¿Cómo escrutar tus besos? ¿Cómo hacerlo?
Será dejarme llevar como el viento y la mar, no hay remedio, todo está hecho, en la noche se me escapa el espíritu y tú lo dejas amarrado al lado de la cama, pareces poseído por el deseo del exterminio y yo aquí, atada, amarrada por las paganas marcas de tus mordiscos que, has dejado en mis pulmones escapándose todo el aire.
¿Cómo esculpir tus deseos? ¿Cómo hacerlo?
Vomitar y vomitar el futuro en la máquina del tiempo, pues mi cabeza se desgaja en lo impredecible del sabor de tus besos; un día me sabe a mango otro día a uva, y, finalmente cuando la rutina acaba, me sabe a anís.
Y yo aquí, sujetada, impedida por los hocicos de tus extremidades; largas, fluctuantes, supervivientes y longevas que dan miedo con los años, porque la experiencia es un caldo de gallinazo que se ofrece como gallina y en el peor de los casos, como torcaza de campo; tierno alimento que cae como agua en el paisaje verde de las montañas Antioqueñas.
¿Cómo pintar tus olores? ¿Cómo hacerlo?
Es tan predecible hablar del viento, el mar, los colores y los olores, que me duelen las muñecas por traicionar la lengua que sujeta mi cerebro. Y, ¿qué hay de las extremidades inferiores, esas que son cóncavas, hundidas y postradas, esas que gritan lagos de eterna complacencia?
Tú mi idilio, tú mis mañanas, tú mis ojos cárnicos que atraviesan el ahondar de mis anheladas pasiones, que día a día nacen con tus besos y mueren en mi lecho. Y yo aquí, trabada, lisiada de esta enfermedad: la bipolaridad del pensamiento donde no soy y al mismo tiempo soy; me vengo y me voy, me salgo y me entro, de esta obra de Shakespeare a la que siempre llego tarde.
Y yo aquí, solo aquí, esperando escribir algo contigo…