El extremo escenario de Petro: entre la demencia del ELN y el delirio de Trump

Quizá ningún presidente en las últimas décadas ha experimentado un escenario más extremo, en múltiples sentidos, que el que hoy afronta Petro. Al riesgo de haber jugado parte de su prestigio político con la paz total (mientras apenas puede con la reincorporación de las extintas FARC), ahora se somete a un panorama inédito desafiando al bravucón no menos delirante del mandatario de los Estados Unidos, Donald Trump. El primer escenario de la paz total fue hito de campaña, un obcecado propósito con el fin de dejar una huella histórica, inconfundible como su lema: “Colombia potencia de la vida”. Este propósito, pese a los desmanes guerrilleros del Catatumbo, sigue en pie, mientras cojea: depende si sus asesores y delegados de paz regresan a las mesas sin muletas con nuevas estrategias, acompañadas, desafortunadamente, de contundentes respuestas militares.

El segundo escenario se le vino encima a Petro, de súbito. No lo invocó como aprendiz de brujo, si no que se le atravesó de improviso por un desaforado hiper megalómano autoritario, que no es solo el presidente de la nación más poderosa del planeta, sino quien se estima su único dictador, juez y parte tanto en asuntos internos de su nación (como negar la ciudadanía de hijos de ilegales contra la Enmienda 14 de 1868 que reza: “Toda persona nacida o naturalizada en los Estados Unidos y sujeta a su jurisdicción, será ciudadana de los Estados Unidos y del estado en el que resida”) como en el globo entero, sin distinción.

Hoy quiere cobrarle la derecha colombiana, difusa, dañina y mala a Gustavo Petro (que lo muestran tomando whiskie en un panorama nocturno de rascacielos neoyorkinos) la responsabilidad unilateral de las consecuencias de este doble colosal desafío político.  Esperan de esta encerrona de principios del 2025 su caída libre en popularidad y el caos económico para darle la zancadilla final. No somos logreros para saber cómo reaccionará el ELN en los próximos días ante los operativos militares, y si de golpe recupera la razón de ser como guerrillera política, pero no es difícil prever los gritos desgarrados del empresariado por los reales, previsibles o inventados efectos desastrosos en la economía colombiana ante el aumento de los aranceles de sus productos de exportación a USA. Ya hablan de quiebra, de irresponsabilidad sin antecedente, de pérdida de negocios (sobre todo de quienes ya están en quiebra o carecen de ideas innovadoras para seguir sus negocios), como si, justamente, hubiéramos estado ad portas del paraíso económico y de pronto se esfuma la oportunidad providencial por esta confrontación intempestiva.

No se puede pronosticar de ante mano si, al fin de la temporada, este escenario sea benéfico o catastrófico para Petro, o si esta extrema tensión generada por una guerrilla sin rumbo (es lo único que se puede afirmar en términos de sus actuales valores revolucionarios) y los aspavientos totalitarios de Trump (expulsar sin más a 168 migrantes colombianos es propio de regímenes totalitarios)[1], pase como una noticia de fin de semana más, y nos dispongamos a dormir está noche comodísimos.

Creo este escenario es inédito, no por las encrucijadas en las que se ven no pocas veces nuestros presidentes, sino por ser Petro el primer presidente de izquierda o progresista, desde López Pumarejo. Así que se enfrenta con fuego amigo al arremeter contra el ELN, arremetida militar que desconoce o niega la derecha y ultraderecha que lo acusa de guerrillero. Y claro por los energúmenos idólatras pro-gringos, que se van cada fin de semana a puebliar y, desgarrados de amor patrio, bajo el efecto de un litro de aguardiente, cantan ¡qué orgulloso me siento de ser un verdadero uribista! y hacen vaca para dar de baja a Petro guerrillero, porque no ataca al ELN y porque se opone al obtuso de Trump. Bogas porque sí y bogas porque no. Esta es la encerrona.

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Neciamente, por impulsividad de candidato a la presidencia, sin ver que ya es presidente hace 6 días, Trump caza pelea y lanza desafíos aquí y allá. A México, a Canadá, a la OTAN, a Rusia, ahora a Colombia, que logra un apoyo inmediato de Chile y Brasil, a su propia Constitución de 270 años de existencia. Su delirio de grandeza lo traiciona, como traiciona a su asesor estrella, el delirante y vanidoso inflado Egon Musk, que no solo vende chatarra carísima (que mejoró su performace al estallarse uno de su buggys frente a un hotel en Las Vegas), sino que promete lanzar diez millones de personas a Marte para el 2050. ¡Mediocre inoportuno! ¿Por qué no se lleva de una vez los setenta y seis millones de votantes por Trump y a su descapulado ídolo, antes de que culmine con arrasar el planeta?

Trump y sus asesores pasan por alto o subestiman el potencial reactivo latinoamericanista, desprecian (por ignorancia o sencilla estupidez: van de la mano) nuestra tradición bolivariana; que por aquí se escribió la Carta de Jamaica y que su ideario antimperialista no está muerto, es siempre latente y se puede revertir contra sus amenazas fabricadas cándida-ofensivamente en la Oficina Oval.


[1] Transcribo literalmente un comentario que escuche en la calle hoy: “Pero ¿qué son 168 pinches delincuentes deportados, ante la toda nuestra economía en riesgo?”.

Juan Guillermo Gómez García

Abogado de la Universidad Externado de Colombia. Doctor en filosofía de la Universidad de Bielefeld, Alemania. Profesor UN y UdeA.

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