Crecí en una sociedad donde la propiedad de las mujeres era una norma arraigada. Los hombres ejercían un control absoluto sobre ellas, ya las mujeres se les enseñaba desde niñas a obedecer. Este sistema patriarcal ha sido el caldo de cultivo de la Violencia de género, tanto en Colombia como a nivel mundial.
La idea de que un hombre puede ejercer control sobre el cuerpo y la vida de una mujer es una aberración. Ninguna persona debería ser propiedad de otra. A pesar de los avances de la humanidad, el deseo de dominar y poseer persiste, pero la violencia nunca puede justificarse.
Hace unos días, conversé con un amigo que me contó que su novia había terminado con él. Al parecer, ella se sintió muy afectada por una discusión que él tuvo mientras iban en su auto. Mi amigo se había enfadado mucho con otro conductor y, luego de varios días su novia le explicó que no podía estar con alguien que tratara a los demás de esa manera, porque temía que en algún momento también la tratara mal a ella.
La violencia contra las mujeres es un problema global. Según la ONU Mujeres, cada 10 minutos una mujer es asesinada en el mundo, principalmente por su pareja o un familiar. En Colombia, el panorama es igualmente desolador. En 2023, se reportaron diariamente tres víctimas de feminicidio, y en 2024, el país ha registrado 745 víctimas de feminicidio.
Es vergonzoso que, incluso en un gobierno del “cambio” que se ha comprometido con la igualdad de género, persisten los casos de violencia y acoso hacia las mujeres al interior de la administración de Gustavo Petro y Francia Márquez. La ley del silencio no puede seguir protegiendo a los agresores. Necesitamos acciones concretas y contundentes.
A pesar de las leyes y los tratados internacionales, el Estado colombiano, como muchos otros, ha sido lento en implementar medidas efectivas para prevenir y sancionar la violencia contra la mujer. Las autoridades competentes han fallado en proteger a las mujeres y niñas. ¿Cuántas más vidas se deben perder para que se tomen medidas efectivas?
Los medios de comunicación tienen un papel fundamental en esta lucha. Deben evitar la victimización de las mujeres y promover una visión positiva y empoderada de la feminidad. Asimismo, es importante visibilizar las historias de sobrevivientes para inspirar a otras mujeres y generar conciencia sobre esta problemática.
La cultura de machismo y posesión debe cambiar. No podemos seguir permitiendo que la violencia contra las mujeres sea una norma en nuestra sociedad. Es hora de que los hombres y las mujeres trabajen juntos para construir una sociedad más justa y equitativa, donde las mujeres sean tratadas con respeto y dignidad.
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