Impresionados quedaron muchos colombianos cuando Antanas Mockus, sin mediar palabra, bajo sus pantalones y le mostró a todos los allí reunidos la blancura de sus posaderas. Después, y en medio del alboroto, el Senador (ya juramentado) dio a entender que el acto fue una medida pedagógica para que el senado dejará hablar de una buena vez al presidente saliente Dr. Efraín Cepeda que hacia un buen rato lo intentaba pero que nadie le daba la atención que se merecía. Y con lo hecho vino la avalancha de oprobios, insultos y tachas propias de quienes solo vieron el culo pero no interpretaron el contexto.
Antanas Mockus siempre ha sido reconocido por sus medidas visuales y virales para poder enseñar un poco de lo que significa reconocer al otro ser humano; en su alcaldía, por ejemplo, devolvió a los bogotanos ese sentido de pertenecía a la ciudad, los dotó de esa posibilidad de creer en ellos y de ser buenos ciudadanos. También son recordados sus reportajes en el noticiero (extinto) QAP donde trabajaba la realidad social nacional y buscaba transformarla a través de un enfoque directo que permitiera un aprendizaje por parte del televidente; es decir, Mockus no es el maestro usual de tiza y pizarrón sino el maestro que va al problema y busca cambiarlo apelando a la radicalidad.
En la pasada campaña hizo actos de pedagogía a favor del candidato Fajardo en donde resaltaba lo sagrado de la vida, lo sagrado del ser humano y la importancia de reconocerlo; se jugó parte de su repertorio tratando de hacer entender a este pueblo (con tintes de caterva) que sin importar quien sea la vida del otro es sagrada. No importa el color político, importa la vida. Sembró una semilla invaluable: la del diálogo político entre personas comunes que no necesitan sentarse a pelear por el color de su credo o por el líder de su horda sino en ponerse de acuerdo en el accionar a exigir a quienes elijan.
Pero claro, hay que entender el momento en el que realizó el acto de “pelar el tafanario”: 20 de Julio, día de la independencia, instalación de la duma nacional. La mayoría de los presentes tacharon el acto como un irrespeto al recinto y hubo quienes quisieron capitalizarlo políticamente y a la final corrieron a ser un llamado al linchamiento, al que solo le faltó la voz de un excandidato que quiso ser adalid de la moral. Unos han pedido la sanción legal para el senador, otros han querido de tacharlo moralmente, los más extremistas lo han tachado de loco, vulgar y hasta han propuesto la interdicción para colocarle fin a sus andanzas; otros lo han querido mostrar como un fuerte bastión moral y han alegado a su favor… pero con los ases bajo su manga.
Quienes proponen su linchamiento se equivocan. El acto del senador Mockus no fue vejatorio de costumbres pulcras, de tradiciones sacras mantenidas en el recinto senatorial; que no se olvide el irrespeto para con el país cuando a ese recinto entraron jefes de las autodefensas que estaban en negociación, que no se olvide los infinitos casos de corruptela que involucran senadores, que no se olvide que allí tienen asiento presuntos perpetradores de delitos de Lesa Humanidad, que no se olvide que en ese recinto han pululado las miasmas de las conspiraciones, que no se olvide que allí mismo en ese salón -concretamente el 8 de septiembre de 1949- hubo un asesinato de un senador de apellido Jiménez y que no se olvide que allí mismo estuvo quien le infringió tanto dolor al país con sus carros bombas y que dejó enquistado el narcotráfico. El salón donde sesionaba el senado de pulcro no tiene nada pues desde esa fosa es donde más se ha violentado la democracia, cuando queriendo hacer creer al pueblo que se defiende sus intereses se le violenta defendiendo intereses propios.
Así mismo, quienes defienden al Senador Mockus, auto-nombrándose opositores a un gobierno ni siquiera en ciernes, lo hacen con el propósito de martirizar el acto, lo hacen para ganar indulgencias con padre nuestros ajenos, lo hacen porque ante lo inicuo de su actuar es indispensable tener un acto soberbio que los lleve hacia las gentes que, ellos, poco o nada conocen. No se puede olvidar que la oposición que allí se encuentra no tiene representantes inmaculados, la gran mayoría de los antagonistas tienen tacha, tienen su mugre y se valen de a quien no le han podido encontrar algo para poder engrandecer su sospechoso fortín moral.
Ambas partes han querido usar el culo de Mockus como una especie de “culo de Llorente” que les permita poder comenzar a desatar los odios y las iras. Unos han querido indignarse y otros han querido hacer indignar y ruborizar a más de uno, pero lo cierto es que el mensaje es claro y el aprendizaje evidente: Un representante del pueblo les recordó que si no se callan y se dedican a trabajar por el soberano (que es el pueblo) simplemente les mostrará un culo, de los muchos, que ya se hartaron con la clase política del país.