
“El respeto por la dignidad humana del otro, debe ser el punto de partida de cualquier diferencia”
El caso de Sara Mllerey ha generado un gran revuelo a nivel nacional. Las opiniones, tanto a favor como en contra, demuestran cómo el simple hecho de pensar diferente parece ser motivo suficiente para anular al otro. Los colectivos de la comunidad LGBTIQ+ y los defensores de derechos humanos se han pronunciado contundentemente sobre este suceso. La desgarradora escena de Sara pidiendo ayuda ante la mirada de muchos espectadores, y la inacción de estos frente a la situación, nos habla de una sociedad indiferente a la realidad y al dolor ajeno.
Sin embargo, lo de Sara es solo una muestra de cómo los discursos de odio y rechazo han abierto una profunda brecha entre los colombianos. Los discursos moralistas, políticos y religiosos con tintes discriminatorios adquieren cada vez más fuerza en nuestra sociedad. Somos una comunidad diversa en todos los ámbitos; esto debería permitirnos comprender que cada opinión tiene múltiples matices. Pero una opinión deja de ser válida cuando induce al odio.
No debemos limitarnos al caso de Sara. Basta con observar las redes sociales, donde una simple publicación ya sea política, social o de entretenimiento suele ir acompañada de comentarios crueles, agresivos y cargados de odio, evidenciando una necesidad de eliminar al que no piensa como nosotros. No se trata de imponer una uniformidad de pensamiento, creencias o formas de ver el mundo. Se trata, más bien, de tener la capacidad de debatir sin recurrir a la amenaza, al juicio o al odio; sin caer en ataques personales.
El respeto por la dignidad humana del otro debe ser el punto de partida ante cualquier diferencia. Reconocer que el otro piensa, siente, opina y se autodetermina de forma distinta no debería representar una amenaza, ni personal ni social. Es, precisamente, la libertad que todos poseemos la que nos permite elegir nuestra forma de pensar y de vivir.
El lenguaje crea realidades. Y cuando nos sentimos con el derecho de “corregir” lo que creemos incorrecto según nuestros criterios sociales y morales, es cuando comenzamos a violentar, desde múltiples formas, la libertad y la dignidad del otro.
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