Vicky es una mujer delgada y baja de estatura, cosas que ha logrado compensar gracias a su enorme carácter y amor por lo que hace como rectora de la Institución Educativa Pedro Nel Ospina de Ituango, Antioquia, hace dos años la conocí allí mismo, en uno de los territorios que más ha sufrido de cuenta del conflicto armado en Colombia, ella con su serena voz y ojos llenos de alegría y esperanza relataba la importancia de los diálogos de paz, mencionaba algo como “Hay mucha ilusión ahora con lo de la Habana, es que acá todos esperamos que esto acabe y pronto, pues da mucha tristeza ver salir jóvenes a la guerra y pensar que no volverán…”, recuerdo que palabras más, palabras menos era lo que quería decir acerca de su visión sobre su anhelo de vivir en paz y que la misma surta efecto en todos, en especial en sus chicos.
Otro caso fue el de Carlos, un muchacho de Abriaquí, Antioquia que a sus veinte y tantos años se encontraba terminando su bachillerato, él ante la imposibilidad de encontrar un trabajo por la falta de la libreta, se vio obligado a prestar servicio militar, el muchacho al narrar sus memorias de lo vivido durante en ese periodo no dejaba de contarlo sin derramar un mar de lágrimas, el miedo a morir fue de lo único a lo que se aferró para volver a casa luego de cada hostigamiento y/o combate con la guerrilla, por aquel entonces advertía a todos sus amigos y compañeros de estudio sobre el peligro de querer ser soldado, sobre todo si el motivo es tener un documento para poder laborar, papel que hasta el momento no le había facilitado su ingreso a dicho mundo.
Amalia es una anciana que hace más de cuatro años vivía en Nariño Antioquia, una persona tan fuerte de espíritu que no se dejaba doblegar por la violencia, su relato podría confundirse con un drama producto de la imaginación de Dostoievski, sus palabras son una historia que carga en sus espaldas tres desplazamientos forzados, huir y dejar el hogar fue la constante, todo por no morir y por querer vivir tranquilamente.
Estos ejemplos y otros vienen retumbando desde hace mucho tiempo, han tenido la capacidad de hacerme consciente de la realidad del país, admito que lo más difícil al escucharlos era verlos a la cara, un cuasi citadino como yo que no ha sufrido de una forma tan directa los impases de más de 50 años de conflicto, no es digno de oírlos, me preguntaba qué podría hacer para confortarles, por el momento sólo me dignaba el compartir con ellos.
Ha llegado el momento de poder hacer algo y es no negarles la posibilidad de desarmar a uno de sus victimarios, más que un simple voto por el plebicito de la paz, es el lograr entrar a la historia como aquella generación que comenzó a construir un mundo mejor para sus prójimos, quiero ser testigo de cómo por un momento aquellos ideales del perdón que reúnen a todos los cultos religiosos de Colombia, logran concretar una buena parte de sus prácticas espirituales como lo es el perdón.
No quiero que los adultos del mañana me juzguen por pertenecer a aquellos que rechazaron la enorme oportunidad de darles una mejor vida, me gustaría quitarles la enorme probabilidad de que vayan a una guerra que hubiese sido posible parar, me gustaría relatarles que por primera vez los odios quedaron atrás y que ellos quedan en el deber de no revivir al coco de la guerra, monstruo que le ha privado la vida a un sin número de personas.
El miedo es que no logremos ver con lógica lo que ahora pasa, que la desinformación nos gobierne y que la decisión más importante de la historia colombiana, sea mediada por la arrogancia de quien sólo quiere ver morir a miles de hombres y mujeres que podrían estar haciendo los mejores logros en deportes, en ciencia, en educación, en artes en fin en miles de cosas menos en convertirse en cadáveres para alimentar desmedidamente a la violencia.
Será la oportunidad de resignificarse, sobre todo a aquellos que política y militarmente se oponen, pues la incertidumbre de quedar sin con quien pelear y sin con quienes peleen por ellos les genera el miedo a la soledad y al olvido, tal vez sea esto la causa de su no perdón, esa imposibilidad de redimirse como seres que pueden vivir tranquilamente con otros en un mismo país.
Joe Strummer dijo las siguientes palabras: La gente anda por ahí haciéndose mal mutuamente, es porque nos sacaron la condición de humanos. Es hora de recuperar la humanidad y seguirla durante un tiempo, la codicia no te lleva a ningún lado… sin la gente no eres nada”. Es nuestro momento de volver a existir como seres, que la historia nos dé la razón, esa es mi plegaria…