“La tormenta siempre pasará, no llores sin razón sabiendo que volverá a salir el Sol.”
Chusterfield – Reggae Cypher #4
Podría afirmar que la pandemia generada por la presencia del COVID-19 es uno de los hechos más influyentes de los últimos tiempos, en todos los aspectos posibles: social, jurídico, financiero, político, entre otros, pero sobre todo en el ámbito personal. Este virus nos obligó a actuar desde aspectos totalmente diferentes a como estábamos acostumbrado. La presencialidad pasó a un segundo plano y la vida del hombre se vio rodeada de las nuevas tecnologías como herramienta a la solución de problemas que se generaron por este hecho y, sobre todo, herramientas que permitieran seguir resolviendo los conflictos sin necesidad de verse en un retroceso.
Así como la vida del hombre se vio rodeada por teléfonos celulares, computadores, horas de desgaste ante pantallas planas debido a obligaciones laborales, también se presenció un comportamiento muy importante en la vida del hombre: la acción de la introspección. Sigmund Freud afirmaba que es un método de revisión interna de pensamientos y emociones, con el fin de revelar al propio sujeto.
Efectivamente, gran parte de la población, entró en una revisión interna de pensamientos y emociones con la finalidad de definirse así mismo. Parte de esa definición, implicó la conexión entre nuestra esencia y lo digital, pero más allá de lo digital hay una parte natural que nos impulsa a la libertad La libertad no entendida como un fin ni como un medio sino como el estado del hombre al cual se accede superando los tres miedos fundamentales. El miedo a vivir, el miedo a morir y el miedo a mí mismo. La pandemia del COVID-19 no solo nos dejó una serie de normas progresistas para el desarrollo tecnológico del hombre en sociedad. Si no que nos permitió nuestro propio momento de silencio, un evento inevitablemente doloroso por revelarnos como somos, nuestro verdadero ser. Nos educó para poder entender que nuestras crisis no se resuelven con lo externo, sino con la parte del ser, lo interno, lo que se denomina amor propio.
Mi momento de introspección no se dio a raíz del virus sino a partir de lo que he vivido estos 26 años, en un espacio tiempo diferente donde la emocionalidad y racionalidad adquirieron equilibrio y me permitieron entender que debo disfrutar del trayecto de lo que yo proyecto, incluyendo sus crisis, sin esperar lo que yo espero y ser feliz de estar limpio.
A mi parecer, este hecho mío se asimila mucho, los cambios que he presenciado desde el “encierro” de la pandemia del COVID-19 de las personas que amo y que me rodean. Es verdad que cada quien tiene su espacio y tiempo para vivir sus propias circunstancias, pero si nos damos cuenta, ese momento de silencio, nos otorgó libertad y se le otorgará a quien se le enseñe.
La invitación del día de hoy es a estar con nosotros mismos en momentos de soledad positivos. Estando en silencio con nosotros mismos podemos ver y entender la felicidad, la conexión con un Dios si es que la tienen y una inalcanzable e inquebrantable capacidad de reinventarse.
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