquinaria, acciones que a menudo perjudican a los mineros de subsistencia pero no logran desmantelar las estructuras criminales. Ignorar este matiz impide diseñar políticas públicas efectivas, ya que trata un problema socioeconómico complejo como si fuera exclusivamente un asunto de orden público. Para encontrar soluciones reales, es fundamental reconocer que muchos mineros informales no son criminales, sino trabajadores que operan en un limbo legal y que necesitan rutas viables hacia la formalización, no persecución.

“definir a la minería informal como ilegal y/o criminal tiene implicaciones sociales enormes, pues equipara a las comunidades rurales que han ejercido la MAPE como una parte de sus estrategias de subsistencia con esos grupos armados ilegales.”

  1. El recurso más valioso no es el oro, es la confianza

Aunque la región es rica en oro, el recurso más escaso y valioso para su desarrollo es la confianza. Este desafío no es exclusivo de la región; refleja una crisis nacional de confianza. Para comprender la profundidad del problema, basta con considerar estudios nacionales recientes: según el barómetro de confianza de Edelman, solo tres de cada diez colombianos confían en el Gobierno. Cifras del Barómetro de la Reconciliación son igualmente reveladoras, mostrando que el 84% de los colombianos desconfía de los medios de comunicación, el 74.8% de la policía y el 63.7% del ejército. Esta fractura social es el principal obstáculo para la paz y la implementación exitosa de cualquier política pública.

En este contexto, la solución no puede ser meramente técnica o legal. La propuesta de transformación para Segovia y Remedios se basa en un enfoque social, centrado en la reconstrucción de la cohesión a través del diálogo, la participación inclusiva y la transparencia. Iniciativas como los “diálogos improbables” —que buscan sentar en la misma mesa a actores en conflicto—, el mapeo de confianzas y la construcción de agendas conjuntas son herramientas para tejer las redes sociales necesarias. Sin un capital social basado en la confianza, ninguna inversión, ley o programa puede prosperar.

“el enfoque social y de diálogo que sostiene esta propuesta sólo es viable si logra generar entorno a su desarrollo procesos de acción colectiva y cohesión social, los cuales se sostienen en dos pilares: la confianza y el civismo.”

  1. Formalizar una mina: un complejo pacto social, no un simple trámite

A menudo se piensa que la formalización minera es un proceso burocrático que consiste en obtener una licencia ambiental y un título minero. La experiencia en Segovia y Remedios demuestra que es un proceso mucho más profundo y complejo: es la construcción de un pacto social. La ruta de asistencia diseñada va mucho más allá de llenar formularios; es un acompañamiento integral y multifacético.

Este camino implica varias fases:

  • Identificación: Socializar los protocolos y registrar el interés de los mineros.
  • Diagnóstico: Analizar la viabilidad técnica, ambiental y legal de cada unidad productiva, revisando superposiciones con otros títulos o restricciones ambientales.
  • Acompañamiento técnico: Brindar capacitación en seguridad, sostenibilidad ambiental y aspectos legales.
  • Estructuración legal y mediación: Activar procesos de mediación para resolver conflictos entre mineros informales y titulares de licencias, promoviendo soluciones consensuadas.
  • Radicación y seguimiento: Apoyar la presentación formal de la solicitud y monitorear el proceso.

Este proceso se convierte en un verdadero pacto social en fases como la “Estructuración legal y mediación”, donde, como lo describe la fuente, se activan mecanismos específicos (como la Resolución 40237 de 2020) para mediar en conflictos históricos entre mineros informales y titulares de licencias, forzando una solución negociada y consensuada en lugar de una puramente legalista. Este enfoque reconoce que formalizar no es solo legalizar una actividad, sino reconstruir el tejido social y empresarial del territorio.

  1. La verdadera riqueza está en la diversificación, no solo en la extracción

Una de las lecciones más importantes es que un futuro próspero para una región minera no puede depender exclusivamente de la minería, por más responsable que esta sea. La verdadera riqueza a largo plazo reside en la diversificación económica. La visión para Segovia y Remedios no se limita a una minería más eficiente, sino a usarla como un motor de transición hacia una economía más resiliente y variada.

Para ello, se propone la creación de “Distritos Mineros Especiales para la Diversificación Productiva”. El objetivo de estos distritos es impulsar alternativas que reduzcan la dependencia del oro y generen nuevas oportunidades. Entre las alternativas que se buscan fomentar desde Remedios y Segovia se encuentran:

  • Agricultura sostenible: Implementar sistemas agroalimentarios para garantizar la “soberanía alimentaria” de la población.
  • Artesanías y joyería: Fomentar la transformación local de minerales, agregando valor a la cadena productiva.
  • Turismo comunitario y ecológico: Aprovechar la riqueza paisajística y cultural de la región para generar ingresos alternativos.
  • Servicios y logística: asociados al desarrollo y promoción de una industria polimetálica con vocación exportadora y de abastecimiento local.

De esta manera, la minería deja de ser un fin en sí misma para convertirse en un medio que financia y cataliza un futuro en el que la prosperidad del territorio no dependa de la volatilidad de un solo sector.

  1. Una honestidad brutal: la minería no es sostenible (y por qué reconocerlo es el primer paso)

Quizás la lección más sorprendente y valiente que emerge de este proceso es una admisión de “honestidad brutal”: la minería, en un sentido estricto, no es sostenible. Para entender esto, el plan que impulsa este desarrollo diferencia entre dos conceptos:

  • Sostenibilidad débil: Sostiene que el capital natural (recursos como minerales, agua, bosques) puede ser sustituido por el capital humano (tecnología, infraestructura, conocimiento). Bajo esta lógica, el impacto ambiental de la minería podría “compensarse” con los beneficios económicos y tecnológicos que genera.
  • Sostenibilidad fuerte: Argumenta que el capital natural es insustituible. Hay funciones ecológicas y recursos que, una vez destruidos, no pueden ser reemplazados por la tecnología o el dinero.

El plan concluye de manera contundente que, bajo una definición de sostenibilidad fuerte, la minería no puede ser sostenible, ya que la extracción de un recurso no renovable es, por definición, un agotamiento de capital natural insustituible. Que esta admisión provenga de un plan que busca organizar el sector minero es revolucionario. En lugar de esconderse tras el discurso ambiguo de la “minería sostenible”, esta honestidad obliga a la sociedad a tomar una decisión consciente: ¿cuál es el nivel máximo de alteración ambiental que estamos dispuestos a aceptar a cambio de los beneficios económicos? Este reconocimiento es el primer y más crucial paso para planificar el futuro de la minería de forma responsable y enfocar su efecto multiplicador y creador de valor público.

Conclusión: Forjando un Nuevo Contrato Social

La transformación de Buriticá o de Segovia y Remedios es un microcosmos de los grandes desafíos de Colombia. La experiencia en estos municipios demuestra que la solución a los problemas estructurales de las regiones mineras no es simplemente técnica, legal o militar. Se trata de un esfuerzo mucho más profundo por forjar un nuevo contrato social basado en la confianza, el diálogo honesto sobre los límites del desarrollo y la construcción de un futuro económico diversificado.

Este enfoque nos enseña que, para sanar las heridas del conflicto y la extracción descontrolada, primero hay que reconstruir las relaciones humanas. La pregunta que queda abierta es si estos principios de diálogo, confianza y diversificación podrán convertirse en un modelo replicable para otras regiones del país que enfrentan desafíos similares.

José Esteban Bello Pedraza

Abogado y consultor en sostenibilidad, derechos humanos y minería. Mi objetivo es emprender acciones en lo público y lo privado teniendo la responsabilidad con los derechos humanos y el medio ambiente como pilares para generar riqueza y desarrollo. He tenido la oportunidad de participar en proceos sociales, comunitarios y empresariales en diferentes ámbitos y lugares del país para consolidar al sector minero energético, las comunidades y proceos organizativos y las pequeñas empresas agrarias y mineras como motor de desarrollo local y regional. Creo en la paz como un horizonte etico para el que se trabaja día a día.

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