El mundo no es un juego de ajedrez, pero Trump ya hizo su primer movimiento

“El poder no es un medio, sino un fin”. – George Orwell

Donald Trump volvió, y no vino a jugar. Su discurso inaugural no fue una simple ceremonia, fue una declaración de guerra contra todo lo que su predecesor construyó y una advertencia para el resto del mundo. Desde la Casa Blanca, con su característico tono desafiante, dejó claro que su segundo mandato no será una repetición del primero: esta vez, no tiene nada que perder y está dispuesto a reescribir las reglas del juego.

Anunció la salida inmediata del Acuerdo de París, dejando en claro que las preocupaciones climáticas son un estorbo para sus planes de expansión energética. Se declaró en emergencia nacional en la frontera sur, endureciendo la política migratoria y elevando la tensión con México. Y como si fuera poco, puso sobre la mesa una idea que huele a conflicto diplomático: el Canal de Panamá debería volver a manos estadounidenses porque “nunca debió ser entregado”.

A nivel internacional, su discurso fue una bomba de tiempo. Habló de reestructurar la presencia militar en el mundo, pero sin especificar si eso significa retirar tropas o prepararse para algo más grande. En Latinoamérica, la noticia del “Golfo de América” ya encendió alarmas, un gesto que parece simbólico pero que en política no hay nada simbólico. Es una demostración de fuerza, un mensaje entre líneas: Estados Unidos vuelve a mirar hacia el sur, y no precisamente con intenciones amistosas.

Para Colombia, el regreso de Trump significa volver a una relación basada en transacciones y condiciones. La lucha contra el narcotráfico volverá a ser su excusa favorita para presionar al gobierno, y si en su primer mandato amenazó con descertificar al país, esta vez podría materializarlo. La relación comercial no se verá afectada a corto plazo, pero el tono será más agresivo. Para el uribismo, su regreso puede ser visto como un respiro, pero si algo ha demostrado Trump es que no es amigo de nadie, solo de sus intereses.

En Venezuela, la incertidumbre se multiplica. Trump podría volver a endurecer sanciones contra el régimen de Maduro o, por el contrario, jugar la carta del pragmatismo y buscar un acuerdo que le dé acceso a los recursos energéticos del país. No es descabellado pensar que utilizará a Venezuela como moneda de cambio en negociaciones con China o Rusia. Para la oposición venezolana, esto no es necesariamente una buena noticia: si algo dejó claro en su primer mandato es que su apoyo nunca fue incondicional.

El Cono Sur enfrenta un panorama complejo. Con Argentina sumida en una crisis económica y Milei apostando por un alineamiento total con Estados Unidos, la llegada de Trump puede fortalecer esa relación, pero también condicionar su política interna. En Brasil, Lula no verá con buenos ojos su regreso, ya que representa la antítesis de su discurso progresista. Chile y Uruguay, históricamente más moderados, intentarán mantener el equilibrio, pero la presión por alinearse será mayor.

Los próximos meses definirán si esta es la reconfiguración de un nuevo orden mundial o simplemente el inicio de una crisis global sin precedentes. Lo único seguro es que el ajedrez geopolítico acaba de cambiar, y Trump ya movió su primera pieza.

Jayson Taylor Davis

Soy un abogado sanandresano, especialista y estudiante de la maestría en MBA en la Universidad Externado de Colombia.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.