“Si hablásemos de una era transhumana la ética enfrentaría un gran dilema debido a que la inteligencia artificial o las maquinas no tiene conciencia, no tienen moral, solo son eso, maquinas. Lo moral o lo inmoral son solo categorías humanas y para seres humanos, detener una inteligencia artificial autómata moralmente sería, a mi juicio una simple utopía”.
Desde su invención la Ética ha sido una de las ramas de la filosofía que más se ha encargado de estudiar las acciones humanas. Con sus respectivas divisiones (ética normativa, ética deontológica y ética aplicada) la ética siempre ha perseguido un fin en sí, el bien común de la humanidad.
La disciplina captó la atención en la antigüedad de pensadores como Sócrates, Platón y Aristóteles, entre otros, siendo estos los primeros en Occidente que empezaron a preocuparse por el comportamiento y las acciones humanas, viendo en la ética, especialmente este ultimo pensador, la ontología del hombre, planteando la cuestión del bien como fin ultimo de los actos humanos y de todas las cosas en general.
Actualmente la ética como disciplina filosófica ha sido aplicada a todas las acciones humanas, a todas las ciencias y para casi todas las cosas. En todas las épocas de la historia de la humanidad esta disciplina (desde su invención hasta hoy claro está) ha jugado un papel muy importante, pues ha desempeñado un rol de juez o de arbitro analizando toda aquella acción humana y su implicación en las cosas.
Actualmente la ética enfrenta, por decirlo de esta manera, a un desafío magnánimo. Este desafío no es otro que analizar las acciones que la humanidad está realizando por medio de la digitalización y de las tecnologías emergentes, las cuales se muestran como herramientas potenciales para cambiar el curso de la humanidad y por ende de la naturaleza.
El uso de las tecnologías emergentes (Inteligencia artificial, manipulación del genoma humano, criogenización, entre otros) están conduciendo a muchos, bajo una especie de temor y miedo, a pensar sobre el uso equivocado que se les puede dar a las tecnologías emergentes, lo cual puedría causar posibles riesgos existenciales como resultados adversos que bien puedan devastar la vida en la Tierra o bien restringir su potencial permanente y drásticamente en ella, tal como lo sustenta el filosofo sueco contemporáneo Nick Bostrom.
Los posibles riesgos existenciales que podría causar la mala empleabilidad de las tecnologías emergentes dependen exclusivamente de las acciones humanas y estas a su vez de la libertad con la que los seres humanos cuentan para realizarlas. El caso, o el dilema antes bien, es que el ser humano es totalmente libre para hacer o no hacer una acción, no hay una especie de poder sobrehumano que lo limite, pareciera que estuviese condenado a ser libre. Solo la ética como disciplina puede encargarse de regular las acciones humanas como buenas o malas, plantearle al ser humano que puede o no hacer moralmente hablando.
Si hablásemos de una era transhumana la ética enfrentaría un gran dilema debido a que la inteligencia artificial o las maquinas no tiene conciencia, no tienen moral, solo son eso, maquinas. Lo moral o lo inmoral son solo categorías humanas y para seres humanos, detener una inteligencia artificial autómata moralmente sería, a mi juicio una simple utopía.
De acuerdo a algunas perspectivas, una vez consolidad la era transhumana, habrían personas dispuestas a realizarse transformaciones tecnológicas importantes en su cuerpo o en su cerebro cuando éstas estén disponibles. De hecho hay autores como Raymond Kurzweil por ejemplo, quien asegura que algún día el ser humano podrá volcar su mente en una computadora, y de este modo evitará la muerte y potenciará su inteligencia en muchos órdenes de magnitud.
Las ideas de los transhumanistas hasta el momento parecen descabelladas, o en su defecto, no se pueden digerir con facilidad puesto que aun es imposible la anexión de una maquina a un cuerpo netamente biológico debido a que las concisiones aun no están dadas para ello pero según lo que predicen los profetas del transhumanismo en unos años más tales actos se podrán hacer.
La idea central aquí es el dilema ético una vez llegue el momento que los transhumanistas prevén; la incorporación de las maquinas, de las tecnologías emergentes al cuerpo humano, la consolidación e implementación de la inteligencia artificial en muchos campos donde las acciones humanas juegan un rol especifico, entre otros casos, pero la pregunta sería ¿Podemos detener éticamente un proceso transhumano que nos tutele? La pregunta queda abierta puesto que el análisis que hay que hacer sobre la cuestión es profundo. El caso es que la filosofía y la ética tienen tiempo todavía para pensar sobre ello y desde ya empezar a promover códigos éticos o normas que puedan restringir la empleabilidad desenfrenada y maquiavélicamente de este tipo de tecnologías, las cuales buscan la bifurcación de humanos en transhumanos y no ver al hombre como un fin en si mismo.
El transhumanismo, de llegar a emplearse en su totalidad no haría otra cosa que ver al ser humano como una especie meramente modificable. Éticamente, no ver al hombre como un fin en sí mismo es un atentado contra la humanidad y la dignidad humana. Para el transhumanismo el fin último es la simple volición del sujeto, por ello, en la era transhumana, la ética estaría enfrentando los dilemas más férreos que hasta el momento ha enfrentado.
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