La ideología feminista, una ideología que cada vez da pasos más vertiginosos en nuestra sociedad, está queriendo asentar cada vez más los derechos de la mujer en cuanto a igualdad de condiciones dentro de nuestra humanidad, igualdad un tanto necesaria si queremos enmarcar un cierto grado de equidad semejante en cada uno de nosotros y nosotras. Haciendo una retroalimentación a la fundamentación de dicha doctrina o, de una manera más articulada, a la filosofía feminista y la virtud por la que personas de distinto rango de edad deciden predicarla y aplicarla en su vida cotidiana, podemos decir que busca la visibilidad del sexo femenino en una sociedad que, a términos generales -es decir, dando una visión internacional y no tanto nacional-, se opaca llevando a la práctica distintas actuaciones un tanto inhumanas, tales como el maltrato físico, verbal y psicológico, desigualdad de condiciones o, en casos menos leves pero que, de forma pasiva, atentan contra la imagen y la legitimidad de la mujer, el acoso verbal. Pero, ¿qué es el acoso verbal? Bajo opinión personal puedo dictaminar que viene a ser los comentarios fuera de lugar a una persona desconocida que provoca el incómodo y el temor de trascender a más allá de las dicciones propiciadas.
La Real Academia Española, una institución cultural radicada en Madrid, cuya misión se fundamenta en buscar la regulación y la promulgación de distintas normas en cuanto a la lingüística española, promoviendo así, la unidad idiomática dentro de todo el conjunto de los países catalogados como hispanohablante, se ha pronunciado frente al tema de fomentar el lenguaje inclusivo dentro de nuestra sociedad, afirmando que el masculino genérico en ningún momento invisibiliza a la figura de la mujer pero, ¿qué tan necesario y qué consecuencias puede traer para una sociedad un tanto diferida en materia de derechos feministas la incorporación del lenguaje inclusivo?
Ventajas de la inserción del lenguaje inclusivo
Antes de pasar a exponer las ventajas que, desde mi percepción, traería el lenguaje inclusivo en nuestra sociedad, me voy a permitir el lujo de exponer un caso real, sucedido en España, donde la problemática radica precisamente en la carencia del lenguaje aquí tratante. Una empresa cuya razón social es Aceites y Energía Santa María se manifiesta públicamente, siendo respaldada por uno de los sindicatos de los trabajadores, afianzando la imposibilidad de remunerar a las mujeres pues, según el convenio interno de trabajo conciliado por la junta directiva de la misma, expone, de manera clara y exhaustiva, que sólo se retribuirá el salario mensual a los trabajadores más no a las trabajadoras, agarrándose a dicha situación para justificar el no pago del salario y de los atrasos legales que la misma acción conlleva. Con éste caso podemos ir viendo las grandes ventajas que trae el impulsar el lenguaje inclusivo y los inusitados inconvenientes que el no aplicar el mismo trae en la vida cotidiana de las personas.
La principal ventaja del lenguaje inclusivo radica en la cultura de la humanidad. Y cuando menciono cultura humanitaria no enfatizo en la nacional, sino en términos más que todo internacionales pero que, de igual manera, Colombia se ve sumergida en la misma. Todos somos conscientes, si logramos recordar las temáticas de historia en nuestras aulas de bachillerato, las diversas situaciones precarias que la humanidad ha tenido que vivir en tiempos históricos, como los escenarios inhumanos que palpitamos antes de las revoluciones obreras y francesas. Eran situaciones que, de manera analógica, hacían ver al hombre como un esclavo, esclavo del faraón o, en otros vocablos, de la persona que poseía un gran capital económico. Centrándonos más en el tema que venimos a tratar, en la historia de la mujer se ha visto o se ha creído que su existencia debía de radicarse única y exclusivamente en atender el hogar y, a su vez, encargarse de la responsabilidad de la descendencia familiar. Lamentablemente, era la única utilidad que se le podía otorgar a la mujer, era un ser débil que difícilmente podía ocupar alguna otra labor. Ahí, en ese lapso de nuestra historia, es donde se empieza a hacer invisible la figura femenina. Propiciar el lenguaje inclusivo permitiría dar por terminada aquella oscura etapa, equilibrando la balanza que tan a favor de la figura masculina ha estado a lo largo de nuestras vidas. Lo que no se nombra, no se ve. Como experiencia personal, algo que siempre me preguntaba en mis primeros caminos existenciales, por allá cuando tenía cerca de siete años, es el por qué se agrupa tanto al sexo masculino y femenino en un mismo grupo lingüístico, niños.
Incluir el lenguaje inclusivo permitiría romper con las barreras del binarismo, donde solo existe dos posibilidades, así no te sientas acorde o identificada con alguna de las dos posibilidades dadas.
Pero … ¿qué implicaría dicho lenguaje?
Personalmente pienso que no se trata de una lucha constante contra la o, ni mucho menos querer crear el lenguaje de la e (verbigracia, todas – todes / los – les). Es cuestión de dar una transformación a nuestra norma lingüística y adaptarla a los nuevos contextos sociales. La cultura, la sociedad, las peticiones y los ideales han cambiado. Es un error querer mantener unas normas idiomáticas promulgadas a raíz de situaciones o contextos derivados de la época indoeuropea. Muchos catedráticos mencionan la imposibilidad de cambiar el lenguaje, pero no es un secreto que, de manera constante, se viene dando cambios al mismo. De hecho, el último cambio podría enlazarse con las normas ortográficas de determinadas palabras.
Cuando se pide inclusión en el idioma hacemos referencia al cambio que debemos de dar todos, de manera conjunta, como sociedad, en el uso de determinadas palabras. Hacer el cambio de los profesores a el profesorado, los alumnos a el alumnado, los electores a el electorado o los administrativos a el personal administrativo daría visibilidad a la mujer, provocaría prácticas oratorias igualitarias y contribuiría al avance de la sociedad pero, ¿qué tan preparados estamos para dar el precipitado paso de un cambio en nuestra lengua que permita la inclusión totalitaria?