Los colombianos no tienen que ver el informe publicado en la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación), que habla sobre el hambre en el país, para saber que este es en verdad el mayor flagelo que soportamos.
Basta ver los precios de la canasta familiar y el incremento desmedido de los mismos en los últimos meses, para saber que los hogares hoy se encuentran en una crisis alimentaria.
La libra de carne de res a 15 mil pesos, una canasta de huevos a 16 mil pesos, un kilo de papa 5000 pesos, una libra de plátano a 1800 pesos y así sucesivamente, los alimentos han subido hasta un 191% como es el caso de papa.
El 54% de la población colombiana padece de inseguridad alimentaria, mientras que el número de hogares que cuentan con tres comidas diarias pasó después de la pandemia de 90% a 70%; 21 millones de personas viven por debajo de la línea de pobreza.
El hambre, es ese enemigo que ninguno de nosotros quisiéramos padecer. Muchos hogares a diario, viven la desazón que deja no tener qué comer, la impotencia de no saber si todo cambiará cuando salga el sol, la tristeza de irse a dormir con el estómago vacío.
Y aunque el momento más cruel de la pandemia parece haber pasado y ya no vemos en las casas, los tristes trapos rojos, como llamados de auxilio a una situación desesperante que ya se desbordó, la situación que padecen miles de familias empeora día tras día.
El hambre acecha los hogares colombianos, se ve en el rostro de los ancianos demacrados, o en las costillas marcadas de los niños en la calle. El hambre la notamos en el gesto desesperado de las mamás que hacen maromas en la cocina para hacer rendir los alimentos, o en las manos llenas de callos de los campesinos que rezan porque no se eche a perder la cosecha.
El país recibió con vítores el alza del salario mínimo y yo me pregunto si este incremento si alcanza para todas las necesidades de las familias. Parecieran salarios de hambre con los que apenas subsisten los trabajadores y logran sostener a sus seres queridos.
Lograr el Hambre Cero es un objetivo que hoy tienen trazado muchos gobiernos a nivel mundial, incluido el de Colombia y viene acompañado de un objetivo mayor que es poner fin a la pobreza en todas sus formas.
El reto es grande y urgente; necesitamos unir esfuerzos como sociedad, entre los sectores académicos, económicos, empresariales, estatales, para crear una Política Pública de Seguridad y Soberanía Alimentaria.
Esta Política debe recoger la esencia de nuestra cultura campesina y hacer énfasis en sistemas agroalimentarios en las ciudades.
Estoy convencido de que trabajando por este tema, lograremos a la vez, apalancar nuevos beneficios que se verán reflejados en la economía, la educación, la equidad, el desarrollo social y el progreso de un país.
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