El opio del liberalismo

En 1955 Raymond Aron publicó El opio de los intelectuales. Es una obra de combate, dura, crítica. Allí decía Aron que la ideología se convierte en norma cuando admite el absurdo. El absurdo es en lo que se ha convertido el Partido Liberal de Colombia al quedar atrapado en la ideología neoliberal.

César Gaviria ha enterrado dos veces el partido liberal. Hace cuatro años, dando la más espectacular voltereta, decidió apoyar a Iván Duque, quien en los últimos días de su campaña afirmó que reformaría el Acuerdo Final. Durante estos años Gaviria se entretuvo en contemplar su sofisticada y valiosa colección de arte, y de vez en cuando aparecía para, a grito herido, asegurar las riendas de la bien aceitada maquinaria burocrática del partido, que tanto rédito le ha producido a la élite del capital y del poder político, y que tan poco beneficio le ha dado a los más pobres.

Ahora, el eterno y dictatorial Director del Partido Liberal, tras una junta de parlamentarios que dejó en sus manos la decisión sobre la inclinación liberal en la actual campaña presidencial, ha dado una nueva voltereta después de muchos ires y venires, para unirse a Federico Gutiérrez. Con esta alianza con el candidato que representa los sectores de derecha y ultraderecha del país, Gaviria entierra nuevamente el liberalismo, y a su proyecto social, de equidad e inclusión.

El liberalismo, que mucho más que un partido y una ideología es una doctrina política que tiene como objetivo primordial garantizar las condiciones necesarias para el ejercicio de la libertad individual. El liberalismo, de hecho, se presenta en dos variedades: los liberales de la libertad negativa, que buscan definir el Estado en función de la protección de las libertades negativas de todos: a nadie se le debe privar de su vida, salud, libertad o de sus propiedades. El gobierno existe para proteger estas libertades de las amenazas que puedan emanar tanto de la sociedad en general como de fuera de ella. Y los liberales de la libertad positiva que valoran las mismas libertades individuales, pero también están profundamente comprometidos con un conjunto de derechos que son promovidos activamente por el gobierno. Creen, por ejemplo, que se deben asegurar las condiciones para proporcionar el valor equitativo de las libertades civiles y políticas y para imponer límites a la concentración de la riqueza que garanticen una justa igualdad de oportunidades. Esta debe servir para corregir las desventajas sociales. Es claro que el Partido Liberal, de la mano de Gaviria, está totalmente por el primer liberalismo, y que cerró toda posibilidad a aquellos de sus miembros que defienden un liberalismo social comprometido con los intereses de los más desfavorecidos.

En Colombia, el viejo partido liberal, que con la “revolución en marcha” de López Pumarejo, impulsó la educación y una reforma agraria; que con Gaitán llenó de pueblo y de tesis sociales al liberalismo, que con Alberto Lleras avanzó en la modernización de la institucionalidad del Estado, y con Carlos Lleras impulsó una gran reforma agraria, se convirtió, bajo los liderazgos de Julio Cesar Turbay y posteriormente de Gaviria, en un partido que abandonó la justicia social para adoptar un neoliberalismo en lo económico y mantener como ejes de la política el clientelismo y la corrupción. Y desde el gobierno de Gaviria, pasando por los de Álvaro Uribe e Iván Duque, se ha ido estructurando además un modelo político que plantea que el único instrumento que puede servir para enfrentar los problemas sociales, las resistencias, las reivindicaciones de derechos, la protesta y la violencia es de un lado, un Estado que se estructure solamente al servicio de los intereses de las élites políticas, económicas y de los militares y, de otro lado, que reduzca al mínimo el Estado social. Esto es neoliberalismo puro, que impuso Gaviria trabajando duro por muchos años, el hombre del “revolcón”. Un privatizador y vendedor de lo público, solamente superado por Álvaro Uribe.

Este es el núcleo del pacto artero que promueve Duque interviniendo desde la presidencia en política, y que respaldan hoy el Partido Liberal de Gaviria, el Partido Conservador, Cambio Radical, el Centro Democrático (no oficialmente), el Partido de la U, el Partido Mira etc. El programa de gobierno de Federico Gutiérrez está contenido en lo que se ha establecido en este pacto con el que se pretende mantener el modelo neoliberal que protege las libertades negativas y un Estado social reducido. Lo que le dictan al candidato Gutiérrez y que lee tan mal es el programa para las redes.

Este cambio en la estructura del Estado se puede ilustrar con el reciente caso del general Eduardo Zapateiro, el cual  desarticula los equilibrios entre los poderes del Estado. Zapateiro intervino abiertamente en política al involucrarse en una disputa con el candidato Gustavo Petro. Con su acción violó el art 127 de la Constitución que prohíbe a servidores públicos intervenir en política electoral y, por ser militar, violó también art 219 que señala que Fuerza Pública no es deliberante. El presidente Iván Duque, que ha abandonado su papel como jefe de Estado al participar abiertamente en política, legitimó esta acción anticonstitucional de un General al no condenarla como es su obligación constitucional.

La intervención de los militares en la política es algo absolutamente contrario a la doctrina liberal y al Estado de derecho. La fuente de opresión social más letal se produce en una sociedad cuando los agentes del Estado, y especialmente aquellos que ejercen el poder de coacción, tienen a su disposición todos los recursos de la fuerza física. Hoy conocemos qué hizo el ejército cuando decidió en los batallones qué se debía hacer para enfrentar a las guerrillas. En virtud de las investigaciones de la JEP, la sociedad colombiana se ha ido enterando en qué consistió la política de los falsos positivos. Si no hay límites constitucionales y políticos a este tipo de pretensiones ilegales de la cúpula militar, respaldada por algunos miembros de la sociedad y la política, estamos ante el fin de la democracia. El llamado ruido de sables nos hace recordar las tragedias que provocaron las dictaduras en América del Sur. Uno de los casos más sobresaliente fue Chile, en donde tras el derrocamiento y asesinato del presidente socialista Salvador Allende, se instaló una dictadura que a la vez estableció la forma más dura de organización económica de tipo neoliberal.

En Colombia, la tensión entre un Estado distanciado de los problemas de la pobreza y la desigualdad y un estado social reducido, se ha articulado en función de mantener y reproducir la estructura de poder desigual y excluyente basada en el control sobre la propiedad de la riqueza, sostenida en la corrupción de grupos expertos en tomarse el control irregular de empresas públicas y privadas, y protegida por un cartel político que actúa, especialmente en el Congreso, en función de evitar la investigación y garantizando la impunidad. En la construcción de esta peligrosa artimaña están envueltos los líderes y los partidos que hoy se unen para ungir a Federico Gutiérrez. Defender la democracia requiere hoy impedir el abuso de poder de esta élite económica y política y darle protagonismo a la ciudadanía haciendo que se apropie de los mecanismos de control y decisión del gobierno democrático.

Adenda: Es penoso que el Partido Liberal apoye a un candidato que claramente ha mostrado que desconoce qué es el Estado, qué debe ser la política en el orden internacional, en qué consiste la estructura, el funcionamiento y cómo se articulan las instituciones del Estado. Da grima que ante una pregunta sobre regalías responda: “plata es plata” y se muera de la risa. Y Gaviria se muere también de la risa porque le quedó ajustada la rienda.

Francisco Cortés Rodas

Doctor en Filosofía, Universidad de Konstanz (Alemania), Filósofo y Magister en Filosofía, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá. Estancias postdoctorales en la Johann-Wolfgang-Goethe Universitat Frankfurt, en Columbia University, en la Universidad Libre de Berlín, becario del DAAD y de la Fundación Alexander von Humboldt. Profesor titular del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia.

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