El fantasma de la soledad

Simón González Mesa

“No funcionéis como un aeropuerto, que va, que tu vida no dependa de si alguien llega o se va.” Xhelazz – La soledad comienza

Cuando creces en el seno del vacío afectivo, es inevitable que la soledad te acompañe como compañera. Este fantasma puede ser tergiversado, ya que puede atormentarte y mantenerte despierto durante noches en vilo, o, por el contrario, puede confirmar y reafirmar el poder supremo del amor propio, un poder que no se derrumba ni ante los más violentos ni los más egoístas.

Para muchos, y en mi caso lo fue, estar solo es un acto traumático y doloroso que implica un descontrol en las decisiones que tomamos, al punto de que estas se vuelvan destructivas tanto para nosotros como para los demás. Justificamos la autodestrucción con esos sentimientos de abandono y soledad, ya que van de la mano con pensamientos que sobre pensamos. Nos sentimos cobardes al relacionarnos o expresarnos porque, al juzgarnos a nosotros mismos ante la soledad, creemos que el resto también nos juzga, aunque ellos no hayan emitido ningún juicio de valor sobre nuestras emociones, pensamientos o acciones.

La soledad, entonces, puede llegar a originar actos de autodestrucción como el consumo de sustancias psicoactivas, el cutting u otras conductas, como, por ejemplo, la necesidad constante de afirmación por parte del resto.

Se vuelve un vicio, un vórtice de malas decisiones, cuando la perspectiva que tenemos de la soledad se basa en los esquemas sociales de abandono y rechazo. Desde mi punto de vista, estos factores son la raíz de muchas conductas viciosas que puede sufrir un ser humano.

Por el contrario, pasar tiempo en soledad, unos minutos en silencio con uno mismo, puede desarrollar una capacidad introspectiva tan profunda que podría llevarte a la iluminación. Como pienso, las grandes mentes espirituales, como el Buda Siddhartha Gautama, alcanzaron su realización espiritual gracias al silencio de la soledad, al encontrarse con su propio ser y darle rienda suelta a la verdadera libertad. Esto está relacionado con lo que dijo Carl Gustav Jung: “La soledad es tremendamente bella porque es profundamente libre”.

El silencio, manifestación de la soledad y del respeto, puede ser un acto tan hermoso como inquietante, ya que permite una auto confrontación constante en el ser, en la eterna búsqueda del yo y de todo lo que implica el autoconocimiento.

Por lo tanto, la soledad puede considerarse un vicio o una virtud. Puede ser vista como un fantasma que asusta y provoca momentos de amargura, creando conductas adictivas, o como un espacio de plenitud, como virtud, que ningún tipo de consumo podrá igualar. Para ello, es necesario fundamentar tu estilo de vida en la autoestima y no en la autodestrucción. Es por esto que invito a abrazar momentos de soledad, a estar con uno mismo. Es evidente que, siendo seres biopsicosociales, necesitamos del otro. Mal haríamos en negarlo, pero no se trata de rechazar a los demás, sino de defender la idea de que necesitamos más momentos de reflexión interna para poder aportar un brillo único a lo externo.

Simón González Mesa

Soy abogado de la Universidad CES y soy un apasionado de la filosofía, psicología y del derecho. Me gusta ayudar a la gente con mis experiencias y conocimientos.

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