“Ahora, una nueva crisis financiera promete consolidar los cambios empezados en el 2008, y cambiar la estructura y el orden internacional. Las complicaciones económicas han incentivado el proteccionismo económico y la autarquía. Los sentimientos nacionalistas siguen creciendo.”
La noche del 30 de abril, se anunció la compra del banco First Republic por JP Morgan, el cuarto en Estados Unidos en fallar y requerir de rescate federal. Este fue el siguiente dominó en caer; dolorosos recuerdos de la crisis financiera del 2008 burbujean en la mente de muchos, fue hace poco más de una década cuando el colapso de Lehman Brothers desencadenó recesiones globales y aceleró la decadencia del Orden Internacional Liberal (OIL).
En 2018, John Mearsheimer, un estudioso de las Relaciones Internacionales, diagnosticó las fuerzas que llevarán a la caída del OIL: el nacionalismo y la cambiante distribución del poder. Estas dos fuerzas se acentuaron en la crisis financiera del 2008 la cual, más allá de los efectos económicos, tuvo profundos efectos políticos y geopolíticos que sacudieron las placas tectónicas de la hegemonía estadounidense.
Políticamente, diversos movimientos nacionalistas surgieron; rechazando la globalización excesiva, la integración política, y la destrucción de la identidad nacional, tanto la elección de Donald Trump como el Brexit fueron productos del deterioro económico del 2008.
Geopolíticamente, las recesiones en Estados Unidos y Europa dieron paso a que China surgiera como gran potencia económica global. La demanda de materias primas chinas desplazó las exportaciones de la mayoría de Estados a Asia, mientras tanto, el exceso de capital inició una bonanza inversora china en Latinoamérica, África, e incluso Europa.
Naturalmente, para evitar el exceso determinista económico, es necesario reconocer el papel que jugó la política exterior liberal en exacerbar los dos problemas. El nacionalismo en Europa, Latinoamérica y el Medio Oriente, en parte, fueron causados por la doctrina liberal, la cual buscaba imponer el liberalismo a la fuerza, sea por invasión (Afganistán), propaganda (Ucrania), o castigos político-económicos (Brexit). Además, la integración de China a la economía mundial bajo los supuestos del libre intercambio fue el ímpetu que transformó al Estado en una potencia industrial.
Ahora, una nueva crisis financiera promete consolidar los cambios empezados en el 2008, y cambiar la estructura y el orden internacional. Las complicaciones económicas han incentivado el proteccionismo económico y la autarquía. Los sentimientos nacionalistas siguen creciendo. Los europeos comienzan el rearmamento para defenderse en contra de Rusia, pero dudan del liderazgo estadounidense y la sabiduría de la interconexión económica con el Coloso. China sigue creciendo económicamente a pesar de problemas iniciales. En los juegos internacionales del poder, lo que importa es el poder con relación a otros, por lo cual, a pesar de disrupciones en China, con que crezca más que sus competidores, le da ventaja. Otros centros de poder también cogen fuerza en el mundo como India, Irán, Israel, Brasil, Surcorea, Japón, etc.
Es imposible mantener un orden ideológico como el liberal cuando el Estado patrocinador (EE.UU.) se encuentra en competencia geopolítica. Debido a ello, se transformará la estructura unipolar al multipolarismo donde, inevitablemente, el OIL colapsará dando paso a una era de dos órdenes encerrados: un polo estadounidense, y el otro polo chino.
Bienvenidos a la Guerra Fría 2.0, causada por la crisis financiera 2.0.
Comentar