El Gobierno en Vivo: ¿Transparencia o Espectáculo?

Créditos: @Foto: Ovidio González, Presidencia de la República de Colombia.

El reciente consejo de ministros transmitido en vivo nos dejó una imagen del gobierno de Gustavo Petro que oscila entre la transparencia y la crisis. La intención de mostrar al país el debate interno del Ejecutivo pudo haber sido un gesto audaz, pero terminó revelando fracturas profundas. Cada intervención reflejó no solo diferencias ideológicas y estratégicas, sino también una falta de cohesión que podría costarle caro al presidente. Si la intención era demostrar solidez, el efecto fue el contrario.

Uno de los momentos más tensos fue la disputa entre la vicepresidenta Francia Márquez y la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, sobre la designación de Armando Benedetti. Más allá del debate sobre su idoneidad, la escena reflejó una ausencia de consensos en la toma de decisiones clave. Petro, en lugar de desactivar el conflicto, optó por defender a Benedetti con argumentos de lealtad personal. Esta postura evidencia la tensión entre la política del cambio y las prácticas tradicionales de clientelismo.

El presidente también reprendió a su gabinete por lo que considera una falta de ejecución en su proyecto de gobierno. Su afirmación de que “el presidente es revolucionario, el Gobierno no” sintetiza su frustración con su propio equipo. Pero esta frase también revela una paradoja: si el propio Petro no logra alinear su gabinete con su visión, ¿cómo puede convencer a la ciudadanía de que su gobierno es capaz de transformar el país?

Más allá de las pugnas personales, el consejo de ministros expuso la debilidad estructural de la administración Petro. No se trata solo de desacuerdos normales en un gobierno, sino de una ausencia de dirección clara. Las disputas entre ministros no giraron en torno a estrategias para resolver problemas urgentes, sino en reproches y acusaciones mutuas. Este tipo de debates no deberían darse frente a las cámaras, sino resolverse internamente con liderazgo y claridad.

La transmisión en vivo, lejos de fortalecer la imagen del gobierno, lo hizo ver como un grupo de funcionarios desarticulados. Petro parece confiar en la exposición pública como una herramienta de presión sobre su equipo, pero este método puede volverse en su contra. La transparencia no es mostrar los problemas en vivo, sino resolverlos con eficacia. En este caso, el espectáculo dejó la sensación de que el presidente no controla su propio gobierno.

El episodio también es una advertencia sobre la fragilidad del equipo ministerial. Si bien algunos ministros demostraron carácter al defender sus posturas, el hecho de que estas discusiones se den en público sugiere que no hay espacios efectivos para el debate interno. Cuando los funcionarios deben recurrir a un escenario televisado para expresar sus desacuerdos, significa que el canal de comunicación con el presidente está roto.

La imagen de unidad que el gobierno necesita para impulsar sus reformas se ve comprometida cuando los ministros se contradicen o, peor aún, se atacan. Esto no solo afecta la percepción pública, sino que debilita la capacidad del Ejecutivo para negociar con otros actores políticos. Un gobierno que luce dividido es un gobierno vulnerable, tanto ante la oposición como ante las fuerzas que resisten el cambio.

El gran reto de Petro ahora es recuperar el control de su equipo y definir una estrategia de comunicación efectiva. Si insiste en la exposición pública como método de gestión, el riesgo es que cada consejo de ministros se convierta en una crisis en vivo. Para que su gobierno tenga éxito, necesita menos dramatismo y más acción concreta. Gobernar no es hacer televisión; es tomar decisiones y ejecutarlas con coherencia.

Este consejo de ministros en vivo será recordado como un episodio que pudo haber sido una muestra de transparencia, pero terminó siendo una revelación de fragilidad. Si Petro no toma medidas para fortalecer su liderazgo dentro del gabinete, su gobierno corre el riesgo de volverse ingobernable. No basta con hablar de revolución; hay que demostrar que se puede gobernar con firmeza y dirección.

Juan Felipe Triviño Herrera

Estudiante de Historia en la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Apasionado por el estudio de la historia de la medicina, las instituciones médicas, la psiquiatría y las concepciones sobre la enfermedad mental. Su trabajo académico se centra en analizar los discursos y prácticas que han definido estas disciplinas, conectando su desarrollo histórico con los debates sociales y políticos actuales.

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