“las últimas marchas que tuvimos lo único que intentaron demostrar fue, mediante la protesta pacífica, quien tiene el pulso político del momento. Lo anterior, por parte de ambos lados políticos, a mi parecer, fue egocéntrico, pues se olvidaron a toda costa de la construcción de país y del ánimo conciliatorio. Por el contrario, lo que sí trajeron fue más polarización”
El artículo 37 de la Constitución Nacional reza lo siguiente: “Toda parte del pueblo puede reunirse y manifestarse pública y pacíficamente. Sólo la ley podrá establecer de manera expresa los casos en los cuales se podrá limitar el ejercicio de este derecho”. Esta disposición normativa consagra, básicamente, el derecho de reunión, que en muchas de sus manifestaciones se traduce en la protesta pacífica. Eso fue lo que vimos los días 21 de abril y 1 de mayo.
La marcha del 21 de abril se denominó “La marcha de todos”, donde personas con profundas discrepancias con el Gobierno Nacional salieron a mostrar sus discrepancias. Por otro lado, el presidente Petro marchó el 1 de mayo, día del trabajo, junto con personas cuyas pretensiones son que se apliquen las reformas que propone el ejecutivo. Pero ¿Será necesario continuar echándole leña al fuego como se dice coloquialmente?
Carl Schmitt, jurista alemán, decía que el pueblo podía manifestarse en la plaza pública y yo concuerdo con esa afirmación, pues, a fin de cuentas, el pueblo, como constituyente primario, según la teoría constitucional, es casi que un Dios omnisciente que lo puede todo. Sin embargo, las últimas marchas que tuvimos lo único que intentaron demostrar fue, mediante la protesta pacífica, quien tiene el pulso político del momento. Lo anterior, por parte de ambos lados políticos, a mi parecer, fue innecesario y egocéntrico, pues se olvidaron a toda costa de la construcción de país y del ánimo conciliatorio. Por el contrario, lo que sí trajeron fue más polarización.
Ahora bien, la polarización después de esos días es tanta, que posterior a las manifestaciones, a modo de respuesta, unos hablan de convocar nuevamente marchas o cacerolazos, cosa que no hace más que fomentar la enorme crispación que hoy en día vive la República. Yo, en cambio, preferiría que habláramos de construir país y de trabajar mancomunadamente por la nación.
En definitiva, este país, con su diversidad y pluralidad en todos los sentidos, necesita una unidad nacional real y que todos concertemos el destino de la patria.
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