Las acciones de los individuos, por lo general, deben ir encaminadas a mejorar las condiciones de calidad de vida en las que estos se encuentran, al igual que las de aquellos que les rodean, pues no sería de su provecho permanecer o quedarse estancados, y mucho menos, empeorarlas. Esto no representaría más que retroceso y desgracia para la sociedad en general.
Es por ello que se debe valorar a quienes con esfuerzo, dedicación, trabajo e inversión logran mejorar las condiciones en comparación con las que se encontraban en un pasado, pues la pobreza es la condición natural del hombre; no tiene causa. Por otro lado, aquello que si tiene causa es la riqueza, de modo que es necesario estudiar y aplicar en nuestras vidas la mejor alternativa que nos permita aumentarla y disminuir la pobreza per se.
El hombre ha diseñado distintos sistemas o modelos político-económicos. Muchos de ellos han desencadenado terribles consecuencias en los lugares donde se implementaron, como es el caso de la República Democrática Alemana (RDA o Alemania Oriental), en la que debido a las perjudiciales políticas comunistas, basadas en el colectivismo-totalitarismo, provocaron que alrededor de tres millones de personas buscaran escapar, en pro de salir de la pobreza, a la República Federal de Alemania (RFA o Alemania Occidental), sin importar que esto les costara la vida a gran parte de quienes lo intentaron, puesto que sus propios compatriotas, quienes vigilaban las fronteras, no permitían que escaparan del terrible régimen. Entre tanto, al otro lado del muro, en esa Alemania capitalista (RFA), se respiraban los aires de la libertad y prosperidad gracias a la industrialización que permitía que sus ciudadanos tuviesen una mejor calidad de vida.
¿La riqueza provoca consecuencias negativas en la sociedad?
Para responder tal cuestionamiento, inicialmente es importante destacar que en el sistema capitalista, el cual es el que más personas ha sacado de la pobreza en el mundo, todo el que se enriquece de manera justa es aquel que sirve o satisface de una mejor manera las necesidades y requerimientos de los demás, pues cada vez que ocurre un intercambio libre y voluntario se está generando riqueza gracias a la satisfacción de necesidades de ambas partes; el comprador adquiere un bien o servicio que valora más que la cantidad de dinero que pagó y el vendedor recibe a cambio su recompensa por cierta acción emprendedora e ingeniosa que permitió saciar determinada necesidad. Al entender esto, se podría indicar que la riqueza no repercute de manera negativa en la sociedad, al contrario, esta es necesaria para tener una mejor cooperación social en el mercado y con ello mejorar la calidad de vida de los individuos. Sin embargo, no está de más destacar que aquel enriquecimiento que sí es perjudicial es el que se deriva de la corrupción y tergiversación de los recursos del Estado.
¿Se debe castigar el justo enriquecimiento de las personas?
Un fenómeno que hoy en día azota a la humanidad es el fetichismo colectivista, que busca imponer cierto tipo de políticas en razón de acabar con la riqueza obtenida en mayor cantidad por parte de quienes con trabajo, ahorro e innovación han logrado causar un gran impacto y aporte en la sociedad, pues hasta el sol de hoy desafortunadamente vemos que hay políticos que pretenden llegar al poder con propuestas que atentan contra el enriquecimiento justo de las personas; por ejemplo, castigando por medio de altos tributos a quienes tengan mayores ingresos, impuestos a ganancias ocasionales, e inclusive quienes desean acabar con ciertos beneficios tributarios que se le brindan a las empresas. Atacar y castigar el justo enriquecimiento de las personas atenta de manera directa contra la libertad económica, la cual es esa facilidad con la que cuentan las personas para realizar negocios y con ello satisfacer sus necesidades.
Una sociedad que coarte las libertades y condene los frutos del esfuerzo, ahorro e inversión de sus individuos está destinada al fracaso, pues se castigaría el hecho de servir a los demás y se perdería la oportunidad de escoger entre varias opciones que se diferencien con base en distintas calidades y precios, dificultando a su vez, en gran medida, el mejoramiento de las condiciones de calidad de vida.
Es por ello que en lugar de perseguir y tratar de inhabilitar a aquel que obtenga riqueza de manera justa, lo que deberían proponer los políticos es reducir la intervención del Estado en la economía y propiciar escenarios para que se lleven a cabo de una mejor manera las relaciones de los individuos y la cooperación social en el mercado, permitiendo así un mejor intercambio de bienes o servicios.
No está de más caer en cuenta que los países en los que la libertad económica es drásticamente reducida, como el caso de Cuba, Venezuela y Corea del Norte, los individuos se encuentran sumidos en una gran pobreza y precarias condiciones de vida, mientras que en países como Singapur o Suiza donde se tiene en mayor grado, los individuos viven mejor y satisfacen sus necesidades de una manera más idónea, a tal punto de que una persona pobre de Suiza –de ingresos más bajos, en realidad– se encuentra en condiciones más óptimas que una persona pobre de Corea del Norte.
Este artículo apareció por primera vez en nuestro medio aliado El Bastión.
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