“No está bien que Gustavo Petro mantenga con tanta vehemencia un discurso de aspecto incendiario, que llama a las sociedades al estallido social y a una clara lucha de clases. Como tampoco está bien que los calificativos que usa la oposición para referirse al gobierno de turno sean calificativos que destilan falta de diplomacia y cordura con la ética profesional”
A pesar de que mi trinchera es de derechas, el presente texto no pretende apoyar ningún lado de la palestra política. Por el contrario, la crítica va para todo el conglomerado de partidos y, a su vez, para los ciudadanos que se afilian a este o aquel. Y es que Colombia debe aprender a controlar los impulsos; parece que las emociones están imperando sobre la razón, y ello conlleva la abstracción y la toma de decisiones equivocadas; todo esto bajo el juicio sesgado de los diferentes tintes políticos, es una “red flag” que anuncia el desquicio de todo raciocinio.
Es evidente que se sufre de un tipo de patógeno llamado anti estoicismo, el cual se expande de manera endémica sobre nuestras regiones.
Es notorio, a leguas, que el dedo índice (ese que acusa al señalar con entusiasmo ciego) toma fuerza, toda vez que X despotrica de B y viceversa. El discurso que se expone desde las diferentes bancadas políticas ha sido ejemplo de tal forma de actuar y pensar. Eso de acusar sin bases y, de hecho, dar un veredicto castigando al señalado, es un vicio de la templanza y el autocontrol.
Hoy, la lengua es ligera para hablar, o mejor, escribir. Ahora, la mente quedó atrás en esta carrera, donde el hablar se adelanta sin premeditar la intención de exponer de manera correcta las ideas y opiniones. Parece que aquello de “pensar antes de hablar” no tiene sentido, y las redes sociales ayudan sobremanera a esto. Vaya paradoja, se podría deducir que, al escribir un trino o comentario en redes sociales, se tiene la oportunidad de analizar lo que se espera publicar, pero contrario a ello, se evidencia el desperdicio de tal oportunidad, y se hace evidente que se escribe a la ligera, dejando al descubierto la falta de crítica.
Este terrible defecto no lo sufren únicamente los representantes de cada partido político, sino también los ciudadanos que, de una u otra manera, dispensan puntos de vista cargados con cierto peso de juicio. El candidato a la presidencia, Miguel Uribe Turbay, sufrió un atentado contra su derecho a la vida, contra su integridad, y sin más ni menos, el dedo del acusador se esmera en aprovechar la calamidad para señalar según sus sesgos.
¿Acaso no impera la vida sobre la cosa política? ¿No importa más la justicia?
Por supuesto que el caso es alarmante, y sus agresores (desde el actor que accionó el arma hasta sus actores intelectuales) no deben quedar impunes. La justicia frente a este siniestro debe tomar medidas contundentes, pero ello no da pie para el afán de culpar a la izquierda o a la derecha.
Me parece más prudente que se empiece por la reflexión, al respecto del tono del discurso actual. A esto viene la alusión del anti estoicismo, pues la necesidad de un carácter estoico y mesurado es evidente en el gobierno y su oposición, al igual que el ciudadano de a pie, que intenta inmiscuirse en los asuntos políticos. El discurso actual se ha degenerado en ser un tanto satírico, de hecho, orwelliano si se quiere. Encuentro lógico pensar que Colombia se posiciona en medio de una lucha; una donde los partidos políticos exponen sus “2 minutos de odio”, como en la novela distópica de Orwell, 1984.
Espacio durante el cual el partido de mayor vehemencia se toma los medios de comunicación para dispensar pinceladas de odio evidente, llevando a la población a pensar y opinar igual, sin considerar las consecuencias.
No está bien que Gustavo Petro mantenga con tanta vehemencia un discurso de aspecto incendiario, que llama a las sociedades al estallido social y a una clara lucha de clases. Como tampoco está bien que los calificativos que usa la oposición para referirse al gobierno de turno sean calificativos que destilan falta de diplomacia y cordura con la ética profesional.
El llamado es a bajarle 10 rayas al tono en el discurso. Aquello de ondear la bandera de “guerra a muerte”, como lo hizo el mandatario en la plaza de Bolívar, el 1 de mayo del año actual, no es más que un ejercicio de dar efervescencia a los ánimos de las masas populares. En aquel día uno de mayo, no solo bastaron los simbolismos de la bandera del M19 en el público, sino también la espada de Bolívar levantada y la bandera a la cual me referí al inicio del párrafo.
Al respecto de esta bandera “guerra a muerte”, El Tiempo presenta una breve exégesis del significado de la misma, su trasfondo histórico y su simbolismo, con comentarios del historiador Felipe Arias, texto que vale la pena citar in extenso, así:
“En la ciudad de Trujillo, expidió el decreto ‘guerra a muerte’, que autorizaba cualquier tipo de violencia contra civiles españoles, a excepción de aquellos que apoyaban activamente la causa independentista. Una especie de ‘purga’ en donde se eliminó de raíz el principio de la distinción.
“Eso se tradujo en una ola de acciones violentas por parte de ambos bandos: asesinatos de prisioneros, desplazamientos de comunidades y exilios, que terminaron extendiéndose a la Nueva Granada”, agrega el historiador. ‘Guerra o muerte’ se convirtió en un eufemismo para legitimar las atrocidades cometidas durante este conflicto”
En lo que a mí respecta, los colombianos debemos prestar atención; de hecho, debemos ser veedores críticos de cada movimiento que el gobierno y la oposición realizan. No se quiere llegar al punto que explica Felipe Arias en El Tiempo, y mucho menos, llegar a adoptar una medida como “purga” para extraer a quien piensa diferente.
La lamentable tragedia que sufrió Turbay, no es más que el resultado de una cantidad de llamados al desquicio social; por supuesto, esto no da lugar a la impunidad de los actores del delito, estos deberán ser castigados. Sin embargo, si por algo se quiere empezar, se puede analizar el efecto que tiene un discurso agitador de masas, mismo que se impregna de manera inconsciente en el pueblo, y por consiguiente notar la toma de decisiones que se producen bajo tal influencia.
Sin más al respecto, solo queda esperar que no se repitan aquellos días sangrientos, donde candidatos y ciudadanos sufrieron atentados contra su vida. Queda esperar que las décadas de los 80 y 90 no sean un capítulo para repetir en nuestra actualidad, sino todo lo contrario, para evitar errores y actuar con diligencia.
¡Que viva la libertad, que viva la vida, y que Dios bendiga a Colombia!
Referencia:
https://www.eltiempo.com/justicia/investigacion/que-significa-la-bandera-de-guerra-a-muerte-que-ondeo-el-presidente-en-la-marcha-del-1-de-mayo-advertencia-3449896
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