El concepto de frontera surge de la necesidad humana de delimitar lo propio frente a lo ajeno. Desde que las primeras comunidades comenzaron a asentarse y cultivar la tierra, surgió la urgencia de establecer límites. En las antiguas ciudades de Mesopotamia, por ejemplo, las fronteras servían principalmente para separar territorios agrícolas, asegurando que un grupo determinado tuviera acceso exclusivo a los recursos. Sargón de Acad, uno de los primeros conquistadores de la historia, fue también de los primeros en trazar los límites de su imperio. Todo por esa necesidad humana de decir, “esto es mío”.
Pero las fronteras no solo dividieron tierras, también separaron identidades, culturas y modos de vida. En el antiguo Egipto, por ejemplo, los límites del reino estaban definidos por barreras naturales como el desierto del Sahara y las cataratas del Nilo. A medida que los imperios crecían, estas divisiones se expandían a través del poder militar y la diplomacia.
Los grandes imperios de la historia el romano, el otomano y la China imperial, marcaron sus fronteras con sangre, acuerdos y símbolos de poder. Y con ello dejaron una huella profunda en la configuración del mundo y en la identidad cultural de sus pueblos.
También las religiones han conocido la división. El cristianismo, que nació como una fe unificada, se fragmentó en diferentes vertientes: el catolicismo, la ortodoxia y el protestantismo. El catolicismo, liderado por el Papa, representa la rama más tradicional y numerosa. La ortodoxia, nacida del Cisma de Oriente en 1054, se caracteriza por su independencia de Roma y su liturgia simbólica. El protestantismo, surgido en el siglo XVI con la Reforma, se diversificó en numerosas denominaciones que ponen énfasis en la autoridad de la Biblia y la libertad individual.
Las ideologías políticas tampoco escaparon a la fragmentación. Se habla de izquierda y derecha, pero también de otros ejes como el autoritarismo frente al libertarismo, el colectivismo frente al individualismo, o la forma en que cada corriente concibe el desarrollo económico y social. Estas divisiones han modelado el pensamiento político y generado polarizaciones que perduran hasta hoy.
A lo largo de la historia, las sociedades han buscado maneras de agruparse y clasificarse: por ocupación, ingreso, riqueza, estatus o poder. De ahí nacieron estructuras jerárquicas como la esclavitud, las castas, los estamentos y, más recientemente, las clases sociales. Esta segmentación ha generado estilos de vida distintos, y con ellos, un resentimiento social que se arrastra hasta nuestros días.
La guerra económica entre Oriente y Occidente dos conceptos culturales definidos por su ubicación geográfica que ha intensificado la xenofobia aumentando el nacionalismo extremo, las divergencias estratégicas y la confrontación comercial. Esta separación se caracteriza por la centralidad de la democracia y los derechos humanos en Occidente, frente al predominio de valores tradicionales en Oriente
A lo largo de la historia, la división ha generado confrontación: entre el hombre y la mujer, el rico y el pobre, los blancos y los negros, los justos y los ignorantes, los sanos y los enfermos, el norte y el sur. Cada división fue sembrada con un propósito: separar para dominar. Así se ha consolidado el viejo adagio: “divide y vencerás”. Porque para reinar, primero hay que dividir.
La división mundial ha tenido un impacto significativo en la política, la religión, la economía y la sociedad global. Esta fragmentación ha generado desigualdades, conflictos, tensiones geopolíticas y una constante lucha por el poder. En el ámbito religioso, el auge del fundamentalismo extremo ha intensificado los enfrentamientos ideológicos y culturales. Las grandes guerras contemporáneas, como la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, son ejemplo de cómo estas divisiones pueden escalar a niveles devastadores.
Sin embargo, una guerra no es igualmente dolorosa para todos: para algunos sectores, se ha convertido en una forma de vida, en una realidad normalizada que perpetúa el sufrimiento de millones mientras otros se benefician o permanecen indiferentes.
“Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos” (Romanos 16:17).
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