El ejercicio político electoral vinculado la elección presidencial de los Estados Unidos, ha terminado recién este martes 05 de noviembre, como ha sido costumbre en las últimas tres elecciones, en un vertiginoso y desenfrenado sprint por la obtención de la primera magistratura que, rige no solo los asuntos estatales y gubernamentales de unos 335 millones de estadunidenses, sino, y más importante aún, una acción y ejercicio de influencia directo y determinante para las demás naciones del mundo y la escena política internacional.
Así pues, el producto de este trepidante ejercicio político ha dado nuevamente la victoria a Donald Trump; un Trump, que ya no se muestra al hoy como un uotsider en materia política, un disidente del establishment o como equivocadamente trató de adjetivarlo su contraparte demócrata sin ningún éxito, como un tipo “raro” “poco serio” o hasta “fascista”, siendo esto último una posibilidad latente; sino, como un político tenaz, un adversario difícil de derrotar, y un avezado jugador que lleva consigo tres elecciones continuas, dos de ellas como contundente ganador. Por supuesto, no puede perderse de vista al hombre hábil y manipulador que es; como tampoco, a su capacidad para dejar atrás por el momento, acusaciones penales tan importantes frente al manejo de documentos clasificados, la instigación que precedió el asalto al capitolio y claro está, el pago por el silencio mismo en caso de ser necesario.
Y es que la plataforma política del representante republicano, no puede leerse al hoy de una manera tan tendencialmente simple, ya que el discurso de una américa para los americanos, o américa primero, no necesariamente responde a las necesidades de una figura política en particular, sino, que para el caso en concreto también, al llamado y a la manifestación de una ciudadana que guste o no, ha hecho expreso democráticamente mediante el voto popular (que no significa siempre la victoria electoral), su alineación con una política y discurso, que si bien violento y transgresor en muchas de sus actuaciones, encuentra forma y sustancia en las necesidades y experiencias de esos otros, que en política, se contraponen inevitablemente a un nosotros.
Ahora, esta segunda victoria política para el republicano, deja tras de sí una gran derrota para el ala demócrata; sustancialmente, por temas ligados al manejo de inflación que, si bien menor, aún golpea fuertemente la capacidad adquisitiva de los ciudadanos, los altos flujos migratorios, los índices de desempleo al alza, como al surgimiento de varios conflictos en el escenario internacional. A la luz este contexto, resulta obvio que no lograran concretar los apoyos internos necesarios para impulsar la aspiración presidencial, de una kamikaze Kamala Harrias; aunado a ello, no desmarcaron su candidatura como un hecho independiente, fueron condescendientes con la asociación de su candidata como la actual presidenta y por ende responsable del descontento ciudadano; incapaces de mostrar sus logros y conectar con las necesidades básicas de una ciudadanía siempre en expectativa, y mezquinos ante una elección que desde el principio sabían se veía perdida.
De la misma manera, particular observancia debe tener la incapacidad de la administración demócrata para sostener comunidades de votantes negras, latinas, trabajadoras y de clase media; como también, enclaves fundamentales dentro del proceso electoral estadounidense, como lo han sido tradicionalmente Pensilvania, Arizona, Georgia, y Michigan entre otros. En estos estados, el control vuelve a manos republicanas con márgenes lo bastantemente amplios como para disipar cualquier tipo de duda, en cuanto al apoyo otorgado al proyecto político del presidente No 47 por los Norte Americanos en general, y demás grupos de ciudadanos que vieron en él una oportunidad de alinear sus demandas y objetivos más inmediatos.
Otro de los aspectos llamativos, es lo que puede significar para la estructura de pesos contrapesos que, el partido Republicano haya logrado obtener mayorías en senado, y muy probablemente en cámara de representantes, dentro de un sistema político de fuerte cuño bipartidista, con una disciplina de partido que puede verse acrecentada por los resultados actuales; un bipartidismo decisional en mínimos porcentajes para lo que va del 2023 a la fecha, y un presidente que aglutina mesiánicamente los nuevos nortes del partido; a la vez, que, hace alarde y amenaza con utilizar la vía institucional para la concreción de sus políticas, así estas se encuentren fuera del orden democrático y constitucional, en una clara sinergia con su estilo autocrático y ejecutivo.
En cuanto al orden internacional, no queda duda de que el ajedrez político dará un viraje en muchos aspectos; el tono será menos conciliador, más ambiguo e impositivo, el poco interés que de despierta en el imaginario político de Trump, conflictos como el desarrollado en Ucrania, hacen pensar en treguas y ceses de hostilidades un tanto mediáticos que, conllevaran inevitablemente a la anexión de parte del territorio ucraniano ocupado actualmente por el gobierno de Moscú, como su no inclusión en la OTAN; todo ello, bajo una mirada pragmática y expectante de los demás países europeos e integrantes de la OTAN, que ya no podrán ver en los Estados Unidos un aliado irrestricto, sino un vórtice de cambio, inestabilidad y conjuras frente a la prestación de apoyos compartidos.
Para el caso del medio oriente, su propósito pareciera ser el de dar discrecionalidad al gobierno israelí para que, como enemigo natural, contenga y desarticule las estructuras y amenazas producidas por organizaciones terroristas como Hammas o Hezbolá; lo cual, supondría incremento de las acciones bélicas, aquiescencias por la letalidad y por supuesto, muchas más violaciones sobre los derechos de las comunidades palestinas y la soberanía de los Estados. De manera paralela, buscará posicionar una política aislacionista sobre su contraparte iraní, atacará fuertemente el programa nuclear de este país, como el apoyo otorgado por éste a grupos terroristas y desestabilizadores de la región, mientras que intentará mostrase lo más firme de ser necesario el caso, con tal de sostener la alta expectativa que paradójicamente posee, entre algunos gobiernos de la región entre los destaca Arabia Saudita, Qatar y EAU.
Finalmente, y dejando de lado temas tan sensibles como la política medio ambiental, o las grandes preguntas frente a las excepciones de impuestos o el endeudamiento público que tendrá que afrontar la administración Trump; la elección avasallante del magnate inmobiliario supone una nueva jerarquía en el escenario político estadounidense, una sinuosa mirada hacia el culto por la personalidad, un retorno al Estado soy yo, a la innecesaridad del disenso, a la hegemonía como forma de control y ejecución administrativa, al descrédito por todo aquello que no se agrupe dentro de su universo y más peligros aún, a la búsqueda de una permeabilidad constitucional incesante como forma de asegurar sus metas y cada uno de sus propósitos.
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