El deber de la palabra II

«Hablar es ante todo tener el poder de hablar. O mejor aún, el ejercicio del poder asegura el dominio de la palabra: sólo los amos pueden hablar. (…) La palabra y el poder mantienen unas relaciones de tal índole que el deseo de uno se realiza en la conquista del otro» Del ensayo del antropólogo Pierre Clastres, “El deber de la palabra”.

La palabra es un poder, y como todo poder, es susceptible de abusos. Los medellinenses recién hemos sido víctimas de un abuso semejante por parte de un autoproclamado paladín de la moral y las buenas maneras.

El símbolo de resiliencia de una zona de la ciudad golpeada durante décadas por la violencia y la inequidad, hoy está condenada a la física ruina. Según el informe de la Contraloría General de Medellín sobre la reconstrucción de la Biblioteca España, los diseños originales fueron modificados y la EDU y agentes de la Alcaldía de la época avalaron las modificaciones, omitiendo la opinión técnica del diseñador.

Se ha hablado además de la hipótesis de que el alcalde, al pedir acelerar indebidamente la ejecución de la obra para poder recibir a los Reyes de España y tener algo que mostrarles en su visita, también afectó directamente la calidad de la construcción.

Esas no son palabras menores. Con el mero informe de la Contraloría la responsabilidad va más allá de la que se debe asumir políticamente. Hablamos de auténtica negligencia administrativa.

Y cuando la comunidad, que tuvo en la Biblioteca una puerta a la cultura y a la educación que durante muchos años le fue negada, reclama con legitimidad las respuestas de los responsables, son sometidas a una humillación sin precedentes.

Haciendo gala de su soberbia, el exalcalde y precandidato presidencial Sergio Fajardo, apoyado en su instinto de superioridad moral, afirmó que hablaría del tema cuando quisiera y que “contaría la película completa” en el mes de marzo, porque además de faro de decencia, el exgobernador resultó guionista.

Al momento de escribir esta columna (22 de marzo) el presidenciable de impolutos rizos, no ha proferido una sola palabra sobre el tema. Dirá él que cómo se atreven a cuestionarle, si todos son malos menos él, mientras se apoltrona en su trono manufacturado con los sacos de dinero que el Grupo Empresarial Antioqueño le provee para sus campañas y se regocija en el abolengo de su familia.

Que si su poder y privilegios no son suficientes para no tener que hablar ante comunidades tanto más vulnerables que él, que lo sea su majestuosa obra de sacar del poder regional a las élites políticas, para reemplazarlas por las élites económicas de la cuadra.